18 abril, 2025

El recuerdo negro de un Estado feminicida

El recuerdo negro de un Estado feminicida

Miguel Alvarado: texto. Ramsés Mercado: imagen. Brenda Cano: diseño.

Toluca, México, 3 de diciembre de 2021.

Una de las razones por las que en la Plaza de los Mártires se construirán jardineras y áreas verdes es que en ahí se concentra la protesta social y los antimonumentos que ha levantado la resistencia social del valle de Toluca. La explanada, que equivale a un zócalo central para Toluca, es una enorme extensión rodeada por los cuatro poderes fácticos: la Iglesia católica, los palacios de Gobierno municipal y estatal, la Cámara de Diputados y la sede del Poder Judicial. Ahí está todo con excepción de las fuerzas armadas y de seguridad pública- lo que forma al Estado y por eso las protestas se focalizan siempre ahí. Y por eso en ese lugar se ha instalado un memorial, una placa recordatoria del feminicidio de la niña Fátima Quintana, quien tenía 12 años y 8 meses cuando tres adolescentes la violaron y mataron el 5 de febrero de 2015.

Otra placa instalada ahí rememora a Eugenia Machuca, asesinada en Ocoyoacac en 2017, también víctima de feminicidio. Ellas representan casos emblemáticos en una entidad que ocupa el primer lugar nacional, muy lejos de Veracruz, por ejemplo, en este tipo de ejecuciones.

El primero de diciembre el gobierno del Estado de México informaba que la Plaza de los Mártires sería remodelada, pero el anuncio implicaba además el cierre de la misma, a la que ya comenzaban a llegar materiales y algunos trabajadores. El gobernador Alfredo del Mazo mostró algunas recreaciones en las que podía observarse cómo quedaría con las áreas ajardinadas que desde la opinión de Del Mazo “recuperarán los espacios para la convivencia familiar”, que se instalan en una ciudad que clasifica como la quinta con más feminicidios en el Estado de México.

Que a Del Mazo se le ocurriera tal reforma coincide con algunas cosas. La primera de ellas es que se le menciona, de manera más insistente como un posible aspirante a la presidencia de México, e incluso una encuesta criticada y discutida elaborada por el diario Reforma lo ubica entre los seis primeros con 10 puntos de preferencia, muy por detrás de los punteros Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, de Morena. La otra es que la capital mexiquense cumple 500 años y eso, para quienes gobiernan, es motivo de orgullo y presunción que puede traducirse en obras como estos jardines. Por debajo de todo, sin embargo, subyace el borrado de la memoria, de la antimemoria, del registro que señala el abuso del Estado, su incapacidad para impartir justicia y la confrontación que esto le lleva a sostener contra víctimas de feminicidios, secuestros, despojos, asesinatos y toda clase de abusos y atropellos. Ahí, en la Plaza de los Mártires, esta memoria negra para el gobierno pero necesaria aunque sufriente para los ciudadanos se queda, y permanece con mejores resultados si hay algo, un objeto, que las recuerde de manera permanente.


Quitar esas memorias significa borrar el recuerdo y la historia de una lucha entablada siempre por los más débiles y desfavorecidos. Por eso, que las obras de remodelación de la Plaza de los Mártires impliquen también quitar y trasladar el memorial de Fátima Quintana quiere decir que la lucha por justicia sostenida por su familia será invisibilizada. Su lucha, su caso, su importancia.

No es que el proyecto de áreas verdes de Del Mazo y de su gobierno esté mal, pero no considera, porque no le importa, la preservación de los símbolos que denuncian. El gobierno es una abstracción que encierra de todas maneras una lista de nombres que ocupan cargos y responsabilidades que hacen posible la ejecución de una administración, y esa administración ha contado una historia a partir de las decisiones que ha tomado, de las consecuencias que se han generado desde eso que se ha puesto en marcha. La historia no se puede borrar, no pueden cancelarse esas consecuencias, pero sí pueden ocultar los rastros que conduzcan a determinadas situaciones.

Eso es lo que pasa con el memorial de la niña Fátima y de Eugenia Machuca, que será levantado y enviado a otra parte.

Además Daniel, el hermano de Fátima, murió el 24 de noviembre de 2020 debido a una negligencia médica en un nosocomio de Nuevo León y esa muerte terminó por desintegrar a la familia.

– ¡No, no, no y mil veces no! ¡El memorial de mi hija se queda ahí, junto con el de Eugenia, o se pasa ahí!- señala Lorena Gutiérrez, que está parada en la Plaza de los Mártires, que comienza ya a ser rodeada por los muros metálicos de la obra, la cual se terminará en 300 días. “Ahí”, donde señala Lorena, es un espacio enfrente del Palacio de Gobierno que no será afectado por el nuevo diseño, que en realidad cambiará radicalmente la arquitectura actual de esa plaza.

Lo que Lorena Gutiérrez señala, con énfasis, con acritud, con enojo y otra vez con la sensación de que la lucha contra el Estado será permanente es que Fátima, pero en ese caso todas, tiene derecho a la memoria.

-Claro, claro, claro- le dice como un zombie el interlocutor que el gobierno estatal ha enviado para hablar con ella.

Claro, claro, dice, pero él, que representa al monolito que es una administración así, no sabe, porque no tiene memoria, porque no ha leído la historia del memorial de Fátima, que a la niña le ocasionaron 43 heridas entre la cabeza y el tórax, y tuvo lesiones anales y genitales. Eso, sin contar la furia, el acto envilecido de la rabia de los atacantes.

– ¡Me asesinaron a mis dos niños!- grita Lorena y el funcionario del gobierno le responde, detrás de algo que se parece a la ignominia pero que tiene forma de un cubrebocas, que “yo la entiendo señora”.

No, tú no entiendes ni entenderás.

– ¡Esto es una violación al interés superior del menor, la omisión y la indolencia del gobierno del Estado de México y ahora, encima, la retirada del memorial de mi hija porque quiere embellecer una plaza, ¡por supuesto que no!- grita Lorena.

La propuesta del gobierno llegó entonces: que el memorial se traslade a un pasaje peatonal entre la Catedral y el edificio del ayuntamiento, lo cual solamente lo esconderá. La respuesta de Lorena y de los familiares de Eugenia es no, pero un no mayúsculo que por ahora tiene el tamaño de un trascabo.

Los memoriales de Fátima y Eugenia están hoy uno junto al otro pero ya nadie los ve porque han quedado dentro del cuadrado que los muros de metal han ido cerrando. Ya se verá que cuando las áreas verdes estén construidas, la sociedad será la primera en reclamar que alguien proteste, que alguien pinte, que alguien coloque ahí el memorial de un feminicidio. Para eso sirve el borrado de la historia.

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