Xitlalitl Rodríguez Mendoza/ Periódico de Poesía/ UNAM
Ciudad de México; 12 de marzo de 2023
Zaria Abreu Flor es (1973) es poeta, guionista, tallerista, activista disca y autodefensa médica. Su long covid y los padecimientos crónicos que implica esta nueva enfermedad la han llevado a, entre otras cosas, crear Poesía en Pijama: un programa en streaming donde invita a mujeres pacientes crónicas y escritoras a platicar, leer y acompañarse. Este es un espacio que se aleja de los espacios capacitistas en los que, generalmente, se desarrolla cierta vida social de la poesía: las mesas de novedades de las librerías, los salones de lectura, los bares… Lugares todos ellos que exigen cierto tipo de horarios, de movilidad y de una escucha más bien verticalizada que pone los reflectores en la figura monolítica del poeta y se aleja de una escritura compartida. Por el contrario, la poesía de Zaria y de quienes la acompañan se realiza desde otra trinchera: la cama. El eslogan de Poesía en Pijama es “La cama disca como territorio político y la enfermedad como territorio poético”. Tuvimos la fortuna de entrevistarla y de añadir algunos poemas suyos a la conversación.
Xitlalitl Rodríguez Mendoza: ¿Cómo concebiste Poesía en Pijama?
Zaria Abreu Flores: Nace cuando, después de marzo de 2020, fui de las inauguradoras de la pandemia en México: me da covid y me deja con una serie de lo que yo, en ese momento, creía secuelas y que después me enteré que se trataba de una nueva enfermedad llamada long covid, que me discapacitó altamente, [al grado de que] no me permite salir de la casa, a veces ni de la cama siquiera, y que me ha enclaustrado en ella.
Y lo que empecé a hacer, porque finalmente soy poeta, consistió en un grupo llamado Rivothrillers que hacía performance escénico con poesía, música y varia cosa escénica. Me hacía falta ese contacto y ese leer o decir o versear; entonces empecé a grabarme y [al resultado] le puse Poesía en Pijama porque me la vivía en la cama, en pijama, enferma, y empecé a subir videos grabados todos los martes, de entre cinco y diez minutos, donde leía o decía algún poema; ahí nace. [El proyecto] surge de la necesidad de comunicación, de “salir al mundo”, de conectarse con otras personas, y entonces empieza a haber una respuesta muy amplia de mujeres con enfermedades crónicas y discapacidades que las tienen también en reclusión obligatoria o en sus camas; mujeres escritoras o lectoras con esta necesidad de decir o de ser dichas. Ahí comienza la idea de invitar a gente en vivo; al inicio [los programas] se planeaban de veinte minutos, pensando que no nos iba a dar el aire o “las cucharitas”, como decimos nosotras, pero terminaron convirtiéndose en conversatorios de dos horas donde leemos un poema y otro, pimponeando y platicando sobre la experiencia de escribir desde y con la enfermedad. Y desde y con el cuerpo.
Es un proyecto que ha ido mutando, como fui mutando yo; finalmente, también respondió a las necesidades corporales y las de comunicación, estando ya en una posición muy distinta en el mundo.
Ahora que dices que los padecimientos y la enfermedad van dictando también las formas de escritura, ¿cuáles consideras que sean las mayores diferencias entre una lectura y una lectura discas y una lectura o un texto normado?
Yo pensaría —y esto lo he sentido y lo he leído con algunas de las participantes— que mucho tiene que ver con la relación con el cuerpo. El cuerpo está presente, muy presente en la escritura disca y de todas las maneras posibles: no sólo la “desgracia” de la enfermedad sino el cuerpo, la presencia del cuerpo. [Además,] yo creo que cuando a una le muta el cuerpo, le muta el pensamiento y su modo de estar en el mundo, y eso muta la escritura porque la vuelve más colectiva; una deja de estar escribiendo para sí misma y escribe junto con otras.
Es la escritura de lo inescribible; se intenta escribir lo que no se puede escribir. A nadie puede describírsele lo que es un ahogo cuando el pulmón no te deja respirar, o ciertos tipos de dolores de la fibromialgia, de una migraña… Una escritura imposible que se sabe imposible y que, entonces, adquiere importancia en otros lugares, en el de la comunicación más que en el lugar de la literatura. En este punto la literatura es lo de menos, y lo de más, el encuentro. Se pone en duda un montón de cosas normadas como los cuerpos. A qué le llamamos “salud”, a qué le llamamos “estar sana” —hay muchas personas, por ejemplo, que creen que se escribe para sanar—. Yo creo que escribir no cura nada. A mí me ha mantenido viva el poder contar mi historia pero es distinto, por ese otro lado. Y también creo que, desde Zaria (no puedo hablar por todas las escritoras discas), esto me pasaba desde antes pero se corroboró con la enfermedad y con Poesía en Pijama. Una se aleja de un modo muy consciente de la literatura para abrazar la escritura. La Literatura es esa cosa en mayúsculas y con comillas donde los medios de producción pertenecen mayormente hombres y ciertos grupos privilegiados de poder; en cambio, la escritura es lo comunal, lo que permite decirle a una amiga “¿Te leo algo que escribí anoche?”. En ese sentido, Poesía en Pijama es muy íntimo: tenemos entre unas sesenta y setenta visitas por video, no todas simultáneamente y no todas en vivo; permiten y buscan otro tipo de comunicación. Las discas, las personas adultas mayores… Hay una serie de grupos vulnerables que quedan fuera de todas las ferias del libro, de todas las librerías de renombre, de toda esa parafernalia sin accesibilidad. Poesía en Pijama se aleja de la meritocracia y deja de buscarla.
Por lo que dices, hay muchas lectoras y escritoras que están buscando un sitio lejos de los espacios centralizados y normados, que es donde tendría que estar la poesía…
Ellas no están siendo contempladas, incluso desde los horarios: si tú piensas en una adulta mayor de 65 o 70 años, a la que se le dificulta la movilidad, y la lectura es a las 8:00 de la noche en no sé dónde, ella no puede ir y venir. [En cambio en plataformas como Facebook existe] esta accesibilidad (por eso me he negado a irme de ahí); fue lo que aprendieron a usar muchas adultas mayores. Tengo muchas butacas de oro para las que llegan a Poesía en Pijama, señoras de la edad de mi mamá (entre 75 años y 80 años) a las que les resulta muy accesible. Como los cuerpos están hechos para degradarse, enfermarse, vulnerarse y discapacitarse, en ese rango de edad se habla justo de este tipo de cosas, del cuerpo y tal: están siendo apeladas. ¿A quiénes convocamos?, ¿dónde y desde dónde lo hacemos? Se convoca desde lo capaz, desde quién puede llegar, quién puede acceder a la información y saber cómo buscarla y encontrarla… Habría que moverse a otros lugares pero que la poesía sea la que se mueve, no pedirle a la gente que se mueva hacia ella.
¿Crees que la poesía podría moverse al campo de la medicina? Muchos de tus textos y muchas de tus ideas circulan alrededor de esta falta de entendimiento por parte de los profesionales de la salud hacia el dolor que no les es propio.
Sería increíble; no tengo la respuesta, pero el intento sería increíble. No es sólo poner la poesía ahí; lo que hay que hacer es ponernos frente a frente médicos y pacientes a hablar en un espacio donde la escucha a las pacientes esté garantizada. Y esa escucha puede corresponder tanto a un poema como a un “Me siento así” cuando voy a consulta. Muchos de los temas que suelo tocar en mi escritura tienen que ver con eso. Ahora andamos planeando con mi madre — quien, como te comentaba que está enferma— impartir talleres de encuentros entre médicos y pacientes que se llaman “Por experiencia, nosotros mismos”. Si el poema no tiene al cuerpo presente, no va a pasar nada porque está ahí, puesto en un papel, y lo desestiman. De pronto, tendrá mucho más peso una biometría hemática en la mano derecha que un poema en la mano izquierda. [Los médicos] están más acostumbrados a los números, a ver si tienes linfopenia o tal otra cosa, que a escuchar tu cuerpo. El cuerpo presente también es la virtualidad. Se habla mucho de vidas que valen la pena ser vividas y de que “La vida está allá afuera”. Para muchas de nosotras, no. Porque no podemos salir. Es recapacitista decir que mi vida no vale la pena por estar en una reclusión obligatoria. Entonces, las vidas valen la pena por ser vidas, por ser nuestras, por estar aquí; no por escribir poesía, no por tal o cual, simplemente por el hecho de existir y estar puestas en este mundo. Esa es como otra de las apuestas de Poesía en Pijama: abrir espacios para decir “Aquí estamos”, “Estamos juntas”, “Tu vida importa”, “Lo que tienes que decir importa” y “Lo que tienes que contar nos importa”. Debemos tocar la medicina porque esta busca una normatividad inexistente en cuestión de salud. Para mí la salud no existe, es un tema de productividad capitalista: “si tu cuerpo es productivo, es sano”; los otros cuerpos somos desechables.
En la emisión de Poesía en Pijama donde invitaste a Elisa Díaz Castelo, dijiste: “La terminología médica que nos va atrapando en la descripción del diagnóstico”, lo que me parece una clara manifestación de la violencia porque la terminología excluye. ¿De qué forma esa terminología se aparece en tu escritura?
Pues la llena, se va colando. Dos cosas suceden ahí: la primera es que la invade, porque una empieza a hablar en esos términos con sus familiares, con sus amistades más cercanas, y empiezan a conocer los términos; una puede decir “Tengo tanto de proteína C reactiva”, y como es un lenguaje que empiezas a utilizar cotidianamente, también nace de esa forma en el poema. La segunda es que, al usar ese lenguaje en el poema y al volverlo propio, se lo arrebatas al otro; al arrebatárselo, lo vuelves tu propio lugar de enunciación y eliges desde dónde hacerlo, ya no le dejas al otro la capacidad de enunciarte sin que tú lo hagas. Elisa Díaz Castelo lo hace también con la ciencia en general. Hay muchos términos médicos altamente poéticos y brutales, pero una puede arrebatar esa enunciación del diagnóstico. Eso ha sido muy importante para mí porque así es como interfiere la enfermedad con el cuerpo.
Intento mostrar esto con poemas que se vuelven poemas clínicos, pero como juegan con la sensación corporal, la emoción, la tristeza, el dolor y el miedo, también —regreso aquí a tu pregunta anterior— los médicos pueden empezar a entender qué sucede cuando le dicen a alguien “Tiene usted un granuloma”. Más allá de la palabra “granuloma”, empezar a entender qué está pasando en esa cuerpa, en esa mente y en esa corazona.
Mi papá es médico y asegura que hay tantas enfermedades como pacientes; o sea, no podemos decir “gastritis” y ya, sino “la gastritis de…” En ese sentido, todas las enfermedades son enfermedades raras y los pacientes merecemos saberlo.
Tu libro más reciente, Sólo sabemos aullar, ¿se escribió a la par de tu long covid?
Lo que pasa es que yo tenía discapacidades previas y, también, neurodiversidades como el autismo y la epilepsia. Este libro nace de la idea de una muy amiga querida, Claudia Islas, para apoyarme con los gastos médicos. Se trata de una mezcla de poemas escritos con anterioridad y de algunos que pertenecen a este proceso. Sólo sabemos aullar revela esta dinámica de transformación, de lo inabarcable en la escritura, de lo que el lenguaje no puede decir. [Alejandra] Pizarnik, por ejemplo, decía escribir porque buscaba el silencio, un maravilloso silencio. Además de este, estoy buscando un modo de decir lo indecible y, en ese sentido, la búsqueda no se acaba; sabes que no vas a lograr decirlo pero que seguirás en el intento. De ahí aquello de Sólo sabemos aullar. Hay cosas que sólo dicen los aullidos, que sólo dice el grito de desesperación cuando llevas tres días ahogándote, que sólo las dice el llanto o el cuerpo tenso. Intentar ponerlo en palabras es un juego que, de antemano, sabes que vas a perder pero quieres hacerlo para dejar constancia. Sobre todo siendo mujer, quienes somos, cómo enfrentamos y vemos la enfermedad; la enfermedad es castigada, la enfermedad es la nueva versión de la frase “el pobre es pobre porque quiere”: “el enfermo es enfermo porque quiere” y porque no le echa suficientes ganas. Al sistema le ha funcionado muy bien esto de “tú puedes”, “hazlo tú mismo”, y de apelar a una resiliencia que, finalmente, se trata de resistir un golpe tras otro sin quejarnos. Y esos golpes vienen del capitalismo.
Hay más opresiones y violencias sobre las mujeres…
Está comprobado que a una mujer en una sala de espera tardan tres o cuatro veces más que un hombre en darle un analgésico, cuando el umbral del dolor de las mujeres es más alto simplemente porque el cuerpo está constituido para parir y ese constituye uno de los dolores más cabrones que puedan soportarse. Aún así siempre va a asumirse que el dolor es histeria. Ya el término histeria nos viene bastante mal pero sigue ahí. Los síntomas habituales de un infarto son los síntomas que les dan a hombres blancos en edades sanas, lo cual deja fuera al resto de la población. A las mujeres con síntomas de infarto no les duele el pecho (es rarísimo que ocurra), sino la espalda o el cuello, y estas cosas no se saben. Todo está situado, la enfermedad también, y se le sitúa por género y por visión de género. La medicina es altamente patriarcal. Ese es otro asunto importante para Poesía en Pijama: no tiene invitados hombres hetero cis no porque neguemos la existencia de banda disca y enferma en ese sector —hasta he pensado en un especial donde puedan participar—, pero están situados en otro lugar y desde otra perspectiva.
Sólo sabemos aullar apela a esta no literatura, a este tipo de escritura y a decir “aquí vamos a hablar de lo no podemos hablar”. A ese libro le ha ido muy bien con la banda y muy mal con las literatas —o con algunas de ellas, por crudo o por cómo se expresa o por la supuesta revictimización—. Pero eso lo que pasa con la LITERATURA: elige los temas y los modos. Temas y modos que convienen a la meritocracia.
***
Zarkaneana
(Paráfrasis de Sarah Kane para tiempos modernos)
Síntomas: No come, no duerme, no habla, no siente impulso sexual, desesperada, quiere morir. Diagnóstico: Aflicción patológica. Besitran, 50 mg. El insomnio empeora, ansiedad severa, anorexia (pérdida de peso: 17 kg), aumento de ideas, planes e intenciones suicidas. Suspendido tras hospitalización.
Ahora el pez azul está en vaso rojo, desechable, congelándose en la nevera, después de consumir cantidades enormes de lidocaína que puse en ella, primero con gotas cuidadas y contadas:
1 gota, 5 minutos // 2 gotas, 5 minutos //
3 gotas 5 minutos // 4 gotas, 3 minutos //
5 gotas, 2 minutos // 5 gotas, 2 minutos //
15 gotas, 1 minuto // 15 gotas, 1 minuto // 15 gotas, 1 minuto
Luego el gotero completo cuatro chorrazos así nomás de golpe, ya para el final, vaciando el frasquito en una cantidad ridícula de agua… siguiendo las indicaciones de una paginita de internet que dice “¿Cómo matar a pez de forma humana?”
Fluoxetinahidroclorídrica, nombre comercial Prozac, 20mg, aumentados a 40. Pensamientos homicidas hacia varios doctores y compañías farmacéuticas. Humor: Encabronadamente encabronada.
Y eso, “El acto de conmiseración” ese “matar a un pez de forma humana”, es asesinarlo, se elige el método, se toman las precauciones, el tiempo, la practicidad…
Matar a un pez de “forma humana” es dejarlo sin comer durante días, no cambiarle el agua, ser la cabrona que lo tuvo durante meses en una esquina del librero…
Ese pez no es un pez, ese pez no existe, ese pez soy yo siendo yo misma mi “dueña”: el agua sin cambiar durante días (a veces semanas). Ese pez es la representación de mí misma. Una representación tan fidedigna que se me reventaron los ovarios cuando lo vi aletear tantito, subir a la superficie buscando agua: ese pez soy yo matándome dos veces.
Vantral, 75 mg, aumentados a 150. La paciente rechaza el Serotax. Hipocondría. Menciona parpadeo espasmódico. Rechaza cualquier otro tratamiento.
La primera muerte fue silenciosa, sin dramas ni aspavientos. Fue lenta, quedita, en susurro. Bastó con olvidarse de que el pez estaba ahí, lo demás vino solito…
Primera fase: dejarlo morir de muerte natural nada natural.
La segunda muerte fue la contundente, hubo que tomar LA decisión; buscar los métodos “para que no sufra” y es una estupidez porque de cualquier modo ya está muerto, lo mismo hubiese dado estrellarlo contra el piso. Entre el putazo contra el suelo o la lidocaína, ¿cuál era la pinche diferencia? Gol-pes-de-pe-cho.
Deftan, 70 mg. Pérdida de memoria a corto plazo. Discusión con el doctor en prácticas al que acusó de traición tras lo cual se afeitó la cabeza y se cortó los brazos con una cuchilla.
La segunda muerte fue la contundente. Yo voy en la primera, “ser la cabrona que me tiene durante meses en la esquina de un librero”. La segunda será elegir el método. “Que no sufra” dirá la Zaría-dueña de la Zaría-pez. Y será igual de ridículo, de humano, de idiota:
*Golpes de pecho. Que no sufra*
El punto es que, iniciada la primera, no hay retorno y la segunda llegará. Soy la “dueña” (no elegida) en ambos casos. Lo que es, es. No hay acciones. Tomarme una sobredosis, abrirme las venas y después ahorcarme.
. – ¿Todo a la vez?
– Así no podría malinterpretarse como una petición de ayuda
Deftan y Seropram suspendidos. Síntomas de la suspensión: vértigo y confusión. La paciente no deja de caerse, desmayarse y caminar hacia los coches. Ideas alucinatorias: cree que el médico es el anticristo.
Etapa terminal.
Primera fase iniciada
–al borde del término-
NO HAY RETORNO.
La segunda fase llegará, tarde o temprano, eso es seguro.
Quizá hoy lloré tanto porque supe que soy capaz de hacerlo:
Todo suicida es un asesino
todo suicida es un asesino
todo suicida es un asesino
hoy me doy cuenta que también viceversa.
Pensar en levantarse es inútil. Pensar en comer es inútil.
Pensar en vestirse en inútil. Pensar en hablar es inútil.
Pensar sólo en morir,
sólo en morir,
sólo en morir,
es jodida y absolutamente inútil.
100 aspirinas y una botella de Cabernet Sauvignon búlgaro de 1976. La paciente despierta en un charco de vómito y dice: “Quien con perros se acuesta, con pulgas se levanta”. Intensos dolores de estómago. No más reacciones.*
* En negritas: fragmentos de Sarah Kane
Vodkita
Urbana hasta la madre.
Ubres bienhechoras, nodriza de mi angustia.
Mujer-vodkita.
Yo borracha, mi sexo con tu sexo.
Mujer-vodkita.
Tacos, perros callejeros, la luz de la mañana.
Vodkita/blues.
Beberte hasta morirme de cirrosis.
Beberte hasta reventarme sienes y conciencia.
Quebrarme el hígado.
Romperme las pupilas.
Beberte, arsénico.
No parar / No ceder / No vencerme / No rendirme.
B e b e r t e.
Mujer-vodkita-blues.
En el último trago la dulzura
se me volvió veneno entre los labios.
Desarticúlame estas ganas
desgárrame la lengua que busca tus pezones.
Vodkita –again–
anforita de metal a medio pecho
enterrada como daga.
Sangrante el coño, después del beso-bala.
***
ya no te amo // me dijiste
con la calmada inspiración del ansiolítico
menos vodka // más Prozac
te dijo el médico
y el amor se fue a la mierda…
Poemas pertenecientes a Sólo sabemos aullar (TS Ediciones, 2022).
Me reventaron una vena,
una tras otra buscando
que el cuerpo aceptara la entrada del catéter
El cuerpo dijo no,
fue forzado.
Miro el moretón en el brazo izquierdo.
Sangre coagulada debajo de mi piel.
Algo en mi constitución física está mal hecho
a nivel mitocondrial mi tristeza se derrama,
Microscópico serial killer Long Covid
a long long long love
a long long long song
a long long long blood
A long long long LONG COVID
Se me descompone la sangre.
Su sangre es de otro color
dijo la microbióloga del instituto
Yo ya lo sabía
venía diciéndolo
mirándolo en los tubos de ensayo
que llenan cada mes.
Mi sangre es de otro color
la microbióloga lo dijo
es un instituto importante
Por fin algo va a pasar, se darán cuenta
s i e t e meses:
Nada.
Paciente en protocolo de investigación.
Firmé una hoja donde avisan que
van a congelar mi sangre,
van a estudiar mi sangre,
van a buscar respuestas en mi sangre.
Firmé un papel donde me avisan
que eso no significa que van a tratarme
o aceptarme en el sanatorio en caso de emergencia.
A long long long love
a long long long song
a long long long blood
A long long long LONG COVID
Firmé tres copias.
Sigo mirando mi sangre de otro color
en los tubos de ensayo mientras tarareo:
A long long long love
a long long long song
a long long long blood
a long long long LONG COVID
Demuestre que (no) es un robot //
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su publicación infringe nuestras normas.
Su amiga ya no es más su amiga
acéptelo
es su culpa
se volvió usted una loca
amargada de mierda.
No se puede hacer eso sólo
por estarse muriendo.
Ya no tiene nada que dar
porque no puede ni salir.
Muérase de una vez
y deje de anunciarlo.
Hágalo en silencio,
higiénicamente y
acéptelo
usted se muere porque quiere
no tomó suficiente gengibre
no vibró suficientemente alto
no supo ser la enferma que sonríe a la desgracia
y la vence a punta de buenas actitudes.
Usted se ha ganado su muerte.
relámpago dulcísimo de muerte
atraviésame los huesos quiébrame la
entraña párteme en dos cáeme encima
con toda tu eléctrica tormenta
atraviésame otra vez rómpeme
desgájame jódeme estas ganas de –a
veces– no morirme súrcame tu furia
relámpago dulcísimo de muerte no me
dejes vivir no me des paz fúndeme los
ojos con los tuyos mujer daga entre los
senos ternura del suicidio a largo plazo
invítame tu último trago de veneno
inyéctalo en mi hígado no me dejes
olvidar la miseria que me puebla este
asco la daga que me rasga el corazón
desde la mañana en que nací
desángrame
relámpagodulcísimodemuerte
Una se enferma, las amigas acuden en multitudes al rescate, escriben, llaman, proveen lo necesario,
hacen compras, mandan audios, recomiendan doctores, traen comida a casa.
Una sigue enferma, las amigas se preocupan, preguntan, mandan audios, hacen llamadas, traen comida a casa, algunas ya no hacen compras (no siempre se puede).
Una sigue enferma, las amigas se acostumbran, escriben menos, llaman menos, algunas proveen lo
necesario, ya no hacen compras, algunas mandan audios, recomiendan docs y curas milagro, ya no
traen comida casa.
Una sigue enferma, empeora, las amigas se cansan, escriben menos, ya no llaman, ya no proveen lo
necesario, ya no hacen compras, mandan audios golpesdepecho, recomiendan curas milagro.
Una sigue enferma, sigue empeorando, empeora, las amigas se cansan, escriben menos, ya no llaman,
ya no proveen lo necesario, ya no hacen compras.
Una sigue enferma, sigue empeorando, las amigas se asustan, escriben menos, ya no llaman.
Una sigue enferma, sigue empeorando, las amigas se asustan, escriben menos.
Una sigue enferma, sigue empeorando, las amigas se asustan.
Una sigue enferma, sigue empeorando.
¿Las amigas?
Una se muere.
Las amigas se reúnen, se rompen, lloran, se llaman entre ellas, se sostienen,
acuden en multitudes al rescate, se escriben, se llaman, se proveen lo necesario,
se hacen compras, se mandan audios,
recomiendan libros de duelos,
comparten comidas
hablan de una,
de lo mucho
que la han
querido.
Zaria Abreu Flores / Ciudad de México, 1973. Poeta, guionista, dramaturga y tallerista. Estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. En 2004 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo con la obra Carajo, Malena. Fue becaria del Fonca y en 2008 ganó el Premio Interamericano de Poesía Navachiste. Es autora del libro de poesía Solo un aullido (2022).