14 octubre, 2025

La batalla de la Alameda en Toluca por un partido de futbol

La batalla de la Alameda en Toluca por un partido de futbol

Toluca, México; 25 de mayo de 2025

Miguel Alvarado

Son héroes. Han transitado por el camino del guerrero pronunciando con fuerza palabras de acero y fuego que han abierto corazones como si fueran fruta o nieve. A ellos se han rendido autoridades y gobiernos que han intervenido a su favor para entregarles las llaves de una geografía necesitada de una victoria. Estos guerreros de camisetas sudadas habrían compartido con toda generosidad un trofeo, pero no los pagos millonarios que se llevan y que hacen dudar de la procedencia de ese dinero. Habrían compartido la alegría de una victoria, no los beneficios de un contrato publicitario. Habrían regalado autógrafos y playeras pero nada más a sus incondicionales admiradores, que deben conformarse con mirar y no tocar, con romperle la madre a los aficionados locales en la Alameda de la ciudad, con el ensueño de un estadio enloquecido que grita los nombres de otros, que pagan por entrar un dinero que no tienen, que prefieren la embriaguez porque despertarse para trabajar y ser explotados no es una opción sino una condena. Para estos admiradores terribles y amputados, el futbol es una tabla de salvación tan efímera como la vida, que todos los días y todas las noches termina por cancelarse.

Pero esta vez los héroes del futbol no han fallado y su camiseta ondea en la Bombonera como una sola bandera. Del otro lado, en la trinchera de los rivales, perder también deja un dividendo porque no se deja de cobrar una bolsa millonaria asegurada. Los fanáticos del Toluca por fin van a levantarse el lunes con la esperanza de que algo, por fin, va bien en la vida. Perdonarán los baches y las calles destrozadas, cualquier cosa que coman tendrá la sazón de la victoria, hablarán por fin con la autoridad del conquistador y volverán a sus casas soportando miserias como estoicos ejemplares, agradecidos por vivir siempre así. Para eso sirve el futbol o, mejor dicho, el negocio del futbol. Para eso, y para los dueños del futbol mexicano para asegurar ganancias por mil 200 millones de dólares por cada temporada corta, de acuerdo con un artículo publicado en  el portal web del diario El Economista, el 20 de julio de 2024, que además establece en 2 mil millones de dólares el valor conjunto de los 18 equipos de la Liga MX en su máxima categoría. A nivel global el valor del futbol es incalculable y tan sólo la super competición inglesa de la Premier League produce unos 7 mil 600 millones de dólares al año, dice un reporte del portal brasileño Sport Value, publicado el 11 de julio de 2024.

Esta vez los héroes no fallaron y no habrá, en ninguna parte, piedad para los débiles. Los fanáticos bailarán y beberán toda la noche entregando a la nada su posesión más preciada: su propia vida, su tiempo y su escaso dinero.

*

– Treinta mil pesos cada uno, aquí los tengo- dijo el revendedor con voz de burócrata empoderado en su escritorio. Agitó los brazos como urgiendo para comprarlos ya, ya, o dejar libre el paso para otro que trajera el dinero o hiciera una transferencia. Los boletos para el partido de vuelta se pusieron a la venta el martes 22 de mayo y no duraron ni dos minutos en las plataformas electrónicas. Por eso se cree con toda razón que esa venta fue manipulada. De cualquier manera y obviando la minucia del dinero, el estadio de la Bombonera, también llamado con el nombre de un muerto -Nemesio Díez, el antiguo dueño del club- estará repleto a las siete de la noche del 25 de mayo de 2025, cuando los diablos rojos del Toluca y el equipo de Televisa, las Águilas del América, pisen la verde grama, tan brillante como una esmeralda desbordada por los nervios y la cerveza.

Toda una semana ha estado la ciudad de Toluca metida en el atontamiento del futbol, en la emoción que supone levantar un pedazo de fierro plateado que simula la perfección de un balón. Esta última semana el alcalde morenista Ricardo Moreno Bastida se ha empreñado en ser un protagonista principal. No se dedicó a gobernar pero sí a administrar la desgracia deportiva de los diablos rojos del Toluca y la pusilánime necesidad de los conocedores del futbol por se nuevamente campeones, luego de 15 años de pura nada, lágrimas de cocodrilo y mucha cerveza en el estadio.

Ricardo Moreno es un político muy limitado que, sin embargo, sabe muy bien aprovechar la miseria humana. Saltó a las redes sociales encabezando una campaña de apoyo al Toluca. Se puso la playera roja y hasta se mandó hacer una azul, porque, dice, en realidad le va al América. Con sonrisa obtusa y en su rostro de piedra una sonrisa que significa todo y viceversa, mandó poner pantallas gigantes para los que no podrían ir al estadio. Convocó a la caterva en la Alameda central y pagó animadores, luces y sonidos para calentar el ambiente. Además, alentó un desfile de aficionados por el centro de la capital para que se viera el tamaño del “chorizo power” y muy civilizado permitió que los aficionados del América también pasaran por ahí. Ricardo Moreno, el alcalde de Toluca, es muy limitado políticamente. Es uno de lo colaboradores cercanos de Adán Augusto López, el contendiente más grotesco de Claudia Sheinbaum, a quien denostó e hizo menos durante las campañas internas de Morena. Ahí, en esas jornadas estaba Moreno Bastida, hombro con hombro, al lado de siniestro Adán. Moreno se dice, además, amigo de la gobernadora Delfina Gómez y del verdadero administrador del Estado de México, Horacio Duarte, una suerte de “mano detrás del trono” porque toma las decisiones importantes en la entidad y se perfila como el sucesor de la pálida Delfina, abrumada por quién sabe qué fantasmas.

Moreno, quien todas las semanas disputa con periodistas por tener la razón o al menos la última palabra desde el foro de La Toluqueña, ha demostrado su valor real en la política local. No se olvida que fue aliado de Juan Rodolfo Sánchez Gómez, un panista que puso al municipio a un paso del abismo financiero y de la rebelión social. Cuando supo que no sería candidato a la alcaldía, lo abandonó sin más. Ser alcalde era, para Moreno, una obsesión, que por ahora ha satisfecho, aunque sea dando traspiés. Por eso, que la final del futbol mexicano se jugara en la ciudad tenía que ser aprovechado. El alcalde olvidó esta tarde que las porras rivales no pueden encontrarse y menos en las calles, donde todo terminará por salirse de control y eso fue lo que pasó antes del partido, en la Alameda central, cuando una marabunta vestida de rojo se enfrentó a otra enfundada en playeras amarillas. En ese zafarrancho que duró cerca de media hora no hubo un solo policía ni tampoco llegó patrulla alguna. El ayuntamiento dejó que se dieran con todo, que volaran botellas, palos y piedras, y que en esa guerra de idiotas participaran niños y mujeres. Al final se impondría la superioridad numérica y los del América saldrían pitando rumbo a la avenida Morelos, para buscar refugio en la propia Bombonera. En tanto, las hordas rojas se dieron por satisfechas cuando capturaron una bandera de las Águilas, que intentaron quemar, frente al Museo de la Acuarela. Pero era tal la embriaguez de los victoriosos que no pudieron hacerlo y tuvieron que conformarse con hacer añicos esa tela de origen chino, atravesada por una franja azul y tres estrellas desalineadas.

El combate de la Alameda es el espejo de la ciudad, sumida en inseguridad y pobreza. Es el reflejo del desespero cotidiano, de la suma de los desaparecidos, de los feminicidios no resueltos y de los que sucederán este año. Se trata de la angustia por los desaparecidos, del trabajo mal pagado, de los abusos laborales que también comete el ayuntamiento de Moreno, que lo sabe y lo permite. Esa batalla es también una réplica de la indefensión del ciudadano ante el embate de las estructuras del poder público, que favorecen al capital privado antes que a los derechos humanos, a los obreros y a los campesinos. Moreno se define como un hombre de izquierda, pero no lo es. Es neoliberal y hay elementos suficientes para probarlo. Es además, un político que se engancha y hace rabietas. La batalla de la Alameda significó el encuentro entre dos bandos, un partido de futbol jugado sin balón ni árbitro de por medio, en estilo superlibre, entre pobres y miserables que se encontraron quién sabe cómo y que se vieron a los ojos, reconociéndose por iguales, antes de despedazarse entre ellos.

El resultado deportivo es una mera anécdota. El Toluca, después de 15 años de no ganar nada, por fin consiguió levantar el trofeo de campeón ante un América que buscaba ser tetracampeón. Que un tal Luan y un tal Alexis Vega anotaran será mera estadística, aunque dará para programas deportivos por lo menos una semana. El encontronazo de la Alameda, en cambio, confirma que México hace mucho que ya se fue al diablo.

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