20 noviembre, 2025

Miguel Ángel Gadner: golpe a golpe

Miguel Ángel Gadner: golpe a golpe

Miguel Alvarado

Ciudad de México; 18 de julio de 2021

En el departamento de enfrente un hombre rompe la pared y el golpe de su mazo retumba en todas las casas. Las ventanas retumban como lo hicieron en el terremoto de 2017 y las puertas, el espíritu de su madera, se resquebraja como si un incendio las consumiera decididamente.

Si la casa que uno construye no da refugio, no tiene sentido sostenerla y es mejor dejarla. Uno debe retirarse y construir hasta que haya paredes fuertes para resguardar lo que uno fue, es y será. A Miguel Ángel Gadner tal vez le pasa lo mismo, pero él es afortunado porque ha encontrado en el arte esa casa que no se cae. Quizá porque ha estado juntando, desde hace doce años, los pedazos que sobran en la maderería que administra para convertirlos en cuadros y esculturas, en vez de echarlos a la basura o triturarlos.

Todas las fotos: Miguel Alvarado.

Esos pedazos, de todas formas y tamaño, le han ayudado a Gadner a adentrarse a un territorio de posos insondables que al paso del tiempo han configurado una especie de engranaje que retrata la belleza de las ciudades, incluso de los cinturones miserables o de las urbes perdidas cuyas constantes son el gris de sus muros, el color ausente que quiere decir, digan lo que digan, que no son hogares sino prisiones diseñadas para perpetuar el desasosiego. Lo que ha construido Gadner son patrones mandálicos que pueden verse en la exposición a la que llamó Golpe a Golpe, en la imponente Casa de Cultura de Tlalpan, cuya fachada ya justifica todo el sol, todo el tráfico, todas las casas agujereadas que uno debe recorrer o dejar atrás para llegar al bosque donde se ubica.

Gadner dice que sus obras y exposiciones forman parte de un sueño no deseado y con esa sola frase se ubica de inmediato detrás de su creación, respaldándola, pero dejando que el arte que ha ensamblado discurra en las paredes de las que cuelga como el agua verde o azul que representada en algunos cuadros, y que a veces rebrota entre los clavos que también contienen algunos de estos cuadros, irrepetibles como la superficie de un córtex, “que genera la conciencia del entorno y de uno mismo”.

“El arte me ha dado muchas cosas, entre ellas poder maravillarme con el destino de mis cuadros, que han viajado a muchos lados gracias a quienes los compran”, dice el artista mientras observa dos paisajes que abren la exposición, y que representan la vista aérea de un lugar que puede ser todos y que explica el cáncer que es la urbanización que en países como éste tiene mucho éxito porque se vende o se regala como sinónimo de progreso.

“No había nada en el mundo/ que yo quisiera más/ que sentirte en lo más profundo de mi corazón”, dice una de las estrofas de una antigua canción de Robert Smith, “Pictures of you”, que podría hacer juego con las piezas de Miguel Ángel Gadner, retratista de paisajes que se quedan para siempre: la porción del agua y los filamentos de la hierba: el edificio construido como una enorme escala de ADN: la violenta devastación del océano y sus laberintos o sus insondables Maelström.

El conglomerado que forman aquellos cuadros se parece a la vista que yo tengo desde la ventana de Stella, en la habitación soleada -hoy sí, hoy iluminada y llena del perfume que usa- y que hacia el sur arrasa las olas verdes del Ajusco. Quién sabe por qué todo ha sido el sur los últimos años y quién sabe por qué algunos de los cuadros de Gadner parecen describir otros cuadrantes, el esplendor o la miseria de otros puntos cardinales.

El autor toma las piezas de madera y les da algún tipo de forma para que después encajen en el rompecabezas que arma sobre alguna superficie, y así esa sucesión, ondulante o persiguiendo patrones casi numéricos, construyen un paisaje, o nada más desahogan la necesidad de expresar los sueños, sobre todo los no buscados, como dice el artista, quien tiene otros proyectos en puerta, por ejemplo la realización de 43 cruces que recordarán la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014 y que será itinerante.

En el departamento de enfrente un hombre rompe las paredes, las que sostuvieron los edificios en el terremoto de 2017 y que ahora, si tiembla, ya no lo harán. Ese, el del hombre y su mazo es otra clase de sueño no buscado, aunque por desgracia no le pertenece a Miguel Ángel Gadner.

La exposición se inauguró el 17 de julio y estará hasta el 15 de agosto en la Casa de Cultura de Tlalpan. La entrada es libre.

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