Miguel Alvarado: investigación y texto. Brenda Cano: diseño: Fiscalía del Edoméx: imagen
Ciudad de México; 6 de febrero de 2023
Lo mismo secuestran mujeres que niños o adultos. A ellas las obligan a desempeñarse como esclavas sexuales o a convertirse en “novias” o parejas de narcos y sicarios. A ellos los levan y los envían a los campos de batalla en el Triángulo de la Muerte, en la triple frontera de Michoacán, Guerrero y el Estado de México. O los utilizan para cuidar propiedades, casas de seguridad, lavar autos, la ropa de los pistoleros y conseguir lo que se vaya necesitando. Muchos de los levantados por la Familia Michoacana en la Tierra Caliente mexiquense tienen hasta un sueldo. Pasado el tiempo, obtienen permiso de ver a sus familias, las cuales no denuncian por temor y así se van involucrando en una vida narca que tuerce sus destinos para siempre, porque si no se tiene más suerte que cuidado, terminarán muertos o presos.
Así funcionan los entretelones de este cártel, que domina indiscutidamente el sur del Estado de México y mantiene una batalla contra el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) -a cuyos integrantes les dicen “los capuchos”- por el control de una extensa zona minera, de árboles de maderas finas y de recursos naturales, así como de una serie de acciones criminales que han vuelto intocables a los líderes, los hermanos Jhonny y Alfredo Hurtado Olascoaga, El Fish y el Fresa, que por más de una década han sobrevivido a atentados, intentos de captura y el asedio de otras organizaciones delictivas, así como a los intentos de la Federación -la de Enrique Peña Nieto y la del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador- de capturarlos. Por los dos hermanos hay una recompensa de medio millón de pesos.
Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Cómo consiguen esclavos o sicarios y encima los convencen de que trabajen para ellos? Fácil, muy fácil, por lo que dicen los testimonios de quienes han pasado por esa experiencia.
II
El 14 de junio de 2022 una silenciosa operación encabezada por la Marina, la Guardia Nacional y ministeriales mexiquenses rodeaba una casona en la comunidad de Palo Amarillo, en el municipio de Texcaltitlán, considerada como uno de los accesos a la tierra narca del Edoméx. En ese lugar dormían algunos jefes de plaza como “Payaso”, y el “comandante Rubio”, y junto con sus hombres, descansaban después de ir a una fiesta la noche anterior, en esa misma comunidad, que conmemoraba a su patrono, San Antonio de Padua.
Los narcos eran cuidadosos con su seguridad, o lo eran lo más que podían. Habían colocado un vigía en la casa, pero además bases de halcones que continuamente reportaban movimientos en carreteras y de personas extrañas. Esa madrugada, sin embargo, la vigilancia falló y los vigías no pudieron descifrar el desplazamiento de las fuerzas de seguridad, que a las 6 de la mañana se apostaron en sus posiciones. Los halcones apenas informaron que por los caminos cercanos había pasado “una carroza con flores”, lo cual no preocupó a nadie.
Así, que el vigilante de la casa, a quien apodaban “Emplumado”, reaccionó demasiado tarde y cuando pudo hacerlo era porque ya el grito, siempre teatral pero efectivo de “¡ríndanse, los tenemos rodeados!”, retumbaba en todas las habitaciones. “Emplumado” empuñó su arma pero minutos después cayó muerto por las ráfagas de la policía, que había respondido cuando el “Cholo”, otro sicario, disparaba primero que nadie.
En esa casa, además de narcos, sicarios y mascotas como un pequeño mono araña que salió vivo de la balacera, había hombres y mujeres levantados que trabajaban para la Familia Michoacana. Ellos salieron con vida.
Palo Amarillo no fue una operación limpia si se considera que en el enfrentamiento murieron once sicarios y siete civiles resultaron heridos, así como 3 policías. Pero fue un éxito porque se consiguió desarmar la célula del jefe “Payaso”, quien alcanzó a huir al escuchar los tiros. Además, se abatió al “comandante Rubio”, otro capo importante de plaza.
Las historias que contaron los sobrevivientes apenas dan una idea del tamaño que tiene el cártel de la Familia y el poder que ha desarrollado en los últimos años, aunque a nivel nacional no se le considere como una de las organizaciones criminales importantes. Se equivocan quienes piensan o avalan eso. La Familia Michoacana ha crecido desmesuradamente y sus líderes son dos de los narcos más poderosos del país.
III
De acuerdo con un Reporte de Entrevista contenido en el documento MX/ EDOMÉX/ FGJEM/ AIC-CGIA/ UATO, la Fiscalía pudo identificar esa casa e intentar una detención que al final terminó con los cuerpos de los sicarios tendidos en los patios y los cuartos, todavía con las armas en sus manos. Adentro, quienes estaban secuestrados se refugiaron como pudieron de la balacera, y cuando todo terminó fueron sacados, esposados e inmovilizados en los jardines. Ese mismo día comenzaron los interrogatorios y se emitió una ficha pública de los levantados, en la que la Fiscalía pedía que si alguien los conocía, los denunciara. Los rostros expuestos de los secuestrados mostraban estupor, miedo.
IV
A “J” lo levantó la FM en el municipio de Texcaltitlán y lo puso a trabajar para ellos. Le enseñaron los rudimentos del uso de las armas y lo habilitaron como pistolero. No tenía ni 20 años cuando la Familia comenzó a pagarle 7 mil pesos quincenales y luego lo mandaron a coordinar una base de operaciones, aunque terminó convertido en sicario en muy poco tiempo. Fue un narco famoso, José Dámaso Alpízar, el “47”, quien lo secuestró y se encargó de ir enseñándole sobre la marcha. Luego, al “47” lo detuvieron el 12 de junio de 2020 en un operativo, en una brecha de Amatepec, cerca del poblado de La Goleta. A Alpízar le decían El 47 y cuando fue capturado iba en una Ford Lobo robada, con placas MFY-7786 acompañado de dos chavales. Llevaban la camioneta repleta de armas y balas.
La noche del 13 de junio, un día antes del enfrentamiento de Palo Amarillo, “J” había ido a la fiesta acompañado de cuatro pistoleros. Llegaron a la reunión ya tarde, como a las 9 de la noche y ahí se vieron con otro sicario de Guerrero, que se presentó custodiado por siete hombres armados. Los vehículos que llevaban impresionaban, y es que la comitiva de pistoleros iba repartida en una camioneta Mercedes, en una Superduty, dos Jeeps, una Tacoma y un auto gris. “J” estaba cansado y por eso se fue temprano, como a las cuatro de la mañana. Y cuando llegó a la casona ya los otros estaban durmiendo. Les echó un ojo y comprobó que estaban bien, que el vigía “Emplumado” se encontraba en su posición.
Luego, “J” también se fue a dormir.
No pasó mucho tiempo, casi nada, cuando un sigiloso equipo de marinos, ministeriales y de la Guardia Nacional avanzó cerca de las 6 de la mañana hacia los narcos. Le tomó muy poco tiempo ubicarse en posiciones y entonces apuntaron. Media hora después, uno de los agentes gritaba a los delincuentes que estaban rodeados. Entonces, como también sucede en las películas, los enfiestados narcotraficantes se levantaron y Cholo comenzó a disparar. Su ejemplo fue seguido por otros pistoleros.
Así comenzó la guerra en Palo Amarillo. Todos o casi todos los sicarios tenían AK-47, R-15 y otros rifles que vaciaron en un primer ataque contra los marinos y las fuerzas de seguridad pública. “J” tomó el suyo y oprimió el gatillo, pero vio que serían superados tarde o temprano, así que echó a correr hacia la cocina, en busca de una salida, pero antes de llegar una bala le dio de lleno en un tobillo. Tirado ya en el piso, no tuvo de otra que rendirse, aunque el dolor no le impidió ver cómo otros de sus compañeros escapaban del lugar, cargando sus armas.
Los muertos fueron identificados por la Fiscalía como “Tortugo”, “Emplumado”, el “Comandante Pelón”, el “Jimmy”, el Catrín y el “Cholo”, aunque por lo menos otros cuatro cuerpos quedaron sin reconocer en ese momento. Además, había al menos 8 personas -entre ellas tres mujeres- que no eran narcos ni sicarios, y que “J”, muy mentirosamente, no sabía lo que estaban haciendo ahí.
V
A la casa de seguridad le llamaban “la oficina” y era una casa de seguridad para quienes andaban en lo que la Familia Michoacana llama “la guerra”, y que no es otra cosa que los combates en la zona que les disputa el Cártel de Jalisco Nueva Generación.
En el Edoméx, el Jalisco Nueva Generación pelea abiertamente en Sultepec, Ixtapan de la Sal y Tenancingo, pero es en Michoacán donde los “jaliscos” se han hecho más fuertes. De cualquier forma, la mayor presencia de ese cártel se localiza en el valle de México, según la Coordinación General de Informática Administrativa, de la Unidad de Asuntos Internos y de la Unidad de Análisis Táctico Operativo de la Fiscalía.
Otros detenidos como “T” fueron revelando que las mujeres que estaban en la casa de Palo Amarillo eran “ardillas” o “tlacuas”, como los narcos les llaman así a las secuestradas. A una la habían secuestrado en Pilcaya, Guerrero, y después de trasladarla, su primera parada fue en la fiesta del 13 de junio. Quienes venían de Pilcaya salían huyendo de la policía y en territorio mexiquense se sintieron seguros. La secuestrada no era la única que venía de Guerrero. Había otra mujer más, “M”, levantada por un grupo de ocho hombres el 20 de abril de 2022. El caso de ella era distinto, porque la acusaban de filtrar algunos nombres en redes sociales. Así que localizaron a su familia, amarraron a todos y cuando ella llegó se la llevaron. Dejaron su suerte y su vida en manos del “comandante Rubio”, y mientras se tomaba una decisión la obligaron a vivir amarrada en la batea de una de las camionetas. Ella iba a donde el vehículo se dirigía y por las noches le daban chance de dormir en la casa de Palo Amarillo, si estaban ahí. La mañana de la balacera estaba dormida en alguna parte de esa vivienda.
Otro caso el de “G”, es similar. Él provenía de Guerrero y se lo llevaron del lugar en el que trabajaba porque se negó a hacerla de halcón. Fueron por él un día de mayo del 2022 y desde entonces los sicarios lo traían con ellos. Él cuidaba los autos de la Familia, pero también los lavaba y se encargaba de limpiar la ropa de los narcotraficantes. A él no le pagaban nada.
Otra historia es la de “H”, una mujer que había ido a la fiesta de la noche anterior y ahí alguien le presentó a “Payaso”, el jefe narco de la casa de Palo Amarillo. En medio de pistoleros y traficantes, “H” y “Payaso” se saludaron, por fin, en persona, porque ya se conocían por llamadas y mensajes que el sicario le enviaba desde principios de 2022. Ella reconoció el tatuaje que “Payaso” tenía en una de sus manos: una sonrisa como la del Joker, el personaje de la serie de Batman.
A las dos de la mañana ella quiso irse pero el narco la invitó a seguir la fiesta. “H” se negó pero alguien le aconsejó que “no la hiciera de pedo” y que mejor se fuera con los pistoleros, que entonces la treparon a la camioneta en la que iban el propio “Payaso”, “Toro” y “Gallero”. Antes de subir alcanzó a ver que entre los criminales había un niño.
No pudo hacer nada para escapar y al llegar a la casa fue amenazada. Si no se quedaba con ellos para tener relaciones sexuales o por lo menos para trabajar, entonces la matarían.
– Ya te vendieron con nosotros- le dijo “Payaso”, riéndose.
Esa madrugada la dejaron descansar y la pusieron a dormir afuera de una de las habitaciones, en el piso. Pero pasadas las 6 de la mañana el grito de “Toro” la despertó a ella y a todos los demás.
– ¡Ahí vienen los puercos!- vociferó el narco. Ella no supo qué hacer, excepto salir con las manos levantadas. Pudo ver correr a “Payaso”, que con un cuerno de chivo salió de la casa disparando contra los agentes. Ella vio cómo policías y marinos avanzaban hacia ella gritándole que se tirara al piso. En eso, un tiro le pegó en un glúteo y cayó al suelo. “Payaso” le había disparado.
Ese sicario recientemente había ascendido como jefe de plaza de Texcaltitlán, y para celebrarlo había organizado una comida en la que se ofrecieron truchas. Los taxistas cerraron las vialidades y unas 14 camionetas acudieron a la cita. Ahí se encontraron los jefes de la región. Estaba hasta el comandante “Fierros”, Silverio Martínez Hernández, famoso por asesinar policías mexiquenses. También estaba Alberto Romero Pérez, “Macrina”, jefe de Zacualpan, y a quien se le culpaba de la matanza de 13 policías ocurrida en un poblado de Coatepec Harinas, en marzo de 2021. Por ellos dos la Fiscalía ofrecía una recompensa de 500 mil pesos, aunque a Macrina lo abatieron a finales de diciembre de 2022, precisamente entre el 27 y 28, cuando los soldados lo enfrentaron en el paraje de Ayatuxco.
La reunión de las truchas tuvo lugar el 4 de junio de 2022 y terminada la fiesta, “Payaso” se puso las pilas y comenzó a trabajar ese mismo día. Más tarde, convocaba a los delegados municipales para leerles las reglas, entre las cuales había algunas inauditas. Por ejemplo, se castigaría la bigamia y nadie podría andar con personas casadas. Otras establecían órdenes de convivencia, pues habría toque de queda después de las 10 de la noche y además era obligatorio el uso de cubrebocas, para protegerse del coronavirus. De acuerdo con los testigos, los delegados en aquellos municipios son impuestos por la Familia Michoacana, que también establece un férreo control de los precios de diversos productos. Son ellos los que fijan el costo de la cerveza, del frijol, del maíz, de las tortillas, los cigarros, las cervezas y de productos desechables. Son ellos los que dicen a los comerciantes en dónde y con quiénes hay que comprar los insumos y son ellos los que establecen los castigos a los desobedientes. Primero los tablean, y si reinciden, entonces los expulsan de los pueblos o de plano los ejecutan.
VI
A los halcones o quienes se encargan de la vigilancia de los caminos y de reportar los movimientos de soldados y fuerza pública, la Familia Michoacana les ha fijado un salario de 3 mil pesos quincenales. Son ellos quienes dan la primera voz de alerta cuando algún extraño recorre los municipios sureños. Algunos de esos halcones son levantados para obligarlos a trabajar. Durante un tiempo los tienen amarrados hasta que consiguen asustarlos lo suficiente como para que acepten halconear. Así, la Familia ha creado una red de espionaje -la cual también incluye a las organizaciones de taxistas y transportistas- que monitorea permanentemente la región.
Las familias de los levantados se enteran poco después de la suerte de sus parientes, pero no denuncian por miedo. Quienes son de pocos recursos ven en los exiguos pagos de la Familia una forma de ir paliando la pobreza, aunque deban realizar acciones que pueden costarles la libertad o la vida.
El caso de “M”, otro detenido por la Fiscalía, es una historia más acerca de la leva sicaria. Fue secuestrado en 2020 porque se había reportado que consumía cristal, y de acuerdo a su versión, estuvo un mes amarrado y vendado, sin poder ver. Junto con él había otras cinco personas, a quienes habían ocultado en “un salón”, por el rumbo de Zacualpan. La Fiscalía estatal confirma que la Familia secuestra recurrentemente a consumidores de cristal -una droga introducida por el Cártel de Jalisco Nueva Generación- que luego “alinea” y envía a trabajar como halcones o sicarios.
A “M” le dieron la ocupación más difícil.
Fue el comandante Fierros, Silverio Martínez Hernández, quien lo obligó a trabajar para la Familia, “o aquí mismo te mueres”. Eso le dijo uno de los sicarios más buscados en el Estado de México cuando un mes más tarde lo entrevistó y amenazó. A “M” no le quedó de otra que decir que sí.
Su entrenamiento comenzó pronto. Lo treparon a las camionetas, pero no le dieron arma. Nada más miraba y se daba cuenta de cómo se iba actuando. Un mes después le dieron una R-15 con cinco cargadores.
-Te vas a la guerra- le dijeron ese día.
Así, se vio desplazado a Zitácuaro, en Michoacán, para enfrentar al Jalisco Nueva Generación. “M” refiere que hay una logística muy estructurada que incluso contempla “vacaciones” o días de descanso para los combatientes. Para los narcos, los enfrentamientos contra policías y rivales se tratan de verdaderas guerras y se abordan con toda la estrategia posible. Por eso, se forman grupos de entre 60 y 100 personas, con un comandante o encargado cada uno, y que andan a pie entre los cerros, donde realmente viven cuando están en ese tipo de campañas. Los bastimentos, apunta, se los hacen llegar cada determinado tiempo o contratan a “comideros” para que los suban en mula.
A los “soldados” se les paga 12 mil pesos quincenales. Luego de cinco meses viviendo así, les dan 15 días de vacaciones y los regresan al Estado de México, para que descansen y los que quieran puedan ver a sus familiares. A esa temporada de recuperación se le llama “enfriarse”, y los sicarios pueden estar en las casas de seguridad sin hacer gran cosa, como pasear en las huertas de mangos. A ellos les mandan alimentos todos los días. Esas huertas o sitios de retiro se encuentran en Tlatlaya, en el Estado de México, y en Arcelia y Totolapan, por el lado guerrerense.
“M”, además de combatir en Zitácuaro, estuvo en los frentes de Las Mesas de Pineda, en Guerrero. Luego lo mandaron a San Miguel Totolapan, para ir a cazar a los tequileros, la banda rival, también en Guerrero.
Otros tres halcones, “A”, “B “y “C”, contaron historias similares. Uno de ellos fue enviado a Zacualpan a talar árboles, porque se iban a construir unas cabañas para los hermanos Hurtado Olascoaga. Luego, refiere que lo desplazaron a la sierra de Tlatlaya, junto con otras 60 personas levantadas que provenían de Zacualpan, Tejupilco, la misma Tlatlaya, Almoloya y de algunos pueblos de Guerrero. Ellos tenían un trabajo muy concreto que hacer: limpiar 600 hectáreas de árboles y cuidar el inmenso ganado de los hermanos Hurtado. Ahí, refiere el levantado, eran cuidados por 30 pistoleros.
La estructura criminal de “Payaso” fue prácticamente desmantelada por las fuerzas de seguridad, que en la balacera de Palo Amarillo aprehendieron o mataron a la mayoría de sus integrantes. Además, un reporte de la Unidad de Análisis Táctico Operativo (UATO) señala que el 4 de agosto de 2022 fueron detenidos otros seis halcones y pistoleros que trabajaban con el narcotraficante.
La Sedena, la Marina, el Centro Nacional de Inteligencia, junto con la Fiscalía federal y la Secretaría de Seguridad de la Federación tenían hasta noviembre de 2020 ubicados a 13 blancos prioritario que pertenecían a la delincuencia organizada. De ellos, dos son de la Familia Michoacana: Jhonny Hurtado, el Fish, y Juan Moreno Salgado, a quien le dicen Jabón, y que hasta esa fecha era jefe de plaza de Sultepec. Esto, de acuerdo con el documento “Actualización y depuración de blancos y propuesta de blancos prioritarios”, firmado por las fuerzas armadas mexicanas.
Hasta esa fecha, Moreno Salgado estaba relacionado con dos órdenes de aprehensión, una por extorsión y otra por homicidio, esta última vinculada con una emboscada en contra de policías estatales en 2018.
VII
La Familia Michoacana mantiene control del 49 por ciento del territorio mexiquense y tiene presencia absoluta o compartida con otros cárteles en 31 de los 125 municipios. Pero su influencia no se sostiene solamente en eso. Ha tejido una serie de componendas políticas y empresariales que a los dos jefes máximos del cártel les ha permitido convertir a la organización en una empresa dedicada no sólo al trasiego de droga, sino a la venta del terror, lo cual tiene como objetivo desintegrar la confianza de las comunidades y de las propias autoridades, aquellas que no trabajan para ellos.
El 5 de octubre de 2022 Alfredo Hurtado ejecutó a 20 personas en San Miguel Totolapan, un municipio guerrerense perteneciente a la geografía del Triángulo de la Muerte, y que han convertido en el búnker infranqueable de los hermanos. Esa matanza demostró que la Familia es intocable y que ni el ejército, la Marina o la Guardia Nacional tienen la capacidad suficiente ni las intenciones de ir por ellos y capturarlos. Los narcos asisten a jaripeos, peleas de gallos, conciertos y otras actividades públicas sin que ninguna fuerza pública o militar se les interponga.
La Fiscalía del Edoméx ha desplegado una investigación que no encuentra fin en torno a los hermanos narcos, y aunque la instancia tiene señalamientos de infiltración y corrupción generada por la Familia, ha conseguido algunas cosas. La primera de ellas revela un entramado de narcopolítica que involucra a diputados locales y alcaldes que dan protección a los Hurtado y fungen como prestanombres. La segunda, que a los líderes narcos les ha sido posible construir o hacerse de una serie de propiedades de superlujo. Una impunidad absoluta les ha permitido llegar a Toluca, Metepec, Zinacantepec, Lerma y otros municipios cercanos a la capital para regentear sin ninguna oposición narco-plazas que hasta la administración del ex gobernador Enrique Peña se encontraban más o menos vedadas.