Miguel Alvarado
Toluca, México; 10 de diciembre de 2020.
En la página web de la Fiscalía de Justicia del Estado de México hay un anuncio que dice: Búsqueda de personas y un enlace denominado fiscaliadesaparecidosedomex.org.mx. En realidad no lleva a ninguna parte. Tampoco existe otro enlace que informe al usuario interesado en la búsqueda de personas desaparecidas. Si uno teclea en el buscador de la Fiscalía mexiquense el término “personas desaparecidas”, no hay nada., excepto un archivo descargable con el nombre de los secuestradores más buscados. Son 37 páginas con los datos de plagiarios, su descripción física y nada más. Por ejemplo, la causa 785/2012 describe al secuestrador Iván Cornejo, de 46 años, 1,65 metros de altura, de complexión mediana. Y así sigue: cabello corto y chino, nariz redonda, mentón oval. No hay fotografías. No hay nada más. Lo peor, en ese intento de banco de datos, es que corresponde a un periodo que abarca los años 2014 y 2015. La última actualización se realizó en abril de hace cinco años.
Y no hay nada más.
Para una entidad que reporta 7 mil 738 desaparecidos y no localizados, de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RENPNO), lo anterior representa una omisión imperdonable. El RENPNO del gobierno federal, por su lado presenta estadísticas monstruosas: en México, el total de personas desaparecidas, no localizadas y localizadas es de 195 mil 297, y de este universo se desprende que al 9 de diciembre de 2020 había 79 mil 669 personas desaparecidas y no localizadas, lo cual representa el 40.79 por ciento del total.
En palabras llanas, este es un país de casi 80 mil desaparecidos cuya suerte se ignora o no se ha dado a conocer. Hasta el momento, las personas localizadas sin vida suman 7 mil 439, lo cual representa el 6.43 por ciento de los localizados, lo cual representa una crisis que desde hace años no ha podido frenarse, sino al contrario. Hace dos años que este medio de comunicación difunde fichas de desaparecidos en el Estado de México y otras entidades como Guerrero. Son más de 300 los avisos que se han hecho circular, generados por el gobierno del Estado de México, pero sobre todo por particulares, lo cual confirma que hay un aumento exponencial en las desapariciones.
Participante del “Primer curso de especialización en búsqueda de personas desaparecidas por familiares buscadores, recursos, experiencias, estrategias actuales”, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, el Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad de Columbia, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y el Instituto para el Fortalecimiento del Derecho, AC, Fabiola Pensado, del colectivo Familiares en Búsqueda de Xalapa, cuenta sus experiencias buscando a su hijo, y señala de inmediato que desde lo legal, el principal respaldo y soporte de quienes intentan hallar a sus parientes se han reducido muchos de los derechos que las familias tenían, “y esto ahora nos preocupa porque han habido cambios a la Ley de Víctimas y se han recortado muchos derechos que teníamos para buscar. Entonces los recursos que se destinaban a esas búsquedas en vida ahora han desaparecido, prácticamente. […] Nosotros creíamos que estábamos avanzando, pero estamos retrocediendo por estos cambios que de repente se le hacen a la ley, que por otro lado prioriza la búsqueda en vida. Esa ley está ahí como una cosa contradictoria. Por un lado hay que buscarlos así, pero por otro en la Ley de Víctimas nos están limitando. Pasan años y años desde la primera denuncia. Las autoridades, detrás de un escritorio, no los van a encontrar. Si no se hace la búsqueda mediante las familias y si no estamos exigiendo, no pasa nada”, dice.
Tiene razón. En este momento, la mayoría de Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, impulsa cambios a la ley orgánica de la FGR. Esta iniciativa, dice el reportero Alberto Nájar, está firmada por Ricardo Monreal y pretende cancelar “la obligación de la FGR de participar en el Sistema Nacional de Búsqueda […]. También aparta a la FGR del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, así como pretende eliminar el Consejo Ciudadano del organigrama de la Fiscalía […]. En resumen, advierte la Comisión Nacional de Búsqueda, la iniciativa de Morena en el Senado ‘implica la negación del derecho de toda persona a ser buscada”.
Buscar en vida a una persona es un concepto que merece ser explicado y conocido, porque las autoridades, cuando toman conocimiento de algún caso, optan la mayoría de las veces por imbuir en los familiares la idea de que el desaparecido será hallado sin vida, y condenas desde las primeras palabras a buscar a un muerto, lo cual, en lo práctico, cierra posibilidades. Se trata, esencialmente de hacer rastreo en hospitales, centros rehabilitación, entre otros sitios, y visibilizar la desaparición.
– La búsqueda en vida es priorizada por la ley. Desde un principio debieron hacerse estas acciones, pero se debió esperar hasta 2016 para eso. Trasladarse a lugares como cárceles, centros de rehabilitación, psiquiátricos, pegar fotos en las calles, lejos de casa, es buscar en vida. En una cárcel, una maestra me decía que han aparecido muchas personas (en esos lugares), que no tienen contacto con sus familiares. Me dijo que ella misma había encontrado a su padre en una prisión 30 años después de que desapareciera. Eso me dio esperanza. Entrar a la cárcel es muy complicado, ver las condiciones en las que están. Muchos no tienen sentencias y los ocupan para cubrir el lugar de otros- dijo Fabiola Pensado.
Otra cuestión es la búsqueda en fosas, en campos, en ríos, en barrancas. “En Veracruz tenemos un terreno muy complicado y además por el contexto nos enteramos de que hay lugares donde las personas han sido aventadas ahí, y es difícil caminar en esos lugares. En una barranca no se camina, vas agarrándote de la tierra, colgándote de los árboles, son lugares donde no hay un camino y tenemos que hacer un camino. Y hablando del trabajo de las familias, hemos tenido el acompañamiento de personas que nos han llevado y nos han ayudado a saber cómo planear una búsqueda. Se camina el lugar antes de la búsqueda, en barrancas, por ejemplo. Se hace labor desde ir a una comunidad, sensibilizarla para que nos digan lugares más probables. Se acude a sacerdotes, tratar de que los habitantes nos digan, porque tienen mucha información”, señala Fabiola.
Es verdad, aunque eso se aprende casi siempre hasta que a alguien le sucede algo. Si bien hay cientos de personas solidarias que se unen en acompañamiento a las familias víctimas, la experiencia propia sigue siendo el detonante de la sensibilización. Y cómo no va a ser así, en un país en el que se delinque impunemente. Al respecto, el rector de la UAM-Cuajimalpa, Rodolfo Suárez, señala que “no es normal la desaparición, no podemos asumir que se trata de un estado de cosas aceptable, es inmoral que ocurra y es igual de inmoral que tengan que ser la víctimas quienes estén buscando a sus familiares”.
Fabiola Pensado narra que al principio la mayoría cree que la Fiscalía se encarga de las búsquedas y la investigación. Ir ahí significaba que había una esperanza de creer que los iban a ayudar.
“Un dilema en el que yo estaba era si debía poner la denuncia y en qué momento, porque sabía que había policías coludidos con secuestros y desapariciones. Por otro lado, hay fiscalías que piden que uno se espere 72 horas, pero eso es mentira. La ley dice que se les debe buscar inmediatamente, que la Comisión de Búsqueda tiene la obligación de buscarlos de inmediato. Poner la denuncia y esperar a que el ministerio público atendiera se convierte en un problema muy grave. La autoridad hace caras, no pasa los documentos, eso es revictimización. Hace falta sensibilización del personal. La Ley General de Víctimas y la Ley de Desaparición menciona que las personas deben ser tratadas dignamente, no deben ser criminalizados, pero sigue pasando”.
Los colectivos buscadores apuntan que en general las fiscalías no tienen idea de cómo iniciar los procesos a pesar de que tienen todas las herramientas, por lo menos las tecnológicas. “Nosotros no tenemos todas las herramientas, por eso hay que caminar para llegar a los lugares. Se sabe que en las barrancas (de Veracruz) los perpetradores llegaban a la parte de arriba y desde ahí era muy fácil aventar los cuerpos. A veces ni siquiera la vista alcanza a ver el fondo de la barranca”, dice Pensado, quien afirma además que las búsquedas en otro tipo de superficies como ríos y cuerpos de agua requieren de arqueólogos, antropólogos y buzos.
– En este trabajo está también la labor de la visibilización, de la memoria, de la exigencia, incluso la labor con las iglesias ha sido importante porque la gente confía en las iglesias y nos hemos acercado así, pero eso algo que se le ocurrió a los familiares, no a las autoridades. Las marchas, los plantones, también hay que hacerlos. En 2014 una manifestación abrió las puertas para que el fiscal abriera mesas de trabajos y se lograron acuerdos. Hemos aprendido a conocer a estos personajes. Ese fiscal cuidaba las formas, la imagen, y eso lo aprovechamos, pero no siempre funciona- dice Fabiola.
Lo simbólico también cuenta para que se sepa que hay desaparecidos. Que haya algo que los recuerde, que están esperando la respuesta del gobierno. Que todo México se llenara de estos lugares de memoria, que tuviera espacios donde se vea que faltan más de 73 mil y que se repliquen esas acciones de memoria porque los desaparecidos merecen ser dignificados. Las comisiones de Búsqueda no han considerado cosas como los análisis de contextos, los protocolos que todavía no se aplican como debe ser.
– Seguimos siendo las familias las que seguimos luchando, necesitamos seguirnos preparando, conociendo nuestros derechos, las deficiencias para seguir alzando la voz. Las instituciones son las encargadas de hacer el trabajo y las familias vigilamos el trabajo, pero eso no pasa así, nosotros hacemos todo. Si ellos se apegaran a lo que dice el protocolo, no tendríamos la necesidad de hacerlo. Faltan registros de fosas, datos forenses y son las comisiones las que deben dar esos datos, pero no les dan la importancia- dice Fabiola, quien se define a sí misma como una madre buscadora, empírica. “De ser una madre normal que trabajaba, me tuve que convertir en buscadora, en aprender estas cosas que nunca me imaginé aprender”.
Una ruta que nadie quiere recorrer
– La locura existe- dice Silvia Ortiz, buscadora del Grupo Vida en Torreón, Coahuila, cuando le toca participar en el curso y explica que hay diferentes tipos de perpetradores, y que no es lo mismo una persona con tendencias homicidas que un policía, un sicario o incluso un familiar.
Para Ortiz, el camino del buscador inicia en el momento en que el familiar no llega a casa. Es entonces que el mundo se vuelve gigante, y el tiempo corre y lo hace demasiado rápido.
– No sabemos el daño que pueda tener minuto a minuto. Eso es de lo que más daña a las familias. Se empieza tocando puertas, pero se necesita que alguien asesore. Se cree que al poner la denuncia ya se resuelve todo, pero no. Las autoridades minimizan en dolor de la familia, pero así se inicia en lo individual. Confiando en lo individual, creyendo que las autoridades van a responder de inmediato. Pero es al revés, dice Ortiz, quien acusa que los encargados de localiza a las personas se limitan a pedir, en un inicio, los teléfono de los familiares y preguntar a las víctimas si ellas mismas no han encontrado nada. Nadie sale a caminar, nadie hace una búsqueda real ni lo que se tiene que hacer.
Por eso, cada familia, al principio, va abriéndose paso como puede, aunque Ortiz señala que hay colectivos en prácticamente todo el país, los cuales pueden ahorrar ahora mucho tiempo y sufrimiento si se acude a ellos. Pero quienes los crearon aprendieron de la forma más dolorosa. Se enteraron de qué se trataba una averiguación previa, un acta circunstanciada, un oficio de colaboración, de lo que significa buscar aliados, establecer convenios con empresas para conseguir ubicaciones satelitales, fotos y otros materiales que ayudan en las localizaciones.
– El miedo lo tiene el desaparecido, los buscadores tenemos el valor para localizar a los nuestros- die Ortiz, quien insiste en practicar medidas de prevención para evitar que secuestren o levanten a alguien. Al repasar ese manual, que no es otra cosa que la aplicación del sentido común en un país que no respeta la vida de sus habitantes, identifica un Estado construido desde la base del terror.
Las medidas de prevención se nos olvidan a todos. Además de pocas, parece que se siguen hasta que ya ha ocurrido algo. Pero seguirlas se convierte en un cuestión de vida o muerte y pueden hacer la diferencia, sobre todo cuando se trata de niños. Ortiz, casi como una letanía bien aprendida, recita las medidas, que ayudan a localizar a alguien porque en este país las bases de datos de identidad están apenas en construcción o de plano no existen.
– De los niños se debe tener una foto desde que nace y después cada seis meses. Hay que registrarlo lo más pronto posible, tomar huellas dactilares de manera periódica. Debemos tener huelas digitales de los nuestros. Arrancar el cabello de raíz y conservarlo seis meses por la cuestión del ADN.
Y es que sigue pasando lo que ya no debería pasar. Los niños se van con los extraños apenas uno se descuida y es cuando lo elemental adquiere otras dimensiones. No soltarlos de la mano, verificar quiénes rodean al niño, que nadie lo retrate. Verificar al personal que se contrata y que labora en casa. En la calle, caminar en sentido contrario a la circulación y traer silbato porque eso espanta al secuestrador. No mandar a los chicos solos a la escuela, evitar que los niños abran la puerta. Verificar los chats. Tener en el celular una marcación rápida y si algo pasa, hablar al 911.
Ortiz refiere que la policía es parte activa del fenómeno de la desaparición y dice que no se les deben abrir las puertas de la casa a agentes sin identificación ni orden judicial de cateo. Tiene razón. A David, un joven de 20 años, la policía ministerial del Estado de México lo arrestó en su domicilio, en Naucalpan, en el Estado de México, a las tres de la mañana. Una veintena de agentes llegó a la casa del joven y penetró sin una orden visible. Lo sacaron de la cama y se lo llevaron. A la familia le mostraron una orden de aprehensión por lesiones en contra de otra persona, pero no les dijeron a dónde se lo llevaban ni quiénes eran ellos. Más tarde, la familia logró rastrear la ruta que los policías siguieron con David porque tenían un conocido trabajando en el C4 de aquel municipio. Así, vieron que las patrullas ingresaron a la presidencia municipal y posteriormente que se lo llevaba con rumbo al penal de Barrientos, a donde lo retuvieron. Nadie le avisó nada a la familia, que tuvo que valerse por sí misma y al final resolver la acusación contra David, que permaneció unos días en ese penal.
Pero así funcionan las cosas en el Estado de México y en el resto del país.
Poe eso, la buscadora Silvia Ortiz apunta que si una patrulla nos detiene, no hay que bajarse del auto, ni abrir las puertas.
La ruta de quien busca a una persona debe contemplar que las primeras horas son cruciales. Hay que llamar a su celular, a sus amigos, a los hospitales y alas áreas de detención cercanas. Si bien puede no ser localizada, va integrando un relato de hechos, pues los datos se van juntando. Recomienda también interponer un amparo para que la autoridad muestre al detenido, en caso de que lo tenga. Los amparos son gratuitos, señala.
Si no sabemos cómo son, qué apariencia tienen… ahí comienza la carencia.



