Miguel Alvarado
Toluca, México; 19 de septiembre de 2020. Hoy cumplimos dos años en VCV Noticias y aunque parece que han pasado 20 años, también que apenas tenemos dos días. Nada de esto ha sido fácil. Ni el parto que nos dio origen ni tampoco lo que vino después. Pero también de eso se trataba. De estar juntos, de resolver los problemas que pudieran aparecer y de ponerse de acuerdo en lo esencial. De entender, o terminar de entender, para qué sirve un medio de comunicación.
Uno no puede suponer, si no lo ha vivido, la responsabilidad que significa la construcción de un medio de comunicación en un lugar como la capital del Estado de México, donde la cerrazón informativa hace a veces imposible la difusión de la información que merece ser conocida. Como nunca antes había pasado, el Estado de México y su capital, Toluca, se adentraron por un camino de violencia que nos alcanzó a todos, y que ha rebasado cualquier intento de contención o combate por parte de las autoridades. Estos dos últimos años fuimos testigos de la fragmentación del Estado de México, de su polarización política y de la pugna entre fuerzas que quieren gobernarlo. Parecía, hace dos años, que asistíamos al final del reinado medieval del Grupo Atlacomulco, encabezado por Enrique Peña y empresarios como la familia Hank, o la familia Peralta. La llegada de Morena al poder federal parecía que cambiaría las dinámicas públicas del gobierno del Estado de México y otras cosas como el ejercicio del periodismo tradicionalmente cooptado, manipulado, desaseado, al servicio del poder y que se había convertido en un instrumento para narrar las inexistentes virtudes de un gobierno que nunca gobernó para todos.
También fuimos testigos de cómo el valle de Toluca se ha llenado de ejecutados, de una narco-guerra que también se libra en las calles de la capital y de la aparición de personajes siniestros como un asesino serial.
Dos años después, quienes integramos VCV tenemos antes nosotros un panorama distinto de cuando comenzamos. No solamente los poderes que controlan el lugar en el que vivimos nos han abierto los ojos. Aún tenemos una agenda pendiente y que la resolvamos adecuadamente significa que podremos seguir trabajando en una actividad que ya se ha vuelto peligrosa y a veces ha demostrado ser mortal.
También nos han cambiado nuestras formas y maneras, nuestros distintos puntos de vista, nuestros enfrentamientos internos, nuestros encuentros y desencuentros, nuestros acuerdos y desacuerdos, algunos de ellos insalvables y ni modo. Pero otras fuerzas han sido trasformadoras porque son parte de lo elemental de la vida. Nos hemos conocido mejor y también a quienes rodeamos, a quienes entrevistamos o seguimos, a quienes se enfrentan de manera directa a la pérdida, al genocidio, al asesinato, al feminicidio inentendibles.
Quienes colaboran y quienes ya no están, suman y han sumado siempre.
Compartir este tiempo con quienes son parte de VCV ha sido la mejor recompensa y por eso esta columna está dedicada a mis compañeros Karen Colín, Ramsés Mercado, Brenda Cano y Marco Antonio Rodríguez, cada uno de ellos una parte insustituible en la vida que me ha tocado vivir.
Y por supuesto, a Stella Cuéllar, siempre pendiente de lo mínimo, de lo esencial, de lo vital.
Somos. Estamos. Y Viceversa.



