Fernanda García
Toluca, México; 6 de abril de 2022. 
Las manifestaciones son un cuadro común en el día a día en el Estado de México, también la poca sensibilidad con que la gente reacciona. No podría ser de otra forma, con los bloqueos las personas quedan atrapadas en una selva de asfalto, un sol inclemente y los automovilistas frustrados pitan pensando que así van a resolver el caos vial.
Así sucedió el martes 5 de abril, durante el bloqueo de 13 horas que se mantuvo en Periférico Norte frente al Parque Naucalli, en el Valle de México, pero esta manifestación tuvo algo particular. Una empatía que no se ve comúnmente cuando las causas son feminicidios, homicidios, desapariciones, o incluso falta de agua.
Durante la protesta de los familiares de Hugo, quien fue asesinado en un rave clandestino y era primo de un influencer, los automovilistas pitaban pero unos cuantos “se dieron cuenta del por qué de la protesta” y decidieron unirse. Estos ciudadanos no eran sino otros influencers. Hicieron transmisión en sus redes sociales.
No digo que esté mal, pero la empatía en ese caso me huele, de menos, a oportunismo. 
Este miércoles, en Toluca, hubo una manifestación por la violación de una niña de 12 años en 2019 por parte de presuntos policías de Chimalhuacán y la represión en contra de la madre el viernes pasado, pues la retuvieron tres horas y la golpearon agentes de Tránsito que le tiraron tres dientes.
En cuanto las feministas decidieron accionar sobre Morelos, bloqueando el paso vehicular, la empatía no apareció.
¿En qué me afecta lo que sea por lo que están protestando? -dijo una joven que tenía prisa por llegar a cualquier otro lugar.
-Por eso las matan, yo sí daría una lana- reviró otro conductor.
En los chats de tránsito las reacciones fueron las mismas, incluso se dijo que si se encontraban a las feministas, les darían unos madrazos.
Entonces decidí dar este espacio en mi Caleidoscopio a la crítica social, a preguntarme los porqués de una sociedad tan indolente que se preocupa por aparentar. 
Hablé concretamente de dos marchas, en las dos se pedía justicia, pero mientras una tuvo eco nacional e incluso el subsecretario general de Gobierno del Estado de México, Ricardo Musalem, hizo acto de presencia en Naucalpan, en miles y miles de marchas más, por casos similares e incluso opuestos, de las autoridades no se sabe nada. Y de los empáticos que deciden apagar los autos y sumarse al bloqueo, mucho menos.
¿Qué diferencia a una víctima de otra? ¿Las conexiones de la familia? ¿La clase social? ¿Qué se publicó el momento de su muerte en redes sociales? ¿Qué? Porque me parece un insulto que mientras a los familiares de algunas víctimas se les recibe y se les llamas “valientes” como el fiscal general de Justicia mexiquense, José Luis Cervantes, llamó a la madre de Hugo, a otras no se les recibe en los ministerios públicos con un trato digno.
Habrá que reflexionar qué es lo que nos conmueve en un caso y qué nos genera tanto rechazo en otros, y no, no digo que la protesta por el caso de Hugo esté mal, por mí que lo quemen todo hasta que haya justicia y el asesino presuntamente confeso, recién detenido, sea condenado. Aquí lo que me hace hervir la sangre es la respuesta de una sociedad que no ve, que no oye, no siente, no llora a todos los muertos por igual.
¡Hasta la próxima!
 
								 
								 
													



 
													