Ramsés Mercado
Toluca, México; 25 de septiembre de 2020. Un cartel verde fosforescente pegado con diúrex a la entrada de su casa: “Quien guste acompañarnos a la misa de Alexandra, será a las 8 am, el sepelio a las 12:00 del día”. Al fondo se distingue una lona amarilla que sirve de techo, muchas sillas, basura y botes vacíos. El lugar está solo, completamente solo.
A Alexandra la secuestraron, violaron, mataron y abandonaron su cuerpo en una cueva en el barrio de San Francisco, perteneciente al municipio de Xalatlaco, en el Estado de México. Tenía 18 años, estudiaba la preparatoria en la Anexa a la Normal de Capulhuac y era la menor de tres hermanos.

Salió el pasado 14 de septiembre con su sobrina a ver un amigo, pero después de eso, de ella no se supo nada. Poco después unos hombres contactaron a su familia pidiéndoles 200 mil pesos a cambio de la liberación de las jóvenes. La familia no logró reunir la cantidad solicitada en el tiempo señalado, pero a la menor la liberaron dejándola en la puerta de su casa.
Alexandra, sin embargo, no fue devuelta.

El miércoles 23 de septiembre -menciona un familiar- fue hallada sin vida y con rastro de violencia en una cueva ubicada por el barrio en el que vivía.
-La familia es de bajos recursos, la verdad no tienen mucho dinero; no sé por qué les pasó eso- dice consternada una señora que no deja ni un momento de apartar su mirada del sepelio.
En el sitio, al frente, se ubica la familia; alrededor los amigos y conocidos. Unos llevan paraguas, otros extravían su mirada en la escena y nadie dice nada, sólo se voltean a ver como queriendo comunicarse con eso que es el silencio en tanto el mariachi musicaliza los pensamientos dolorosos desde atrás. Ya los hombres con las palas echan la tierra, una tras otra, y se intercambian para descansar. Otros van por agua en botes mientras las mujeres organizan los ramos y acomodan los botes entre girasoles, rosas blancas y rojas, claveles y gladiolas.

-Está bien joven para que la verdad se haga justicia- dice de pronto la misma señora antes de irse.
Murmullos al oído. Después vienen los abrazos para finalizar con las lágrimas. A veces más fuerte y otras, ya sin fuerza, pero una y otra vez.

Al final el espacio se empieza a vaciar de a poco. Unos se van solos y otros en grupo tomados de las manos. Algunos llevan la cabeza agachada. Al fondo, la tumba se pierde entre flores pero hasta enfrente la corona en forma de cruz remarca el dolor de la familia con el mensaje: “Recuerdo de su mamá”.


Fotografía: Ramsés mercado.