Daniela Albarrán
Toluca, México; 20 de diciembre de 2020. Guillermo Arriaga es el Flaubert de este siglo. O mejor dicho, Marina Lugones es la Madame Bovary de este siglo, y es que conforme paso las páginas de “Salvar el fuego” no puedo dejar de pensar en esa Emma tristemente casada con un hombre tan soso e inútil como lo es Charles, aunque, eso sí, profundamente enamorado de ella.
Una de las cosas que más me sorprendieron cuando leí, hace ya algunos años, la novela realista por excelencia, fue que Flaubert haya podido escribir con tanta sensibilidad los sentires de una mujer del siglo XIX, la forma de pensar y el amor que profesaba. Esa pregunta, me parece, la contestó Arriaga en una entrevista que le hizo Valentina Trava, y su respuesta fue: “la literatura nos vuelve empáticos”.
En este punto, aclaro, no quiero discutir sobre la verosimilitud de una personaja creada por un escritor, porque creo que es por demás obvio. Sino más bien, que tanto Marina Lugones como Madame Bobary que fueron dos personajes creados en distintos tiempos de la historia, tienen tantas cosas en común. La primera es que ambas fueron creadas por un escritor.
La segunda, y dicho sea de paso, comparten con Anna Karenina de Tolstoi, la más importante: son unas Adúlteras, (nótese la A haciendo referencia, por supuesto a “La letra en escarlata). La tercera: las dos tienen maridos inútiles, aburridos y desabridos.
Hablar de Emma es hablar de una mujer frustrada tanto intelectual como sexualmente, porque aunque ella era una ávida lectora, su marido no lo era y por tanto, no podía llenarla de esa forma; sexualmente, porque en ese entonces los hombres no se preocupaban por el placer sexual de sus parejas. Pero hablar de Marina, dos siglos después, es hablar también de una mujer frustrada, de cierta forma, si bien no de la parte intelectual, sí de la parte amatoria. Pues su marido, Claudio, nomás entra en ella y se viene.
Entonces, ¿no las podemos sacrificar, acaso por haber encontrado en otros hombres lo que sus maridos no les proporcionan? Recordemos que las dos vienen de un estrato social alto, a pesar de las carencias que Emma vivió al final de sus días, ambas tuvieron una educación privilegiada y tuvieron la suerte, o no, de casarse con hombres que las aman devota pero aburridamente.
Y es que aquí viene lo interesante: ¿por qué dos mujeres que pareciera lo tienen todo en su matrimonio, deciden engañar al marido? Me gusta pensar que no lo hicieron con intención de lastimarlos, porque en ambas se ve un atisbo de arrepentimiento, sino ese pequeño affaire proviene de otra cosa, algo que el amante de Marina, José Cuauhtémoc, le dice: “Por tu curiosidad vital y porque tienes un sentido urgente de la vida” y, ay JC, no lo pudo haber dicho mejor. Sin querer o no, creo que con esa frase define a gran parte de las mujeres infieles en la literatura y en la vida.
Creo que cuando Arriaga le dio vida a Marina jamás pensó que estaba recreando el arquetipo de la mujer infiel, de la femme fatale que hace que los hombres que están a su lado pierdan, literalmente, hasta la vida por ellas. Pero también, que el amor que ellas profesan está destinado al dolor, y está bien, porque un amor tan así, como el de Marina y JC, de Emma por el cobarde de Boulanger, tienen que estar marcados por la fatalidad