13 noviembre, 2025

Columna literaria Post It

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Daniela Albarrán

Toluca, México; 16 de agosto de 2020. Voltaire dice que la tolerancia es peligrosa y como habitante del siglo XXI confirmo esa hipótesis. Durante toda mi vida escolar he escuchado que debo ser tolerante con el otro. Y estoy en parte de acuerdo, pero en muchas ocasiones me pregunto ¿Cuál es el límite de la tolerancia? Es decir, hasta qué punto uno está dispuesto a tolerar alguna situación.

Me explico, cuando hablamos de tolerar a alguien o alguna situación, generalmente nos encontramos frente a algo que nos incomoda, ya sea una persona o un lugar; y si nos incomoda, ¿por qué tenemos que ser tolerantes al respecto?

Entiendo que, en la actualidad, vivimos en un mundo donde se tiene que ser políticamente correcto, cuidar nuestras palabras y las acciones que cometemos, y lo menos que uno espera es que el otro tenga la misma cortesía con nosotros, pero ¿acaso eso no nos pone frente a una situación de hipocresía?

Hace poco iba caminando por la calle, y un niño como de tres años me aventó una cáscara de mango, obviamente me ensució de la fruta y su asquerosa baba, sus papás vieron pero no le dijeron nada, yo no pude aguantarme, le dije “escuincle baboso”, aunque no me escuchó me sentí un poco aliviada la impotencia que sentí, pues al ser un niño, no pude defenderme; pero durante todo mi trayecto lo estuve maldiciendo y deseándole lo peor en la vida; estaba enojadísima, sin embargo, después sentí la obligación de sentirme mal, no porque en realidad me sintiera mal, sino porque algo dentro de mí me dijo, oye, eso no se debe hacer, era un niño, no debes maldecirlo; eso me lo dictó la obligación de ser “tolerante”, no porque en realidad estuviese arrepentida de haberle deseado que le cayera un rayo.

A mi consideración, frente a ese incidente tenía 3 opciones, irme con el rostro golpeado y aguantarme como la estoica que no soy. 2. Decirle, niñito, oye ten cuidado, no golpees a la gente que pasa cerca de ti. 3. Lo que hice, dejar que se desatara mi furia de manera moderada maldiciéndolo.  Si hubiera elegido la primera opción, de decir nada, y contener mi enojo, entonces, hubiera sido la persona más hipócrita de este mundo; por el contrario, mi reacción fue de lo más sincera. Y también, la sinceridad es algo que la sociedad aprecia.

En ese tenor, no se puede ser sincero y tolerante al mismo tiempo. O eres sincero y dejas sacar tu furia de forma moderada dependiendo de las circunstancias, o eres tolerante, ergo, un hipócrita.

            Me queda claro que la tolerancia es la forma más hipócrita de comportarse, sin embargo, siempre te dicen que seas tolerante con el otro, cuando casi, ningún otro merece la rabia que implica nuestra tolerancia.

En fin, la hipocresía.

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