15 septiembre, 2024

Una heterotopía: Toluca-Metepec

Una heterotopía: Toluca-Metepec

Carla Valdespino Vargas

La palabra es la creación misma del universo,

donde el caos se torna orden

y las ideas generan conocimiento.

La palabra traspasa el espacio y el tiempo,

los moldea hasta convertirlos en pensamiento…

en heterotopías.

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Hablar de la ciudad es hablar de uno mismo inmerso en el caos, pero también es hablar de un país que dibuja su historia en un semáforo, donde convergen los actores barridos por la modernización. 

Y aquí es donde comenzamos a “jugar” con las heterotopías, que, si bien Foucault las conceptualiza como las que “impiden nombrar esto y aquello, porque rompen los nombres comunes o los enmarañan, porque arruinan de antemano la `sintaxis´… desatan los mitos”. Es posible también afirmar que son el espacio de alteridad, no son ni aquí, ni allá… son la yuxtaposición de espacios.

Así, las ciudades son una suerte de heterotopías, donde no existen los nombres comunes, donde habitan los mitos y, sobre todo, donde sus actores y actantes confluyen en un mismo espacio y donde el tiempo se extiende por las calles. Como apuntala Carlos Maldonado en su ensayo “El (des)orden en las ciudades”: Las ciudades son sistemas vivos cuya complejidad requiere de nuevos modos de lectura y escritura, no es posible visualizarlas sólo desde una de sus aristas, son los espacios donde se forja la identidad de quienes las habitan.

Inevitablemente, el ser humano moderno se encuentra implicado en la ciudad y sólo a través de ella lograr moldear su identidad, de esta guisa, Walter Bejamin en Crónica de Berlín reconstruye su ciudad natal desde el recuerdo, no sólo con el objetivo de redactar una autobiografía sino el de reflexionar una ciudad entre lo que es hoy y lo desaparecido. Así, al recorrer Toluca y Metepec resulta una cavilación, sobre las calles, los edificios de una urbe, cuyo crecimiento acelerado ha dejado atrás sembradíos, riachuelos, pequeñas avenidas, para dar paso a trenes suburbanos eternamente en construcción, gigantes plazas comerciales, avenidas con gran afluencia de autos; pero con calles transitadas por migrantes centroamericanos, chiapanecos, quienes conviven en los semáforos con otros actores de la migración interna y con aquellos que aún apuestan por la sobrevivencia de su oficio, como el merenguero, el boleador de zapatos afuera de un restaurante.

Escribir una ciudad es dibujarla, como lo hace Heriberto Yépez, a través de su texto Tijuanologías, al trazar a Tijuana como “la regocijante combinación: los happy few y el lumpen-migrante”, ¿acaso el Valle de Toluca, se convierte en una combinación regocijante al encontrarnos, en un semáforo, con el anciano que vende galletas; al migrante hondureño, al otomí que dejó su pueblo años atrás para integrarse a la ciudad; al chiapaneco, que apenas habla español, limpiando vidrios mientras su esposa hace malabares?

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Foto: Carla Valdespino Vargas
3.9.18 Las Torres y Av. Tecnológico

La escritura como el vehículo para trazar las calles que un día fueron ríos; recorrer la desaparecida ciclo-pista hacia el aeropuerto por la construcción del distribuidor vial; son las palabras que nos trasladan a la reflexión de la arquitectura, donde el ladrillo, el color y la forma atraviesan los cuerpos y nos llevan a preguntarnos ¿cuál es el punto de fuga de esta ciudad?

Esta heterotopía es también la nostalgia de lo que un día fue -pero que en realidad  nunca existió- de recorrer las calles a pie, en bicicleta, en auto…

Foto: Carla Valdespino Vargas
1.05.09 Construcción del Distribuidor Vial Aeropuerto

1.

La ciudad se achica: 452, 4km2  se reducen a una esquina, a un metro cuadro donde Pedro extiende su puesto de frutas: La ciudad se transforma en un punto que se extiende de 7:00 a 19:00. Pedro ofrece fruta, jugos a los vehículos que circulan por uno de los cruceros más transitados de la frontera entre Metepec y Toluca.

En el siguiente semáforo se desarrolla la modernidad: la estructura del tren Sub-urbano México- Toluca se levanta airosa como símbolo de avance en la rezagada Toluca; metros más adelante la plaza comercial, que declara ser el centro de lifestyle más emblemático de la ciudad. Casas son derribadas para ampliar la avenida y así, agilizar la  movilidad a la dicha plaza. La imagen que se despliega en menos de un kilómetro recuerda las palabras de Bauman en su texto Modernidad líquida: La modernidad del siglo XXI es una incompleta modernización, una creación destructiva: limpieza/desmantelamiento/eliminación en aras de una mayor capacidad.

Destruir para construir/construir para destruir/desplazar para construir…

Desplazar para construir

A veces pienso las palabras como imágenes que esconden a otras, como máscaras que intentan suavizar la realidad, eso me pasa con Desplazar para construir, donde cada letra esconde el rostro de los indígenas chiapanecos que están en la misma esquina de Pedro, en el mismo punto… en la misma ciudad. Indígenas desplazados de sus comunidades, desplazados de las montañas a San Cristóbal, de San Cristóbal a las grandes ciudades. Indígenas que se han dispersado por varios semáforos de Metepec y Toluca. Antes de ellos, los indígenas de Pueblo y antes de ellos los mazahuas y otomíes, como Pedro, como Will, quien vende sacos de box y guantes para niños, globos, mechudos para limpiar el auto, quien se desplaza de crucero en crucero, quien se mueve de Toluca a Celaya, quien regresa a Temoaya para estar con sus hijas. Todos desplazados en aras de la modernidad, que con sus inagotables desarrollos y tratos lanza masas de seres humanos… de un lado a otro del mundo, erosionando o explotando a su paso el fundamento mismo de la vida de todos.

Masas de seres humanos que van y vienen, como Samira, hondureña que se ha apropiado de otro punto-ciudad: el interior de un taller mecánico que le sirve de dormitorio, comedor, descanso… refugio de la Mara.Y la ciudad con su magia de barro, sus zonas residenciales, plazas y comerciales cruzadas por el tren sub—urbano en potencia se transforma en un punto, en una esquina, en un taller mecánico.

2.

Lo sólido, siguiendo con Bauman, posee una clara dimensión tempo-espacial, pero Marx demuestra que es posible derretir lo sólido, es posible que se desvanezca en el aire, tan sólo se requiere una grúa de bola, un martillo hidráulico H55E para destruir y construir, para ser modernos, para transformar la Puerta Tollotzin en las Torres del Bicentenario, pero quizá y sólo quizá, el tren sub-urbano y los edificios Miledque no terminan de ser, se han convertido en esa resistencia a la modernidad, son quizá una manera simbólica de anclarnos el pasado.

O quizá los edificios mismos se resisten a entrar a la modernidad, algunos  no pierden su esencia primaria, como si estuvieran vivos, como si la nostalgia no les permitiera ser otra cosa; así el Comosvitral no ha perdido su alma de mercado. El Cosmovitral como el Axis-mundi, el lugar a donde confluye todo y todos, el Tezcacuitlapilli moderno. Los vitrales manufacturados en Italia, nunca borrarán la vocación del edificio porfiriano.

Fotos: Carla Valdespino Vargas
20.01.19 Cosmovitral

3.

En la modernidad no existen perspectivas de re-arraigo al final del camino habitamos un mundo estructurado por individuos ya crónicamente desarraigados cuyo retorno es prácticamente imposible: las mujeres chiapanecas seguirán con los malabares mientras cargan a sus pequeños; Samira seguirá de un refugio a otro con sus tres pequeños; quitarán a los vendedores del Cosmovitral, pero inexorablemente regresarán a su Axis-mundi.

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