Lía Alva: texto e imágenes
Guadalajara, Jalisco; 28 de noviembre de 2022
Entre la mar de gente que vuelve a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se escucha la voz del poeta Diego Gómez Pickering: “que no hallaremos tiempo”, dice, “que nos falla la memoria”. Las palabras del poema de Reinaldo Arenas se escuchan apenas entre el murmullo creciente de las personas que entran al recinto.
La actividad es “Las voces del mundo”, que se presenta en el pabellón de Sharja, a la entrada; desde ahí habla Diego Gómez, quien para su participación eligió leer a “poetas del reclamo lírico” vigente, enfatiza; ha leído ya, entre otros, a Ernesto Cardenal.


Antes hubo una inauguración atropellada y politizada, con una protesta afuera del recinto ferial, con un reclamo por la reducción al presupuesto en cultura sin funcionarios estatales ni federales en el acto de inicio, con Lorenzo Córdoba, titular del Instituto Nacional Electoral, en el presídium. “La FIL es más grande que los delirios de grandeza de cualquier individuo, es más grande que cualquier gobernante que utiliza el poder público para intentar mancharla”, dijo Ricardo Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara, quien encabezó el comienzo.


En esa misma inauguración, Raúl Padilla, presidente de la Feria, dijo que “la libertad de imprenta y de expresión no son dádivas de gobernantes benévolos, son instituciones que han hecho posible el desarrollo de la ciencia, la cultura y las artes, el surgimiento de sociedades libres, el ascenso de la democracia”. El discurso se lee entre líneas y se acopla a participaciones como la de Mircea Cartarescu -premio FIL de literatura en lenguas romances- quien habló del potencial subversivo de la poesía, de la diferencia entre los poetas laureados y los libres.
Mientras, en los pasillos, entre miles de libros los poetas se esconden o se descubren, las editoriales compiten y los visitantes, por lo que indica la cantidad de gente en cada uno de los estands, prefieren las ediciones económicas, los libros para niños y las -ahora de moda- “citas a ciegas con los libros”: textos forrados en papel craft con apenas una indicación de lo que será el libro, sesenta pesos por una obra que no sabes cuál será.

“Te seguimos buscando, Patria”, lee Diego Gómez y “las tradiciones del recién llegado” se miran por encima en el pabellón de Sharja, el invitado, uno de los siete emiratos árabes que está situado en el Golfo Pérsico y cuyos representantes pasean también por los pasillos de la feria, algunos ataviados con vestimenta tradicional; la traducción mediante audífonos de la participación de los poetas árabes es atropellada, menuda tarea le ha tocado al joven de piel morena que dentro de una cabina se esfuerza por ser fiel a lo que escucha y por no saltar los versos de Abdullah Alhadiya y Khulood Al Mualle, quienes acompañan a Diego Gómez Pickering en “Voces del mundo”.

Luego de la pandemia el regreso de los profesionales de la edición y los lectores a la fiesta de las letras más grande de Latinoamérica es contundente; los visitantes que portan cubrebocas se cuentan con los dedos y los salones están llenos de diversos públicos: más de 600 escritores de 45 países y 18 lenguas; 400 mil títulos y mil 500 editoriales de 34 países.
En la FIL se habla de literatura, de historia, de política; se presenta Sergio Ramírez, Rosa Beltrán, Gioconda Belli, Laura Restrepo, Élmer Mendoza… se habla de feminismo, de diseño de libros, de desaparición forzada, de son jarocho. La FIL tiene cabida para una gala de ópera, un blues y la banda tradicional de Sharja. A esta edición 36 de la FIL unos vienen a hacer negocios, otros a promover sus libros, otros a conocer personas y algunos, seguramente, a escuchar las “voces del mundo” que “más allá del ficticio esplendor y las promesas…”, -y lejos de una protesta y una marcha de apoyo a algo inasible- asiente mientras los versos de Reinaldo Arenas le hacen sentido cuando dice: “Te seguimos buscando, Patria…”.
