Miguel Alvarado
Toluca, México; 6 de noviembre de 2021.
Las intimidaciones del cártel de la Familia Michoacana surtieron efecto y los conciertos de bandas gruperas que se desarrollarían en el Recinto Ferial de Metepec fueron cancelados, uno por uno, en el transcurso del sábado 6 de noviembre. Así, las agrupaciones de Los Plebes, La Dinastía de Tuzantla y por último El Compa Neto y su Banda, anunciaron que no tocarían en Metepec porque no había manera de garantizar su seguridad ni la de los asistentes.
El viernes 5 muy temprano al menos cuatro narcomantas distribuidas a lo largo de la avenida de Las Torres en Metepec fueron colgadas con un mensaje de advertencia para el municipio y para la empresa Diamante, organizadora de una feria a la que la llamaron Espacio Metepec. “Se les informa a todos los artistas que se iban a presentar en la Feria de Metepec. Que no se presenten en dicho recinto que eviten el derramamiento de sangre inocente incluyendo (la suya) ya que por acciones tomadas por la (lacra) el empresario Mario García les queda prohibido presentarse. Respeten nuestra plaza y nosotros respetamos sus vidas. Familia Michoacana”.
La madrugada del sábado 6, el camión que transportaba a la banda La Adictiva fue atacado en la carretera Toluca-Atlacomulco. Bastaron seis balazos, disparados desde un auto Jetta rojo, que rebasaba al camión, para que todo se fuera por la borda. Uno de esos tiros dio en una de las llantas y los otros cinco agujerearon la carrocería. No hubo heridos, pero no hacían falta.
Después de esto, no restaba sino esperar a que el anuncio del cierre del foro se hiciera oficial y así ocurrió, a las dos de la tarde de ese mismo día, cuando un confuso comunicado fue lanzado en las redes sociales, que sin embargo no dejaba dudas acerca de lo que el miedo que un cártel genera puede conseguir: “hemos decidido dar por terminado el evento llamado Feria Espacio Metepec 2021 por la situación vivida hasta el momento”. Lo firmaba Mario García, un joven empresario que no rebasa los 30 años, pero cuyo nombre estaba en las narcomantas que la Familia Michoacana había colgado.
De esta manera, para la feria, todo había concluido.
Todavía, la policía estatal había mostrado en un video la persecución que había permitido la captura de quienes se dijo, había colgado las narcomantas en la avenida de Las Torres.
El Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo y Calidad (C5), analizó las grabaciones de las cámaras de videovigilancia. En las imágenes captadas se observó la participación de un Volkswagen Vento, color azul; de dicha unidad, descendieron tres hombres, quienes se dispusieron a colocar los mensajes.
Los datos recabados fueron ingresados a las plataformas de búsqueda para facilitar la localización; el objetivo circulaba sobre la vialidad José López Portillo, en la colonia San Lorenzo Tepaltitlán, perteneciente a Toluca, cuando fue detectado por el sistema de Arcos Carreteros de la infraestructura estatal; ante la alerta, el C5 se coordinó con policías en campo.
Efectivos de la SS lograron el alcance sobre avenida José Martí, a la altura de la colonia Científicos perteneciente a Toluca; en el sitio, uniformados inspeccionaron a Christopher «N» y Joaquín «N» de 30 y 28 años de edad, respectivamente.
Según la policía, se aseguraron 34 envoltorios en cuyo interior contenían una sustancia con las características de la droga conocida como cristal, cinco teléfonos celulares, 24 identificaciones vehiculares y cuatro tarjetas de circulación.
Los detenidos podrían estar relacionados con el cobro de derecho de piso a diferentes sitios de taxis y mototaxis, por lo que se ampliarán las indagatorias. Pero a quienes la policía no detuvo fue a los pistoleros que atacaron al grupo musical de La Adictiva.
Aún así, el ataque de la Familia al que fue sometida la organización de la Feria, fue cuestionado en redes sociales. Ahí se identificaba a uno de los detenidos por la policía como “árbitro de futbol”, y se afirmaba que no pertenecía a ningún tipo de organización criminal. Señalaban que los ataques eran un sabotaje orquestado por el gobierno estatal y por el priismo de Metepec, pero todo esto sólo polarizó las percepciones.
Lo único cierto de todo esto es que la presencia de la Familia Michoacana en Toluca y Metepec no puede negarse. No es una presencia que se emboce en las sombras o se constriña a lugares específicos. Se trata de una presencia viva y permanente, que porta mensaje de amenaza y muerte y que los cumple. Se trata de un poder que no duda en matar a quienes se le atraviesen o estorben, y en ellos están incluidos civiles sin ninguna relación con el crimen organizado, que funcionan como el mensaje necesario para imponer temor.
Pero la Familia no sólo ha rebasado la histórica frontera geográfica que representaba el sur mexiquense, que mal que bien confinaba a los cárteles en un territorio que terminó por convertirse en su reino, o mejor aún, en su república. Ahora la Familia, que de todas maneras estaba presente en la capital del Estado de México, ha salido a las calles a perpetrar. Ahora, su poder también se impone en Ixtlahuaca, Atlacomulco, Temascalcingo y El Oro, un corredor que une a Toluca con Michoacán por el norte, y que involucra un camino hacia Tlalpujahua y la región minera que actualmente explora la superextractora canadiense Gold Corp.
Toda esta franja, en términos de narcotráfico, está dominada por la Familia Michoacana, cártel al que algunos especialistas daban por debilitado y casi desaparecido, pero no es así.No es la primera vez que en Metepec la presencia del narco sea tan profunda y peligrosa. Ya en la primera década de este siglo esa presencia comenzaba a notarse en torno a la construcción de docenas de fraccionamientos de lujo y superlujo en aquel lugar. Metepec es un municipio alfarero, dedicado a la elaboración de artesanías de barro, caso todas primorosas. Sigue siendo, además un lugar con actividad comercial importante pero nunca había experimentado un crecimiento tan explosivo y sostenido como cuando las fraccionadoras comenzaron a construir.
¿Qué hay en Metepec que lo hizo tan atractivo?
Básicamente, espacio. Tierras a la venta que hace 20 o 30 años no eran caras. También aparecía una coyuntura importante, y que de inmediato se puede relacionar con ese crecimiento espectacular: el penal federal de La Palma comenzaba ya a funcionar como el centro de detención más importante del país. Fundado en 1991, pronto la exigencia que significa un lugar así empujó parte de la transformación de lugares como Almoloya de Juárez y Metepec. En esa prisión han estado los más famosos capos, asaltantes y secuestradores: desde el forajido Alfredo Ríos Galeana hasta el ex alcalde Iguala, José Luis Abarca, relacionado con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, han vivido ahí. El abanico es multicolor y se puede contar a los capos Joaquín Guzmán, Héctor Palma, José Antonio Yépez “El Marro”, líder del cártel huachicolero de Santa Rosa de Lima; Édgar Valdez “La Barbie”; el líder de los Zetas, Miguel Ángel Treviño y Servando Gómez “La Tuta”, jefe de los Caballeros Templarios.
Así, lo elemental que resulta ubicar un penal de máxima seguridad, que con el tiempo mutó su nombre al de Altiplano, comenzó a exigir. Quienes visitaban a los presos no eran oriundos de la región, o muy pocos lo eran. Viajar a Toluca, una ciudad sin tradición turística, resultaba arriesgado, pero quedarse también era peligroso. Así que los narcos y sus familiares decidieron invertir en la compra de casas, una oferta que, por innecesaria tampoco existía. La relación entre las fraccionadoras, la llegada de los presos y las necesidades de sus familias resultó una fórmula que muy poco después atrajo al gran capital que representan los grandes centros comerciales y las cadenas de tiendas. Así, de buenas a primeras, comprar una propiedad en Metepec se hizo imposible. Esto también acentuó una división económica que antes no se percibía. La periferia de Metepec fue ocupada, desde 1985, sobre todo por obreros que venían a trabajar a las zonas industriales, las cuales abrieron sus espacios para las empresas que dejaban espantadas la Ciudad de México después del terremoto de aquel año. Para este estrato se construyeron las colonias Izcalli. El centro de Metepec siguió habitándose por los lugareños, que comenzaron a vender enormes extensiones de tierra para las nuevas casas y los inmensos centros comerciales, los cuales forman una especie de segundo cinturón habitacional.
Pero con el paso de los años, fue descubriéndose que Metepec funcionaba como parte de un narco-corredor que lo mismo podía ser utilizado como ruta de trasiego que como un camino que comunicara los centros de producción de droga con las casas de los capos que operaban cárteles como el de los Guerreros Unidos. Los hermanos Casarrubias, operadores en Iguala, Guerrero, de los Guerreros Unidos, controlaron ese pasaje que atravesaba Tonatico, Coatepec Harinas, Ixtapan de la Sal, Zumpahuacán y Taxco antes de conectar con Iguala. El corredor atravesaba territorio de la Familia Michoacana, pero al menos hasta 2014 los encuentros fatales entre esas bandas fueron mínimos.
Hoy, a la caída de los Guerreros Unidos, la Familia Michoacana liderada por el capo Jhonny Hurtado Olascoaga, a quien le dicen El Fisch o El Mojarro, ha encontrado una plaza más o menos desocupada cuya extensión territorial también incluye a Toluca. Se trata, justamente, de pasos más firmes dados por este cártel, pero también por el del Jalisco Nueva Generación, para instalar una plaza de drogas en el valle de Toluca, que iniciaría en la terminal de la capital mexiquense y llegaría hasta Lerma y San Mateo Atenco. Metepec, en este plan, representa la joya de la corona debido al enorme capital que se mueve en la región y a las coyunturas políticas que favorecen la presencia del narcotráfico, las fraccionadoras y la tierra que puede ponerse en venta. No puede negarse la relación que existe entre el crimen organizado, las empresas y el poder político local, que en caso del Estado de México se centra en el Grupo Atlacomulco, una entelequia que da forma a la familia sanguínea del ex presidente de México, Enrique Peña Nieto, a sus amigos empresarios y a los lazos de compadrazgo. Cada vez más ramificado pero también por eso más ampliado y poderoso, el Grupo Atlacomulco, cuya existencia sus integrantes siempre han negado, controla la vida política, pública y comercial de una buena parte de México, apoyado por el encumbramiento de Peña Nieto a la presidencia, poder que no ha menguado ni con la llegada de Cuarta Transformación y de Andrés Manuel López Obrador.
El viernes 5 de noviembre aparecieron en la avenida de Las Torres narcomantas que advertían a la población no asistir al Recinto Ferial de Metepec en donde se presentan bandas musicales del género grupero, artistas como Christian Nodal o José Alfredo Ríos Meza. A modo de amenaza, los mensajes señalaban al empresario Mario García como culpable de que la Familia Michoacana “cancelara” la programación. El riesgo de asistir, decía la propia Familia, implicaba que se podría perder la vida. Así, el mensaje de miedo, difundido luego en redes sociales y en todos los medios locales, surtió el efecto deseado y algunos cientos anunciaban que no irían, pese a que la empresa organizadora, en un comunicado muy breve, aseguraba que la seguridad sería reforzada y que se contaba con el apoyo de la policía, que un día antes había sido emboscada por sicarios de la propia Familia en Texcaltitlán, hacia el sur del Edoméx. Tres muertos y seis heridos dejaron aquella acción, entre ellos un halcón del cártel y el fiscal de Ixtapan de la Sal, Mario Fragoso, que realizaba un operativo de detección de casas de seguridad y puntos de observación.
Alcaldes entrantes del valle de Toluca han reconocido que la presencia del narco en la región es real y muy peligrosa, y hasta ahora se han negado a hablar del tema.