Ramsés Mercado/ Miguel Alvarado
Toluca, México; 3 de septiembre de 2021.
La pena la lleva en las manos, es un espanto, un dolor que le muele los huesos y por eso cree que no se sostiene, porque en ese espacio se ha posado la ausencia. Yo me acuerdo cómo se siente cuando alguien no está y uno no se explica por qué. Yo me acuerdo que en el lugar de los huesos sólo queda el vacío, el sordo pasar del tiempo acumulado en las piedras que se pisan, en la hierba creciendo frente a uno, en el cielo casi negro, aunque no haya nubes y apenas sople el viento. Pero ése, el dolor de ella, es un dolor que sólo ella sabe cómo se siente.
Decimos que en las manos lleva la pena porque ahí, ahora mismo, sostiene la foto de Miguel Ángel Velázquez Morales, a quien policías municipales lo detuvieron en el barrio de San Felipe en Tonatico y desde entonces nadie lo volvió a ver.
La desaparición forzada ocurre cuando una autoridad, ya policías, militares o funcionarios públicos ha detenido a alguien, pero después esta persona no aparece por ningún lado. No hay registros de ingresos a ninguna dependencia y quienes lo detuvieron inicialmente no saben nada, no dicen nada, no nada y solamente dicen no.
Esto no lo sabía la familia de Miguel Ángel, pero lo supo el 12 de julio de 2021. Desde entonces, el joven no aparece porque quienes lo detuvieron no quieren decir qué fue lo que le hicieron, cuál fue su suerte, por qué. Y cuando eso pasa, cuando las autoridades son las que desaparecen, entonces qué se hace, dónde se tiene que buscar.

-No sabes a dónde se lo llevaron, no sabes en qué problemas te puedes meter y pues mejor hay que pedirle a Dios nomás- dicen quienes lo buscan, que temen por él pero también tiemblan por ellos, porque este el país del miedo, y cuando a uno le toca no puede dejar de temblar, de pensar que buscar a su niño, a su hermano, a su esposa, a su amigo le costará la vida. Esta es la entidad donde la vida no vale nada, pero vale todavía menos que el miedo que uno siente. Por eso, uno cree que es mejor pedirle a Dios porque ni siquiera se tiene dinero para buscar a quien no está.
No es Dios, pero en eso el perro responde y su ladrido es corto y profundo. Por ahora es la respuesta que obtienen quienes buscan a Miguel Ángel, y que le lloran porque se llevó un pedazo de su corazón.
Yo quisiera poner esto en manos de Dios pero este dolor no me deja dejarlo- dice uno de ellos, quien dice mientras llora que ni a los perros los dejan porque sus dueños los nadan buscando. Esto que parece ser el final de todo para ellos, no es más que el comienzo de algo que les inundará el corazón de muchas cosas, los cegará y después les permitirá ver que en el Estado de México hay cientos como ellos, que han pasado y todavía lo viven por esto mismo. Y también sabrán que solos, que ellos solos no podrán hacer nada si no se unen a otros que buscan y que no se cansan de encontrar aunque sea a otras personas de otras familias porque de eso se trata la unión.

Pero ahora, quienes buscan sólo quieren de vuelta a Miguel Ángel.
-Y es por eso que hemos estado pegados a las noticias. Y yo digo… a ver… no sé…
Y uno no duerme, no come. Sólo anda, deambula. Pero hay que hacerlo porque se trata de alguien a quien uno quiere. Hacerlo es buscar, intentar, patear las puertas, romper las ventanas.
Pero los policías que detuvieron a Miguel le han dicho a la familia que no hablarán porque están en su derecho, un derecho torcido que el Estado les da, o que ellos se han tomado como propio, justo y legal.
-Ora sí que tienen más derechos los delincuentes que las víctimas, porque a ellos nada más los encierran, pero mi hijo no aparece. ¿De qué nos sirve que los hayan encerrado si no dicen en dónde está Miguel?
El 12 de junio de 2021 en Tonatico hubo una riña. A Miguel fueron por él los policías hasta su casa, de donde lo sacaron para llevárselo. Los policías le dijeron que saldría al otro día, pero eso no sucedió.
No sale, eso fue el día 13, que iba a salir. Como a las siete, ocho de la noche, voy y pregunto, porque me dijeron que ya había salido al ministerio público y resulta que no hay registro de Miguel, quien se dedica a lavar carros, en tanto terminaba la carrera de derecho. Tampoco existe registro de él en Ixtapan. Su familia no vio que hubiera sido dejado en las galeras, pero identificó a los policías que lo detuvieron.

– A las dos de la mañana lo dejamos salir -les dijo uno de ellos, cuando fue interrogado, y después no permitieron que se consultara el registro de esa salida. “¿Quién dio la orden?”, se pregunta la familia, que recorrió hospitales antes de poner una denuncia en Tonatico.
Las autoridades dijeron que la averiguación previa sería ejecutada, pero la carpeta la enviaron a Toluca. Incluso les dijeron que había un detenido. Incluso les muestran un video en el que se ve cómo los policías suben a Miguel a un taxi.
A un taxi.
-¿Lo reconoce?
– Sí. Sí lo reconozco- respondió quien vio ese video.
Después, al paso del tiempo, se detuvo a tres policías, pero la familia no sabe si en realidad están presos porque no los ha visto. La familia decidió salirse de Tonatico, porque las cosas no están fáciles y ese municipio tiene un historial muy amplio de desapariciones.
La familia no sabe qué hacer bien a bien, pero sigue buscando al joven, a quien los policías subieron a un taxi sin registrar si entró o salió de algún ministerio público. Hasta hoy, la familia sólo tiene algo seguro: el silencio de los culpables.

Fotografía: Ramsés Mercado.