Miguel Alvarado
Ciudad de México; 8 de julio de 2021
Afuera, en el palacio de gobierno federal de la Ciudad de México, las cámaras no muestran que a las reuniones mañaneras que organiza el presidente Andrés Manuel López Obrador asisten a quienes nunca dejarán entrar.
Hoy, por ejemplo, decenas de familias de personas injustamente presas llegaron hasta las vallas que impiden el paso a la casona que habita el presidente. Le dieron la vuelta a los muros de fierro y se apostaron junto a la entrada lateral, junto a otros que intentaban lo mismo: hablar con el presidente, ocupar los minutos que se le conceden a Lord Molécula -un extraño personaje cuya presencia en esas reuniones pasará a la historia por lo menos por representar un obstáculo- para decirle que en el Estado de México hay una Ley de Amnistía que se aplica al gusto de los jueces.
Este reclamo ha sido expresado desde que los primeros amnistiados comenzaron a salir.
-¿Por qué ellos sí y los nuestros no?- decían las familias de 23 privados de la libertad, por un eufemismo legal que borra su condición de presos y además de injustamente presos. Eso, mientras madres, esposas e hijas se rapaban en la calle frente al palacio del Poder Judicial de Toluca, que prestaba ojos y oídos de piedra a las máquinas que despojaban del cabello a las mujeres.
Raparse significa dejar de una vez todo lo que uno es, perder eso también, que se añade a la lista de lo que la cárcel injusta les ha arrebatado: amor, unión, familia, tiempo, dinero, salud, en suma una vida normal si eso cabe en un país como éste.
Esta madrugada los familiares que exigen la aplicación de la Ley de Amnistía marcharon junto con otros que han estado ahí, en las antesalas callejeras de La Mañanera y que no pasan de la explanada. Por ejemplo, triquis desplazados de su territorio que exigen ayuda o los familiares de Ignacio Vallarta, a quien lo fundieron en el Altiplano en 2005, acusado de secuestro junto con una francesa, Florence Cassez, y capturado por el superpolicía Luis Cárdenas Palomino, hoy preso por protección al narco en el sexenio de Felipe Calderón.
Cómo es La Mañanera, la que no se ve, que une las tramas de una historia cíclica, que no se cansa de repetirse, y que las une también desde el negarse a recibir a quienes tienen algo que reclamar y que no buscan, como el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, un foro gratuito de publicidad.
Los familiares de los apresados injustamente no tienen nada y cada minuto representa una vida consumida para nada, inservible, que el Estado ha triturado porque puede y nada más.
El movimiento de los 23 familiares ha sido cobijado por el abogado y activista José Antonio Lara Duque, quien ya ha sido propuesto para dirigir la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (Codhem), que en agosto próximo renovará dirigencia. Dejará el cargo Jorge Olvera, un ex rector de la Universidad Autónoma del Estado de México cuya administración ha sido relacionada con la Estafa Maestra. La decisión de nombrar al nuevo presidente recae en el Congreso estatal.
Lara es impulsado por los 23 y por colectivos en resistencia del Estado de México, así como por la organización de derechos humanos Zeferino Ladrillero. Incluso, tiene ya una propuesta general de trabajo que incluye la revisión de los derechos humanos en el Edoméx, en los últimos cuatro años.
Feminicidios, agresiones de género, amnistía, personas injustamente presas, fabricación de delitos, entre otros temas, forman parte de esa agenda, que primero es revisionista y que también es una agenda nacional.
Para Lara Duque, son de suma importancia los casos de Atenco, Tlatlaya, Tlanixco, y violación a grupo de mujeres en visitadora de Ecatepec
Pero que un activista gane la dirección de la Codhem no es fácil cuando ese cargo es parte de las cuotas políticas y de poder de una entidad priista y sometida al sistema burocrático construido por el grupo político al que pertenece el ex presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Por ahora, la Ley de Amnistía para las 23 familias que protestan afuera del palacio federal, es una anécdota que ya toma tintes de una mala broma.