13 noviembre, 2025

Columna Post It

Daniela Albarrán


Hace un par de días se virilizó un tuit de la escritora Fernanda Melchor en el que palabras más, palabras menos, decía que, si querían regalar algo, regalaran las nalgas, no sus libros de pdf. Se hizo todo un revuelo en la web y mucha gente se ofendió, la insultó etc., pues porque en esta época, uno no puede decir nada en redes sin esperar un linchamiento mediático porque todo lo que se tiene que decir, escribir, pensar y enunciar debe ser #PolíticamenteCorrecto.

El punto es que en esa discusión se encuentran dos posturas que se la estaban jugando: la primera, que es la de la veracruzana, es que, desde su perspectiva, el hecho de que se le leyeran en pdf, además de ilegal, provoca que su trabajo no sea retribuido dignamente, lo cual es completamente válido, por supuesto, sin embargo hay que recordar que la mayoría de las editoriales dan solamente el 10 por ciento de ganancias a los autores, sea cual sea su venta, o sea si eres un best seller te puede ir muy bien, pero si apenas y logras vender la mitad de tu edición, no será muy retribuido que digamos.

La siguiente postura que era la de los internautas más enojados, apelaban a que la literatura, el arte, y la cultura debería ser de libre acceso, y es una postura también completamente válida, más teniendo en cuenta que en México, acceder a la cultura y más, a la alta cultura, resulta en la mayoría de las ocasiones completamente imposible, pues es caro y elitista; Yo debo reconocer que compré “Temporada de Huracanes” porque claro que lo quería leer, pero la realidad es que no había encontrado el ePub.

El punto es que desgraciadamente o afortunadamente vivimos en un país donde todos hemos y seguiremos consumiendo piratería porque comprar las cosas originales muchas veces resulta casi imposible, hay casos en los que se come o se compra libros o entradas a conciertos o rentas de películas; pero lo que aquí debería salir a discusión es, sobre todo, el negocio de las editoriales y las grandes empresas que marchantean el trabajo de las y los creadores del país. Pues debería ser responsabilidad de la editorial que sus autores y todos los que se encargan del proceso editorial tengan una remuneración económica justa; lo mismo sucede con las empresas o incluso universidades que invitan a los autores o artistas a dar cursos, talleres, pláticas pero sin una remuneración ya no digo justa, sino acaso existente.

Es por eso, que propongo que, en vez de que sacrifiquen a Melchor, que seguramente le costó años escribir ese novelón, sacrifiquen a las editoriales y a todas las empresas e instituciones que no pagan de forma justa cualquier contribución que tenga que ver con el intelecto, la creación y el arte, pues los y las creadoras ¡también comen, visten y quieren vivir dignamente!

Nosotros, los consumidores, creo que también debemos ser conscientes de toda la mafia del poder que hay detrás del arte y la literatura que consumimos; no dejar de comprar piratería ni leer en pdf, sino asumir que hay otras formas de apoyar directamente a los artistas, como comprarles sus obras directamente, o entrar a los talleres que los autores dan y pagarles por eso. Pero, sobre todo, como sociedad y comunidad artística debemos exigir a las empresas, editoriales, y universidades que se les pague por su trabajo, y que se valore el trabajo creativo e intelectual, porque de aplausos (si es que los hay) no se vive.

Esta discusión acalorada, me recordó una vez que Xavier Velasco vino a Toluca y yo le di mi ejemplar de Diablo Guardián para que me lo firmara, él gustoso accedió y justo, cuando iba a la mitad de la firma se arrepintió, le cambió el semblante y me dijo: “no, no te lo puedo firmar porque tu libro es pirata” yo me quedé he-la-da, también estaban muchas personas mi primer pensamiento fue ¡qué oso, trágame tierra” y durante algunas semanas me sentí fatal. Ahora me da risa, pero también coraje, primero porque ese libro yo no lo compré, me lo regaló un exnovio, y ni él ni yo sabíamos que era pirata. Y dos, porque Velasco firmó un contrato con Amazon prime y decidió hacerse rico gracias a prostituir, literalmente a Violetta, uno de los personajes más emblemáticos de la literatura mexicana, y este wey que se las da de dandi se enojó con una mujer de  23 años que, además lo idolatraba como a un dios, por algo que ni siquiera ella sabía.

En conclusión, los culpables siempre serán las instituciones, editoriales, y universidades que tienen el poder económico de pagar y no lo hacen y los autores como Velasco o Melchor, les están haciendo la chamba bien y bonito.

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