
1989
Por: Carla Valdespino Vargas
En noviembre de 1989 yo tenía 12 años; dos meses atrás había comenzado a estudiar la secundaria. En ese entonces mi vida era… un gran letargo. No recuerdo que algo haya despertado mi interés; no poseía la mínima emoción por la escuela nueva -después de haber cursado la primaria en cuatro «nuevas» escuelas, no había mucho por festejar. Ahora que lo pienso, sólo la bicicleta me sacaba un poco del estado de hiberno-pubertad en el que me encontraba… era una bici de pista color azul cielo, que un día desapareció misteriosamente, como muchas cosas en la vida.
Como en muchos hogares, en el mío se vivían las consecuencias de las múltiples crisis económicas mexicanas; aunado a eso, mi mamá había dejado las clases en una primaria –no le rendía el dinero- y comenzaba con el negocio de los pies de manzana. En casa teníamos lo indispensable, no había lujos. Una pequeña y vieja televisión (si la memoria no me traiciona, aún blanco y negro) cumplía la función de distractor. Cierto día, la pantalla dejó ver aquel memorable 9 de noviembre y sentada frente al aparato, fui testigo de la “caída” del Muro de Berlín. Recuerdo muy bien las imágenes: sólo había felicidad/emoción en el rostro de las personas; lágrimas, cantos, abrazos… festejos. La gente martillaba el muro, las grúas movían bloques enteros de concreto… En realidad yo poseía escasa información al respecto y lo confieso abiertamente: en esos años no tenía una conciencia política de ningún tipo (es más, no sé si ahora poseo una). Sabía que existía unmuro, supongo que en la escuela me habrán dicho algo, sólo eso. Mas ese día, extrañamente, fue importante en mi vida, no sabría contestar por qué, pero así fue.
En ese momento no entendí las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que implicó para el mundo dicho acontecimiento. El Comunismo había terminado, era un hecho… luego… comenzaría el movimiento de la Perestroika -incluso tuve mis botas negras con dicha marca. Y una vez más, vi por la tele cómo los países «sometidos» por la ex URSS obtenían su libertad. Finalmente los malos habían perdido y el capitalismo había triunfado.
Diez años después caminé por la misma calle que había mirado en aquella pequeño-vieja televisión blanco-negro. La Puerta de Brandemburgo se levantaba orgullosa. Grúas gigantescas se erguían por los aires dibujando el paisaje berlinés. Se construían/remodelaban edificios en los espacios que el otrora Berlín oriental había abandonado después de la guerra. La nueva capital tenía que estar lista, pues la potencia germana se preparaba para comenzar con el gran proyecto llamado Unión Europea…
Han pasado 21 años desde la famosa caída y finalmente he comenzado a entender -no bien a bien- que aquellas escenas vistas en casa, desde mi letargo, no fueron más que el símbolo de lo que se reforzaba en el seno del capitalismo: eso que ahora llamamos neoliberalismo… el famoso capitalismo aberrante que ha llevado a la pobreza a millones de habitantes de este planeta… finalmente, los buenos no eran tan buenos.
Las calles de Berlín me ofrecen un poco de historia… las camino[1] para (re)conocerlas y me doy cuenta que el ambiente de la ciudad es similar a la primera vez que estuve aquí: grúas gigantescas se yerguen por los aires dibujando su paisaje. Se (re/de)construyen/remodelaban edificios… la ciudad siempre ha estado en constante cambio: después de la primera guerra; después de la segunda guerra; después del 61; después del 89… y quizá exista un después del 2011 pues aún hay muchos rincones que gritan las heridas de esta ciudad.
Pareciera que el mundo ha olvidado los acontecimientos de/en este lugar. Pero aquí en Berlín se respira un cierto ambiente de nostalgia, Berlín aun tiene cicatrices y en cada paso está le presencia-ausencia del muro, de la historia… ahora se vende lo que un día fue… ahora es cool vivir en la otrora Berlín-Oriental… ahora es chic poseer una bici-oriental… ahora es nice subirse a un Trabant[2] y dar la vuelta por Mitte[3].
Hace algún tiempo, durante una ponencia, aseguré que 1989 había sido el parteaguas en la historia del mundo, pues con este hecho el capitalismo había triunfado, lo que representaba la puerta abierta de par en par al neoliberalismo… una profesora me sugirió no afirmar una cosa así, pues el neoliberalismo ya había sembrado sus raíces en gran parte del mundo… Sí, quizá eso digan los libros[4], pero creo que al ver Berlín no es posible negar que la historia del Capitalismo cambió aquí… en 1989.
[1] Aunque los berlineses prefieren recorrerlas en bicicleta.
[2] El auto más común en la República Democrática Alemana
[3] Es el barrio de Berlín más representativo de lo que fuera la Berlín socialista.
[4] Hoy le sugeriría a dicha profesora leer el libro de Michael Ignatieff, Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo