12 febrero, 2025

El guardián de un oficio ancestral

El guardián de un oficio ancestral

Toluca, México; 18 de enero de 2025

Isaí Ronces/ Escuela Superior de Fotografía Lumière 

En el corazón de un taller tranquilo y modesto, escondido en las calles de la ciudad de Toluca, diariamente convergen la melodía de los martillos golpeando el cuero, el aroma del cuero envejecido y el polvo de las pisadas olvidadas. Este lugar es el espacio de don Daniel, un maestro zapatero, un guardián de un oficio ancestral y un testimonio del espíritu perdurable de la artesanía humana.

Don Daniel, de 65 años, lleva más de tres décadas devolviéndole la vida a las suelas de zapatos gastados. Es el guardián de un oficio milenario, un arte que prospera en medio de las siempre cambiantes y constantes mareas de la modernidad. En la tranquilidad de su taller repara, cose, moldea y en algunas ocasiones incluso hasta fabrica cada un par de zapatos. En cada trabajo, don Daniel les infunde un toque de su alma, que va impregnada de una amplia experiencia. Para él, esto es más que un simple trabajo; es una pasión eterna.

“Creo y veo a mi oficio como un trabajo digno de artesanos”, dice don Daniel mientras fija su mirada en un par de zapatos que piden a gritos su intervención para tener una segunda oportunidad. “Hoy todo es automatización y producción en masa, el calzado de hoy ya no es el mismo, la calidad ya no es la misma. Muchos de mis clientes aún aprecian la autenticidad de mi trabajo. A veces creo que cada par de zapatos que reparo llevan un pedazo de historia, son una conexión con mis manos, estas manos que han sido mi guía, mis herramientas, mis utensilios de trabajo y que gracias a ellas he podido resucitar a un sinfín de zapatos”.

En un mundo donde lo desechable se ha convertido en la norma, don Daniel lamenta la afluencia de zapatos de calidad inferior que inundan el mercado, a menudo de origen chino. Son, en sus palabras, «prácticamente desechables», mermando la esencia misma de su oficio. Sin embargo, su optimismo sigue inquebrantable. «La gente siempre usará zapatos y por suerte muchas personas aún compran calzado de calidad», afirma, y en esa convicción encuentra esperanza para el futuro de su oficio.

Pero no es sólo su dedicación al oficio lo que define a don Daniel: es su tenacidad. Se enorgullece de su soledad y disfruta de la paz y la tranquilidad de su taller. Es un artesano solitario que encuentra consuelo en la sinfonía de sus herramientas, el ritmo de su trabajo y la intimidad de la creación. Es una dinámica cotidiana entre él y los materiales que lo rodean, donde la suela se suele convertir en el lienzo y la puntada en la pincelada.

Pero más allá de su taller florece una pasión sorprendente: el amor por correr. Desde hace más de 15 años, don Daniel ha cambiado su delantal de zapatero por unos tenis para correr. Desde enérgicos sprints de cinco kilómetros hasta el agotador Maratón de la Ciudad de México. Don Daniel ha dejado sus huellas y su esfuerzo en varias pistas, acumulando una colección de medallas como prueba tangible de su vigor y espíritu.

Con medallas del Maratón de Veracruz, Acapulco y el Maratón de Lala adornando su humilde taller, don Daniel tiene una vida nada menos que extraordinaria. Para él, hacer calzado y correr no son actividades paralelas; se complementan uno al otro. Cada oficio realza al otro, llenando su vida de significado y alegría.

Pero no se trata sólo de las carreras o la artesanía del calzado; se trata del hombre detrás de ellos. La historia de don Daniel es un testimonio de la capacidad ilimitada del espíritu humano para encontrar belleza y plenitud en los lugares más improbables. En la reparación de los zapatos y el golpeteo de las aceras en cada trote, ha descubierto su propio estilo de arte y resiliencia, creando una vida que ha abarcado tanto resistencia como pasión.

Mientras continúa remendando suelas y persiguiendo sueños, don Daniel sigue siendo un faro de inspiración, demostrando que la artesanía más simple puede generar la vida más grandiosa. Ofrece una lección eterna: un recordatorio de que los verdaderos tesoros de la vida se encuentran en el dominio de nuestras pasiones y la resiliencia del espíritu humano. Con cada zapato que repara y cada milla que corre, don Daniel teje su narrativa en el rico tapiz de la existencia, recordándonos la belleza que se puede encontrar en lo cotidiano.

IG: isai_ronces

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