30 abril, 2025

«¡Nos han condenado por el color de nuestra piel!”

Ramsés Mercado/ Miguel Alvarado

Toluca, México; 18 de noviembre de 2021.

Se cree que las revoluciones las inician los desposeídos, las impulsan quienes cotidianamente sufren de algo, por alguna carencia fundamental. En México no ha sido así y las revoluciones o procesos independentistas, si bien han triunfado, no han llevado al poder a los oprimidos. En cambio, se ha tratado de esquemas sanguinarios que impulsan la llegada de nuevos regenteadores del poder, lo que puede traducirse como un cambio de gerencia en una empresa que no cambia de giro ni elimina prácticas inadecuadas. Ninguna, ningún proceso político o armado en el país ha sido capaz, y por eso, que detrás de los familiares de los 24 presos injustamente en cárceles del Estado de México, que detrás de quienes pelean porque se haga caso a las más de 11 mil carpetas de personas privadas de libertad que deberían alcanzar el beneficio de la Ley de Amnistía, sólo estén ellos y su propio dolor, quiere decir que se trata de un movimiento con un objetivo justo, que no busca llevar al poder a nadie pero sí tratar por todos los medios que las leyes se apliquen.

“Nos han condenado por el color de nuestra piel”, gritan los nadies, los ningunos que son estos familiares de presos y que se aparecen por las calles de Toluca una vez más, como cada semana lo hacen, para que nadie olvide que siguen peleando, insistiendo sin rendirse, y para que también se vea que hasta ahora, después de más de un año, han conseguido muy poco, nada si uno se remite al número de presos liberados. Pero no es por causa de ellos que así esté pasando, sino porque ninguno, nadie en el gobierno o en las instancias a las que acuden puede ni quiere resolver nada.

Nadie, ninguno, nada son las palabras que se han venido tragando todo este tiempo, pero ellos insisten. Así que ahora, porque un aniversario más de la revolución mexicana se acerca -uno de esos movimientos que no tomaron en cuenta a los desprotegidos, excepto para armarlos y que pelearan la guerra de otros- los familiares de los presos se vistieron de soldados y adelitas. Es el colectivo Haz valer mi libertad, cuyos integrantes no se rajan, nadie, ninguno, aunque saben que en lo que hacen la desesperanza es uno de sus enemigos principales.

 – ¡Aquí están los rostros de hombres y mujeres que fueron detenidos y torturados para que aceptaran un delito que no cometieron y que hoy se encuentran en prisión pagando!- grita una de las familiares de los presos en tanto sostiene el rostro de él, una pancarta que a lo lejos parece asentir mientras sus manos la pasean y la voz de la mujer revela algo que todos sabemos pero que pocos pueden expresar cuando se necesita decir.


Y lo que dice es que en el Estado de México, el bastión priista más poderoso del país, se castiga la pobreza, se criminaliza el color moreno de la piel, porque aquí es suficiente que alguien diga que otra persona cometió un delito para que lo sujeten a proceso y le dicten sentencias de por vida.

En el ruedo que forma junto a niños muy pequeños que juegan a la pirinola con las pancartas de los rostros de los presos, ella dice lo que todos sienten: que se han levantado para hacer revolución, mientras los espectadores que viven en una ciudad profundamente feminicida como la es la capital mexiquense, Toluca, los miran aprisa. No es que traten de entenderlo, porque ese reclamo lo entienden todos los que han tenido algo que ver con la justicia podrida del Estado de México y con el entramado burocrático que sostiene a la gran corrupción de fiscalías y juzgados. Al fin y al cabo esta es Toluca, una ciudad que ha sido cobarde durante muchos y que apenas expresa su rabia gracias a los nadies, a los ningunos, y a los jóvenes que se lanzan a las calles a gritar, por lo pronto, lo que no se ha gritado en décadas.

– ¡Y por eso hoy nos levantamos, como cada jueves, a exigir justicia, a hacer revolución, esa revolución que es necesaria para no seguir pagando por delitos que no cometimos! ¡Y por eso decimos que tu preso es mi preso!- grita la mujer del rebozo rojo, del sombrero de palma, del vestido blanco y la faja otomí.

Por esos torturados, hoy se viene a hacer la revolución, no para otros, sino para esos, los nadies, los ningunos torturados, que están ahí porque no han podido cumplir con la lógica que impone el sistema de justicia mexiquense: no hay dinero para pagar abogados ni a jueces para que fallen de otra forma, ni a custodios para que no torturen, ni a ministerios públicos para que agilicen los trámites.

Fotografía: Ramsés Mercado.

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