13 noviembre, 2025

La violencia en contra del reportero comienza en su propia Redacción

La violencia en contra del reportero comienza en su propia Redacción

Miguel Alvarado

Toluca, México; 16 de agosto de 2021.

Hace mucho que Toluca no era tan violenta, que sus calles no se erizaban como lo están ahora, que el descontento social se haya crispado como estos días. Golpizas, enfrentamientos, huelgas de hambre, ataques físicos a reporteros, señalamientos de corrupción puntuales contra la Fiscalía, el mismo promedio de tres asesinatos a la semana y la interminable lista de desaparecidos configuran una ciudad atrapada en la impunidad, en la miseria casi infinita, en el cinismo, decimos, con el que las autoridades intentan explicar por qué es posible secuestrar a una periodista, llevarse su auto y, en fin, vaciar su casa, sus archivos, secuestrar su paz.

Que Toluca esté así quiere decir que el resto de la entidad está peor. El valle de México salvaje y sanguinario es una zona de guerra entre bandas locales. El sur sigue en poder de los cárteles del narcotráfico de la Familia y el Jalisco Nueva Generación. El centro, en manos de la estulticia de la clase política y del desorden de los tres poderes. Quienes palpan de manera general esta situación son, entre otros, los reporteros, que recorren las calles todos los días y son testigos de algunas cosas. Tienen acceso a estadísticas, a casos particulares y son testigos del comportamiento de policías, funcionarios, políticos, soldados, marinos, en fin, del aparato burocrático encargado de aplicación de la justicia, de operar la seguridad pública. También, al mismo tiempo, atestiguan el otro lado: el de las personas abusadas, las golpeadas, las secuestradas y sus victimarios, que muchas veces resultan ser autoridades o autoridades coludidas.


El reportero ayuda de muchas maneras a los otros. A veces su trabajo es determinante en la resolución de conflictos, asesinatos y desapariciones. Trata siempre de no convertirse él mismo en noticia y si es hábil guardará bajo perfil para poder trabajar mejor.

¿Qué pasa entonces cuando el reportero es el atacado, la víctima de algo o de alguien, el secuestrado, el golpeado? En un lugar como Toluca, básicamente, nada, como sucede con los ciudadanos comunes que se ven de pronto violentados o colocados ante los distintos tribunales de la justicia en México. La violencia de las calles, de las instituciones, es pareja.

La violencia en contra del reportero comienza en su propia Redacción, en su centro de trabajo. Mal pagados, maltratados, sometidos a jornadas de más de ocho horas, los reporteros no sólo reportean y redactan. Hay decenas de tareas que ahora se han multiplicado con la proliferación de las redes sociales y la facilidad para transmitir. Son guionistas, diseñadores, encargados de redes sociales y editores al mismo tiempo. Todo por el mismo sueldo. Además, la presión que ejercen dueños y jefes de Redacción o Información es enorme. No hay seguridad social para ellos y cada quincena o cada mes rezan para que no los despidan o simplemente ya no los consideren. Una Redacción así no puede ayudar a nadie, no quiere ayudar a nadie que lo necesite y en casi todos los casos que involucran violencia contra periodistas, se deslindan.

Pero hay todavía redacciones más extremas, que corren a sus reporteros para no perder convenios con los distintos niveles de gobierno. Esto último le pasó a la periodista Teresa Montaño, quien fue cesada por El Heraldo de México después de que el gobierno del Edoméx presionara en 2019. Dos años después, a Montaño la secuestraron y le vaciaron sus cuentas, se llevaron sus computadoras y su información. Siempre crítica, ha conocido en carne propia el poder que ejerce el Estado contra alguien que le es incómodo.

Pero la primera agresión que Montaño recibió como periodista provino de su sala de Redacción. Y eso mismo puede constatarse en la inmensa mayoría de quienes han trabajado en un medio de comunicación. En ese rubro Toluca es, por otra parte, un ejemplo vivo del maltrato a periodistas generado por la empresa que los contrata.

Los casos de Montaño -secuestrada por unas horas- y de Enrique García -asesinado en Metepec hace dos meses y medio- son los ejemplos más recientes de cómo eso inocuo que parece “la rudeza” de una Redacción alcanza niveles insospechados en la calle, donde los reporteros están solos, más que solos.

Es momento de refundar los medios de comunicación, de observar con otros ojos las casas editoras, de entender que, como a otros millones de personas, nadie nos va a defender. Hace 50 años que los medios de comunicación en Toluca han cambiado solamente para seguir siendo iguales.

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