A propósito de extraterrestres, esta es una historia sucedida en Metepec, Estado de México, que también involucra al famoso pero desacertado ufólogo de Tercer Milenio.
Toluca, México; 17 de septiembre de 2023
Miguel Alvarado
Por enésima vez, el periodista Jaime Maussán ha querido pasar por bueno el cuerpo de un extraterrestre o alienígena, que trajo desde Perú, quién sabe cómo. Lleva años haciendo lo mismo y se ha hecho millonario porque ha sabido combinar su obsesión planetaria con la venta de artículos naturistas. Tiene un pequeño imperio desde el cual sigue impulsando la presentación de pruebas de vida extraterrestre. Hace unas semanas, pidió prestado un espacio al Congreso de México, que se lo prestó como se lo prestaría a cualquier otro ciudadano y ahí, ante el estupor -pero también las risas- de los presentes, abrió una vitrina en la que reposaba un ser cabezón y flaquísimo y dijo que se trataba del cuerpo de algo no humano, y que incluso la propia UNAM había participado en el proceso del cálculo de su edad. Días después, la asombrada Universidad Nacional Autónoma de México tuvo que salir a desmentir aquello: había realizado, sí, un análisis de carbono 14 (C14), pero no había participado en la toma de las muestras. Éstas habían sido llevadas por el cliente, que identificó como Jaime y sus amigos. Y eso fue todo. Antes, especialistas peruanos y medios de comunicación de aquel país habían demostrado que el alien cabezón de Maussán era un engaño porque estaba fabricado con pedacería de piel de llama, de cartón y de otros menjurjes que el periodista mexicano fue insertando. Por eso, concluían, no había examen de laboratorio que pudiera encontrar componente humano.
Pasado de lanza, Maussán intentaba reivindicar años de búsqueda de pruebas, de grabaciones de videos, de pistas que lo llevaron a ninguna parte pero no lo consiguió. Maussán alguna vez fue considerado un periodista serio y avezado, y trabajó en el equipo de investigación de la versión mexicana de 60 Minutos, un formato para televisión que en la década de los años ochentas tocaba temas escabrosos y denunciaba desde las estafas de las cirugías plásticas que prometían juventud eterna hasta los avances de la ingeniería genética en México. Pero todo eso quedó atrás rápidamente, como si se hubiera tratado de un avistamiento.
En 2007, Maussán era parte de una historia que involucraban alienígenas, taxidermistas, un asesinato y al municipio de Metepec, en el Estado de México. Esta es la historia.
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Terrenos olvidados pasados por agua guardaron por años cuerpos sombríos buscados por dioses menores, mortales, engañados por sus pares a punta de bala. Exploradores del futuro usaban a veces alquímicas ciencias para comprenderse a sí mismos, ponerse a mano con navegantes planetarios expulsados para siempre de libros ficticios y anatemas contra el fin del mundo.
En el año 2007 Metepec era un laboratorio al aire libre de hedonismos y placebos que se daba tiempo para competirle al tráfico de armas y cocaína con experimentos de exociencia y profetas furibundos incubados en programas de televisión de bajo presupuesto.
Antiquísimas religiones y sectas de tecnológica vanguardia se disputaban los favores de extraterrestres contactados y buscaban en planos siderales al misterioso planeta Niburu, portador de ingratas noticias para la raza humana. Un libro de los sicodélicos años 60, El Retorno de los Brujos, había grabado en la mente de los soñadores una oportunidad para desvelar la realidad verdadera, única. El texto, un tabique escrito por Jacques Bergier y Louis Pauwles, vendió dos millones de ejemplares al salir a la venta y pintaba una historia del ser humano bordada de extraterrestres, alquimistas, nazis místicos y algunas estrellas de la literatura universal incluidos. El compendio fue una de las semillas que germinó en algunos el gusto por lo inexplicable.
Era el 11 de mayo del Año de Gracia del 2007. Uno de estos cazadores de mitos, el popular pero cuestionado por imposible Jaime Maussán, era contactado por un hombre de Metepec, en el Estado de México, quien le informaba que había encontrado en las tierras de su rancho una criatura a la que no podía identificar y la ofrecía para su examen. Luego de breve charla, Maussán reconoció al hombre con el que hablaba como un compañero de la infancia, por lo que no desconfió.
Acostumbrado a fulleros de todo tipo, Maussán había desarrollado empatía por aquellos tramposos, o de plano no sabía cómo detenerse ante las tomaduras de pelo. El hombre de Metepec se escuchaba, sin embargo, cuerdo y hasta allá se trasladó el presentador del programa Tercer Milenio. Se encontró con un hombre de mediana estatura y cierta edad, vestido con sombrero y ropa de campo que dijo dedicarse al negocio del transporte en Toluca y Metepec. Era Mario Moreno López, un afable empresario y líder de los radiotaxistas agrupados en la compañía Excelencia, pero con gusto mayúsculo por el protagonismo. Continuamente visitaba las redacciones de periódicos locales en busca de convenios que le permitieran anunciar sus flotillas. Es recordado como un hombre con el que se podía conversar y llegar a rápidos acuerdos que beneficiaban a los participantes. Se hacía acompañar de su entrañable amigo, Alam Demetrio Zermeño Velázquez, quien además era su empleado y le ayuda en el rancho donde criaban caballos de carreras.
Moreno tenía sus debilidades y una de ellas era, precisamente, apostar en carreras de caballos. Decidido, había forjado una fortuna mediana que le permitía vivir con cierta holgura no exenta de preocupaciones que abarcaban toda clase de actividades, entre las que destacaba una abnegada vocación por la argucia.
Vio en Maussán a un hombre imaginativo, aventajado alumno de la abducción y decidió probar suerte. Al fin y al cabo, el empresario era un apostador nato. Entonces le presentó a Jaime una criatura blancuzca, con cola, despellejada, de enormes cuencas y cara semihumana que medía unos 28 centímetros de altura. Nada más verla, Maussán quedó fascinado.
Un grupo de hombres había encontrado a la criatura furiosamente apergollado por una trampa de acero, en alguna de las propiedades campiranas de Moreno en Metepec, a eso de las cinco de la tarde. Estaba viva y gritaba asustada pero el grupo se la llevó consigo para tomarle fotografías. Luego decidieron matarla por razones que nunca esclarecieron y cruelmente la sumergieron durante horas, ahogándola hasta que murió.
Dice el filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse que “el poder de la imaginación excede en mucho a Alicia en el País de las Maravillas en su manipulación de las palabras, en su habilidad para darle sentido a las tonterías y convertir en tonterías lo que tiene sentido”. Y así como dice Marcuse, pasó en Metepec aquel año.
Pero al mismo tiempo, Mario Moreno, aquel líder de radiotaxistas hubo de enfrentar junto a su socio, Demetrio Zermeño, una prueba mortal que ninguno de los dos superó. Apenas tres meses después de aquel contacto extraterrestre, Moreno y Zermeño morían abatidos por las balas de un tipo muy terráqueo en un paraje de la carretera Toluca-Ixtlahuaca. Ahí fueron hallados sus cuerpos, junto a una camioneta de lujo, quemada totalmente. El escándalo en la capital mexiquense fue mayúsculo, pues se trataba de un personaje público que lideraba más de 500 unidades en el valle de Toluca. Las investigaciones condujeron a un sobreviviente que proporcionó el nombre faltante en ese rompecabezas de humo y barbacoa cruda. A pesar de todo, el caso tardó todavía dos años en ser resuelto en su totalidad. Toluca, como siempre pasa, olvidó el incidente tan pronto como se enteraba del siguiente asesinato. Sin embargo, el 23 de septiembre de 2009 la policía de Jalisco anunciaba la captura del homicida, que resultó ser Cristian Alejandro Castil Zavala, de 29 años, arraigado por necesidad en el pueblo de Tala, en aquel estado.
Acusado de homicidio calificado, homicidio calificado en grado de tentativa y daño en los bienes, a Castil no le quedó más remedio que recordar aquella noche que cambió su vida y contó a los ministeriales que el 3 de agosto de 2007 tomaba algunas copas junto a Moreno, Zermeño y Benigno Vargas Velázquez, aquel pasmado sobreviviente.
Los cuatro estaban en Toluca pero decidieron seguir la juerga en Ixtlahuaca, un municipio vecino de la capital mexiquense. En el camino se detuvieron unos momentos en un paraje, para orinar, pero al volver a subir a la camioneta, Castil “sacó un arma de fuego con la que disparó en contra de sus invitados, a dos de los cuales dio muerte, mientras que el tercero se echó a correr y se perdió entre los matorrales”, dicen algunas notas de aquel entonces. Luego incendió el auto de los fallecidos y se dio a la fuga. Otras notas dicen que Benigno, el sobreviviente, fue también baleado pero alcanzó a rodarse por una pendiente y así pudo esconderse de aquel criminal.
Charro de oficio, a Castil no le quedó de otra que reconocer los homicidios y culpó a una impagable deuda por 20 mil pesos que uno de los muertos tenía con él. Añadió burlas y desplantes que nadie está dispuesto a soportar como detonante de la balacera, pero negó hasta con la cabeza haber incendiado el auto de sus rivales. El hecho es que Moreno se iba de este mundo dejando una gigantesca empresa al borde de la extinción y un extraterrestre guardado en algún lugar de su rancho en Metepec. El rancho y el ser pasaron a manos de la viuda, quien allí lo conservó como una curiosidad hasta que el propio Maussán reapareció en la escena, a finales del 2008, picado hasta el tuétano en su curiosidad. Enterado de la situación, lamentó caballerosamente las muertes pero logró que la señora le entregara la criatura para, ahora sí, realizar una serie de pruebas, todas ellas muy científicas.
En febrero del 2009, Maussán anunciaba con discretos bombos que tenía en sus manos la prueba definitiva de la vida en otros planetas. Para hacerlo, eligió un congreso internacional sobre OVNIS en Laughlin, Nevada, uno de los mayores en el mundo.
Allí mostró fotos y dio algunos detalles sobre el misterioso extraterrestre y reveló que los estudios científicos avalaban la veracidad. La vaguedad del asunto había llevado lejos a Maussán, que prestó su relato, su monstruo y sus pruebas al prestigiado canal de televisión The History Channel, que presentó el caso en un programa llamado Monster Quest, en cadena mundial.
Maussán, por su parte, dictaminó que las pruebas científicas arrojaban que el ser tenía partes de animales de diferentes especies, lo cual tenía asombrados a los estudiosos del tema, pues no se explicaban cómo podía suceder tal cosa. No era un mono, pero tampoco reptil y una de las secciones de un tobillo parecía humana totalmente. Además, la historia de Maussán involucró a respetables profesionales como Jesús Higuera, jefe del Departamento de Imagen en el Instituto Mexicano de la Nutrición. El ufólogo mexicano no olvidaba tampoco que en Metepec se había grabado un supuesto extraterrestre en 1994, por lo que no dudó en calificar a la región como “una zona muy caliente” en cuestiones planetarias.
Y tenía razón. Las cosas ardieron, pero para él, cuando un misterioso invitado saltó a la sideral escena. Se trataba de Ángel Palacios Núñez, nombre falso de Urso Moreno Ruiz, un joven pero hábil taxidermista que en sus ratos libres construía imaginativos seres ensamblando partes de animales que “tenía cerca de mí”. Urso confesaba el engaño en foros de internet donde se discute la taxidermia: “que conste que yo no dije que era de a verdad. Eso lo inventó Maussán, que conste que se lo creyó y fue a hacer todo un show. Fue una broma que se salió de control, pero después de cuatro años me da gusto ver que una de mis creaciones le ha dado la vuelta al mundo y ha pasado por varios científicos y pruebas y no han dado con lo que es. Entonces, ¿qué onda con la ciencia? La he burlado. ¿Será? Ja, ja, ja”.
Urso se hizo pasar como el ayudante del veterinario Marco Antonio Salazar, quien trabajaba para el infortunado Mario Moreno. Dijo que en realidad era el cadáver de un mono titi curtido, unido a pelambre y fluidos de otros animales. Por eso “cada muestra de ADN saldrá distinta”, dice el taxidermista. Según el propio Urso, Maussán pagó por el supuesto extraterrestre unos 300 mil pesos a la viuda de Moreno que luego desquitó en conferencias acerca de su misterioso descubrimiento.
La pedacería de esta historia se encontraba en el sitio http://alcione.org/00_CASO_SER_METEPEC1.html, pero fue borrada en algún momento de los últimos años. El ser de Metepec fue un señuelo más, artísticamente diseñado por un hombre que dejó huérfana una criatura proteica, debidamente pulimentada por el oficio de Jaime Maussán, el verdadero hacedor de monstruos.
Cristian Alejandro ha seguido batallando con la justicia al menos hasta 2019, cuando había solicitado un amparo indirecto que involucraba a la Comisión Nacional de Seguridad. Su caso, el de Maussán, el de Mario Moreno y el del ser nacido de la habilidad de un taxidermista es parte ahora de la imaginería demente de un hombre que no se ha dado cuenta que existen millones de mundos distintos, y que todos, absolutamente todos, están aquí.
¿Será que un mundo nos vigila?