Miguel Alvarado: texto e imagen. Brenda Cano: diseño.
Ciudad de México; 9 de enero de 2022.
En la calle, junto al palacio de gobierno, cerrado a piedra y lodo, los curanderos le danzan a uno en los oídos y sus penachos de águilas reales, de calaveras vivientes, rozan los ojos y las manos. Uno se forma, entre el humo de los sahumerios y recibe su pizca de yerbas para que con eso se aleje lo malo, la salación, como se dice aquí y todas partes, lo ojaldra que resultará el año al que ya le falta una semana. Con todo eso que se sabe o se presiente, el seis de enero la Federación aceptaba lo que sigue: 128 muertos por coronavirus ese día, 25 mil 821 casos diarios y en total, desde el primer paciente que murió, 299 mil 933 defunciones. El tres de enero los fallecidos a diario por covid apenas eran 37, de acuerdo también a la Secretaría de Salud.
Sin embargo, las actividades cotidianas dicen más. Por ejemplo, en Toluca, la capital del Estado de México, hay un brote de coronavirus en primarias de ese municipio, que también ha afectado a algunos alumnos. Los profesores que han acudido al ISSEMyM para atenderse y que han resultado positivos, confirman que les dan un medicamento para la gripa y el dolor de cabeza, pero no les dan incapacidades y deben presentarse así a trabajar. Además, les ha prohibido hablar del tema, como si fuera algo que puede esconderse.
Ese síndrome -no decir, no hacer, no alertar- se presenta incluso entre los reporteros locales, donde al menos había 11 personas contagiadas hace tres días. El Toluca, el equipo de futbol profesional de la capital mexiquense, reportó apenas la infección de siete de sus integrantes y debió cambiar la fecha de su partido inaugural, en la temporada que viene.
Ese tres de enero de 2022 en el Estado de México, después de 22 meses de pandemia y de 120 días de creer que ese tema está bajo control, habían muerto 31 mil 607 personas, más o menos mil 436 personas, de acuerdo al gobierno de Alfredo del Mazo. En Toluca, el anterior ayuntamiento encabezado por el morenista Juan Rodolfo Sánchez Gómez, y que terminó por desbarrancar a media ciudad a finales del año pasado gracias a una quiebra económica de la que no se saldrá fácilmente, aceptaba en lo privado, a mediados de 2021, que la pandemia se había llevado a siete veces más personas de las que los gobiernos anunciaban en las estadísticas diarias.
Los más de 64 vuelos cancelados en el aeropuerto de la ciudad de México por contagios de ómicron-coronavirus y los 87 pilotos infectados causaron malestar en los pasajeros que ya se iban, aunque esa no es la palabra que describe al caos que imperó en la terminal área cuando nadie pudo viajar a ninguna parte.
De acuerdo con la Universidad John Hopkins, hasta el siete de enero la letalidad en México de covid-19 era de 75 por ciento, contra lo que dice el gobierno federal, que afirma que hay 235 muertes por cada 100 mil habitantes. Además, los subregistros de fallecidos, que contabilizan muertes que oficialmente no son tomadas en cuenta por diversos motivos, sobre todo el de no registrar, señalan que en México hay 695 mil 28 defunciones a causa del covid, de acuerdo con el Institute of Health Metrics and Evaluation. Por su parte. El doctor Andreu Comas García, postdoctorado en el Cuerpo de virología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, señala que los muertos en México alcanzan el número de 713 mil 003, y señala que por cada caso reportado hay, además, otras 30 infecciones.
En la calle no se puede hacer que se camina como si nada, que se da la mano y se odia o se quiere, que se estaciona el auto y se reciben el dinero, las llaves o que se va a comer al primer puesto y se embarra uno la boca, las manazas, se limpia en el pantalón o los bolsillos. Y, así como así, después irse y llegar a las casas o las oficinas nomás.
No, sí se puede. El contacto humano es esencial para casi todos y después de dos años, parece que es lo único que importa, aunque éste sea para la riña o, como ahora, para volver a contagiar de la variante ómicron de coronavirus al otro, porque ahora sí, somos nosotros y los otros, los contagiados o los que no se vacunan contra los vacunados y los que ya estuvieron hospitalizados y la libraron apenas.
De la magia de los Reyes Magos, por ejemplo, apenas quedaron los aparadores vacíos de tiendas departamentales como el Palacio de Hierro, en el centro de la CDMX. Ni juguetes, ni padres ni niños había este 6 de enero por la tarde. Nadie o casi nadie se detenía a mirar las vitrinas que apenas tenían el aire que encerraban. Ahí sentados en el pretil de la calle, sin embargo, estaba un niño que ha tenido que trabajar, una mujer que limpia las calles y su esposo, que le ha llevado de comer. Sí, el magnífico día de Reyes, que por la mañana en el centro de la capital mexicana todavía era presa de un pánico que compra y vende.
Ese primer cuadro en donde se encuentra todo, desde los narcos de la Unión Tepito hasta los curanderos y yerberos que limpian lo más sucio de cada uno, tenía los aparadores vacíos y los letreros que anunciaban la magia de la navidad colgaban inmóviles porque son lo que anuncian, una frase que sin embargo pone en movimiento un espíritu que tiene que ver con la competencia y la sobrevivencia por el otro. Aquí en la calle se lleva el cubrebocas, que ya se coloca casi como el impulso que obliga a revisar su se lleva la cartera o el celular. Pero en los lugares cerrados el cubrebocas se retira, para hablar, comer o nada más descansar de la sensación de llevar tapada la boca.
Apenas, sí, parece que un pánico muy sombrío parece entrometerse en las casas y en las conversaciones habituales, y estropea la vida de nuevo. Las actividades presenciales se están cancelando de manera callada, sin aspavientos de nada y los hospitales poco a poco se van llenando, no con la velocidad ni el pánico de hace un año, sino con la triste resignación de que la pandemia no puede acabarse ni se acabará cuando se cuentan con las herramientas para que eso suceda. El gobierno de la Ciudad de México ha anunciado que no cerrará establecimientos ni detendrá actividades y todo transcurre como si no pasara nada. Lo que se ha contenido es, más bien, la información correcta y no entrar en pánico se ha confundido con cerrar los ojos y seguir como si nada. Esta semana que viene será determinante para saber cuál es el escenario real del país, que rebasará los 300 mil muertos oficiales muy calladamente.



