Texto: Miguel Alvarado
Fotos: Fernando Óscar Martín
Diseño: Brenda Cano.
Metepec, México; 22 de noviembre de 2021.
Hace mucho que en Metepec la música suena distinto. Suena a golpe de bala, a herida que sangra, a narcofraccionamiento, a ejecuciones a las doce del día. Muertos y violencia los ha habido siempre pero no se temía el derrumbe del Estado, la fractura inaudita a los que impostores disfrazados de izquierda han llevado al municipio, considerado uno de los tres más ricos del país pero como sucede en toda riqueza, con su fantasma de pobres y miserables ubicados hasta lo más bajo de la escala productiva, pero que sostiene todo.

Eso, que a Metepec se le haya metido el narco poco a poco, ante la vista asustada de todos, ha desterrado incluso las cosas más sencillas, las del disfrute del barro y la garañona, las de las visitas al Calvario nada más para ver el valle de Toluca cuán grande, cuán plano y cuánto más contaminado está. Ahí en esa extensión que se parece mucho al infinito, los que no son de aquí se maravillan de las puestas del sol y sus espectros bondadosos, que parece mirar indiferentes a Metepec, donde se mata y se muere como se come y se respira. Pero hoy es el día de Santa Cecilia, la patrona de los músicos, que toman las calles de un pueblo desierto a las 11 de la mañana, de comercios cerrados y de un sol casi cinematográfico que endurece el rostro de todos, les perfila las carnes desiguales y los convierte en simas sonrientes si es que los abismos pueden sonreír.

Por eso, que los pasodobles de Amparito Roca hayan sido elegidos para los trombones, para aguantar el camino que atraviesa Metepec hasta la plaza central, se agradece desde el principio, cuando los músicos de esta banda de viento y tambores se reúne.

Más adelante los violines y las cuerdas se les unirán en la serenata que le llevan a Santa Cecilia de Roma, la patrona de la música en la tradición católica. Aquí en Metepec la santa ha recorrido todos los barrios porque es muy venerada y su santo es motivo de fiesta, a pesar de la inseguridad.

Cecilia está considerada como una mártir perteneciente a la protoiglesia que en el siglo IV luchaba por sobrevivir y por mantenerse por lo menos con los fieles suficientes. La tradición, tan antigua que se mezcla con los lindes de las leyendas, cuenta que Cecilia pudo haber muerto entre los años 180 y 230. Esa fecha es tan indeterminada como otros aspectos, entre ellos la historia de su conversión y tortura.

El papa Gregorio, en 1594, la designó como patrona de la música, aunque su relación con ella resulta muy ambigua y en todo caso se reduce a un acorde espiritual, como el papa que la santificó lo dijo hace seiscientos años. En realidad, la vida de Cecilia es una leyenda que aborda la inocencia de la fe y de la cual, a lo largo de los años muchos se han aprovechado para construir una cosa obtusa y política alrededor del credo. Cecilia, condenada a muerte por su religión, fue llevada ante un verdugo, para que le cortara el cuello. Él descargó su instrumento tes veces contra la fragilidad de la santa, pero no pudo completar la tarea. Cecilia se negaba a morir.

El verdugo, dice la historia contenida sobre todo en las Actas del martirio de Santa Cecilia, huyó despavorido dejando a la joven herida de muerte pero viva. Por eso, algunas imágenes la muestran así, con un tajo sangrante en el cuello. No hubo milagros ni en su caso, porque Cecilia murió días después a causa de las heridas que el torpe ejecutar le había infligido.

Otros dicen que la relación de la mujer con la música se debió a una traducción incorrecta de la crónica de su muerte, pues tradujeron órgano, que en realidad era una herramienta para realizar alguna labor, y le dieron el significado de instrumento musical. A pesar de su muerte horrible, a Cecilia no la amilana Metepec ni la música que ahora se escucha en sus calles.

Ella recorre, a salvo en los cuadros que la pintan, las calles donde sus músicos han vivido toda la vida, y que tocando sus trombones, sus violines y sus percusiones intentan recuperar la ciudad de un poder político corrupto y mortal que gobierna ahí, y que ha tasado la vida del ser humano como menos que nada, igual a nada, en todo caso cero, que ya es mucho para ellos.





