24 abril, 2024

Tierra Caliente: las guerras del narco

Tierra Caliente: las guerras del narco

Miguel Alvarado

Toluca, México; 13 de junio de 2020. “Si el Cártel de Jalisco quisiera entrar al sur del Estado de México, nos barre a todos”, dice un oficial del ejército destacado en una de las bases de operaciones mixtas en aquella región, quien además observa que hay un rompimiento entre el ejército, la Semar, la Guardia Nacional y la Fiscalía mexiquense. Esta última, acusa, trabaja en colusión con la Familia Michoacana y por eso su líder, Johnny Hurtado Olascoaga, “El Fish”, hace años que pude operar en la Tierra Caliente sin que sea capturado, lo mismo que su hermano, Alfredo Hurtado “El Fresas”, y que Medardo Hernández, a quien le dicen El 100 o Lalo Mantecas.

El oficial, que guarda su identidad, afirma que el poder del Cártel de Jalisco y su organización es muy superior al de la Familia Michoacana, pero también al del destacamentos del ejército y de la Marina, que no podrían vencerlos tan fácilmente. Ese cártel, asegura, recluta milicianos extranjeros, desertores de las fuerzas armadas, ex policías y los entrena con tácticas castrenses. El poder de fuego que ha adquirido es prueba también del poder económico que tiene.

La fuente militar afirma también que las ejecuciones que se observan en la Tierra Caliente son consecuencia de la avanzada que enviaron los de Jalisco para “tantearle” a la plaza, que hace años está en poder de los michoacanos.

Ahora, la extraña detención de José Dámaso Alpízar, un jefe de plaza de la Familia Michoacana al que se le conoce como El 47 y que no pudo evadir un retén del ejército en el pueblo de La Goleta, en Amatepec, vuelve aponer los reflectores en el narcotráfico que se desarrolla en el Estado de México, que el 4 de junio había desatado la violencia en Valle de Bravo cuando la Fiscalía detuvo a José Luis Chamorro, un operador de la Familia en aquel municipio. Este es, afirman fuentes de la propia Fiscalía, uno de los incitadores que en el municipio de Villa Victoria azuzó a habitantes para quemar una carroza fúnebre porque “llevaba un líquido contaminado con coronavirus”.

Líder de taxistas y transportistas y miembro de la Confederación Libertad, una organización de choque en la que aglutinan pistoleros, narcotraficantes y extorsionadores, Chamorro controlaba en Valle de Bravo y los pueblos aledaños a un cuerpo en movimiento que siempre es el primero en ser reclutado por el crimen organizado. Las organizaciones de taxistas forman parte de la primera red de halconeo de los cárteles en el país, capaces de informar de manera efectiva el movimiento de prácticamente toda una región. La detención y encarcelamiento de Chamorro, ocasionó el cierre de las entradas a Valle de Bravo y el asesinato de un policía, que fue retenido por un grupo que obstruía el paso. Ajusticiado sin más, la muerte del policía demostró que la Tierra Caliente del Estado de México sigue siendo una región sin ley, o con otro tipo de ley. Allá, en esa región que colinda con Guerrero y Michoacán, a los jefes de plaza del narco imperante, hoy la Familia Michoacana, se les llama “las verdaderas autoridades”, que son apoyadas de manera forzada o por libre voluntad, por los gobiernos locales y estatales, así como por integrantes de la Sedena, de la Marina, de la Guardia Nacional y de las fuerzas de seguridad pública.

La detención de José Dámaso Alpízar, El 47, el 11 de junio de 2020, es un ejemplo del fracaso del Estado en la lucha contra el narco, y también de la corrupción imperante. El 47, a quien también se le conoce como el Huache, es un sicario que participó el 28 de octubre de 2018 en el asesinato de cuatro policías estatales, a los que emboscó juntó con otros pistoleros en un camino de Almoloya de Alquisiras. También fue relacionado con el asesinato del director de Seguridad Pública de Texcaltitlán, Juan Hernández García, a quien ejecutaron de un tiro, el 28 de octubre de 2018, un homicidio que él ordenó según el relato de El Largo, otro asesino al servicio de La Familia Michoacana.

José Dámaso fue detenido por primera vez el 26 de mayo de 2018, según información de la propia Secretaría de Seguridad del Estado de México. Ese día la policía estatal, en un operativo, había incautado casas de seguridad de la FM y había apresado a algunos halcones, entre ellos a los menores Francisco Daniel Zaragoza Medrano de 16 años, “La Carpa” y Carmela Hernández Flores de 17 años, “Chabela”. En ese grupo se encontraba El 47, a quien se identificó en ese momento como Comando 47 y también como jefe de plaza de Texcaltitlán para la FM. A José Dámaso lo dejaron ir o salió libre sin ninguna explicación por parte de las autoridades. El 47 no perdió el tiempo y los meses que estuvo suelto los aprovechó para asesinar a 5 policías.


Resulta ingenuo sostener que un cártel como el de la Familia Michoacana o cualquier otro con mediano poder de fuego actúe solo. Los cárteles en el Edoméx reciben protección de las corporaciones de seguridad pública y apoyo de los gobiernos municipales. También son ayudados por las fuerzas armadas.

Johnny Hurtado Olascoaga, el líder de la Familia Michoacana, ha sabido aprovechar eso y su imperio parece intocable en el violento sur mexiquense, aunque la avanzada del CJNG, como llama el oficial de la Marina al comando encabezado por Alejandro Carranza Ramírez, quien se hace llamar “Comandante Chito Cano”, que le pelea el territorio, haya dejado una estela de ejecuciones y desaparecidos desde Huetamo, en Michoacán, hasta las inmediaciones de Toluca, en el Estado de México. Quien le ha hecho frente, hasta el momento es Lalo Mantecas o El 100, el tercero en la jerarquía de la FM

Pero el líder de la Familia, Johnny Hurtado Olascoaga, “El Mojarro”, es una leyenda en la Tierra Caliente. Y lo es porque parece tener más de una vida. Es por él, dicen, los calentanos, que la Familia Michoacana ha resistido los embates de los Caballeros Templarios, de los Pelones, los Marranos, los Zetas, los Rojos, los Guerreros Unidos y ahora de los de Jalisco.

La Tierra Caliente es una entidad propia. Está formada por los municipios mexiquenses de Luvianos, Tlatlaya, Amatepec, Otzoloapan y Zacazonapan, entre otros, así como por Arcelia en Guerrero, y Huetamo y Tuzantla, de Michoacán. Se trata de un corredor geográfico que se enfocaba a la producción y trasiego de droga, pero ahora extractoras canadienses lo han copado en busca de riquezas naturales y minerales. Empresas como la Blackfire Exploration buscan barita con ayuda de los sindicatos regionales, que además son controlados por el cártel de Hurtado, a quien una declaración ante la PGR de Sidronio Casarrubias, jefe capturado de los Guerreros Unidos por el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa lo relacionan como socio del empresario argentino Carlos Ahumada Kurtz, quien extrae uranio de la mina de Campo Morado y lo traslada al puerto michoacano de Lázaro Cárdenas en góndolas, servicio por el que paga 20 mil pesos a Hurtado por cada una de ellas.   

El narco supo encontrar en ese entorno siempreverde y violento por naturaleza propia el escondite perfecto. Alejado, casi escondido, ese Triángulo de la Brecha protegió más que bien a los criminales.

Hurtado Olascoaga, “El Mojarro” o “El Señor Pez”, es el más buscado en la entidad y la Procuraduría estatal ofrece por él medio millón de pesos hace años.

El área de influencia de “El Mojarro” está delimitada por las autoridades, que lo ubican “en Amatepec y Tlatlaya, así como en Arcelia, San Miguel Totoloapan, Acapetlahuaian, Teloloapan y Apaxtla de Castrejón, en Guerrero”. La antigua Procuraduría estatal ofrecía de él una descripción física: mide 1.84 metros, es delgado, de ojos cafés y cejas semipobladas, nariz ancha y boca prominente, de cara redonda y padece dermatitis. Tiene abiertas 10 carpetas de investigación en su contra y es precisamente en Arcelia donde mantiene su centro de operaciones.

“El Mojarro” tiene un hermano, José Alfredo Hurtado Olascoaga, “El Fresa”, buscado por la policía y con una recompensa similar. Johnny Hurtado llegó al poder en La Familia luego de que fuera apresado “El Pony”, Leobigildo Arellano Pérez o José María Chávez Magaña, detenido en Pénjamo, Guanajuato, a principios de julio del 2014. “El Mojarro” fue su sustituto natural.

Buscado por militares y marinos desde el año pasado, la prioridad contra Hurtado cambió cuando su grupo asesinó a un teniente de Corbeta de la Marina en Liberaltepec, Apaxtla de Castrejón, a mediados de abril del 2014. Esos días, Arcelia fue sitiado por los militares, quienes no pudieron atraparlo a pesar de saber que allí se encontraba su objetivo. Instalaron retenes y hasta revisaban las redes sociales de quienes pasaban por allí. Pero nunca lo encontraron.

Según una versión del teniente de Infantería, Omar Lugo León, acusado junto a otros cinco soldados de filtrar información a La Familia sobre el movimiento de los militares, Hurtado se había encargado de comprar, a cambio de un pago de 140 mil pesos, toda una red de soplones dentro del Batallón 102, a partir de mayo del 2010, y que alcanzaba media centena de personas. Según el teniente Lugo, conoció a Hurtado en Amatepec, durante un encuentro de futbol. Allí le propuso el plan anterior, pero no era la primera vez que el narcotraficante se encontraba cerca de los militares.

El teniente de Corbeta ultimado se llamaba Arturo Uriel Acosta Martínez, y en el enfrentamiento que le costó la vida encabezaba un pelotón de marinos que había irrumpido en el poblado de Liberaltepec, donde se producen enervantes bajo el control de La Familia. El convoy, del 22 Batallón de Infantería de Marina, se encontró con un comando uniformado como militares y que les hizo frente en la iglesia del lugar. Allí se desató una refriega, a las seis de la tarde, donde murieron el teniente y dos sicarios. Se detuvo a José Barrera Martínez, de 28 años; Luis Alberto Quiñones, de 24; Guadalupe Soto Ortiz, de 22; Palmira Rentería Carranza, de 20 y una adolescente de 15, todos originarios de Arcelia, además de armas de alto poder. El hecho ocurrió a finales de abril del 2014

En diciembre del 2013 “El Mojarro” y su grupo se hacían presentes a través de pancartas, dejadas sobre el cuerpo de dos hombres descuartizados en Teloloapan, Guerrero. El mensaje estaba dirigido a los entonces secretarios de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Armada de México. “Secretario de la defensa y marina ahí les dejo su cena de navidad para que vean quien es la verga de Guerrero, mientras me divierto viendo sus pendejos elementos que me mandan en sus operativos. A mí me la pelan y les doy 24 horas para que se retiren si no los voy a empezar a matar en emboscadas pinches corporaciones de mierda, con su padre nunca van a poder. Atte. El pez y el M16. Viva la FM”.

En marzo del 2013 el sur mexiquense recogía la noticia de que “El Mojarro” había sido capturado, en el municipio de Temascaltepec, durante una batalla campal que confirma que las masacres en la región no son hechos aislados. Esa vez, el encuentro entre las tropas militares y los sicarios de La Familia arrojarían al menos 10 muertos y un soldado herido, según versión de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, que admitía el hecho pero nada más. Porque la versión de testigos apuntó que aquella balacera se originó debido a la captura de Hurtado, concretamente en el poblado de San Pedro Tenayac. Su grupo intentó rescatarlo sin éxito.

En Tenayac, Hurtado habría pactado su liberación y posterior acercamiento con algunos militares. Menos de un mes después, “El Mojarro” reaparecía en Luvianos y Arcelia.

La matanza del 30 de junio de 2014 en Tlatlaya involucra al Batallón 102 del Ejército mexicano, de la 22 Zona Militar en el Estado de México. Este mismo batallón, con sede en San Miguel Ixtapan, Tejupilco, fue relacionado con el asesinato de cuatro funcionarios de Arcelia, en diciembre del 2013. Entre ellos se encontraba el director de Tránsito municipal, Mario Urióstegui Pérez, “La Mona” suegro de Johnny Hurtado. “El Mojarro asumió el control de la estructura de La Familia en la zona norte del estado y a través de su brazo ejecutor identificado como “La Beba”, intensificaron la guerra que mantienen con sicarios al servicio de Guerreros Unidos, grupo afincado en la ciudad de Iguala. En la bodega de San Pedro Limón, en Tlatlaya, el ejército ejecutó a 22 personas, entre ellos a pistoleros de Alfredo Magaña, El Pony, que estaban ahí gracias a las habilidades de Johnny Hurtado, quien según habitantes de esa comunidad también se encontraba en la bodega pero escapó escoltado por un soldado, que simuló perseguirlo hasta una camioneta, la cual esperaba al narcotraficante para ponerlo a salvo. De cualquier forma, la masacre de Tlatlaya no fue cualquier cosa.

Los enfrentamientos no son públicos y apenas algunos se han conocido. Tlatlaya, según una versión del fallecido periodista Miguel Ángel Granados Chapa, presentó otra masacre, el 18 de agosto del 2008, donde apunta la muerte de “por lo menos 23 personas, niños y adultos, y decenas más (que) resultaron heridas”. El ejército limpió la escena recogiendo cadáveres y casquillos.

“Al mediodía del lunes 18 de agosto pasado, el tianguis que se sitúa al lado del templo parroquial en San Pedro Limón, un poblado en el municipio de Tlatlaya, distrito de Sultepec, estado de México, fue interrumpido de manera brutal. Llegados a bordo de tres vehículos, una veintena de individuos con el rostro cubierto y con vestimenta de tipo militar disparó sus armas, AR-15 y AK-47 contra la pequeña multitud que trajinaba en el lugar. Murieron por lo menos 23 personas, niños y adultos, y decenas más resultaron heridas. No pareció que buscaran a alguien en particular, contra el que dirigieran su ataque. Su blanco era gente común y corriente, desconocida de los agresores. Se cree que no todos se marcharon al concluir su estúpida y sangrienta acción, sino que algunos de ellos se quedaron en la zona para tener control sobre lo que allí ocurriría”, escribía Granados en el diario Reforma.

Otras ejecuciones llevadas a cabo por la Familia Michoacana entre 2014 y 2016 daban cuenta de un reajuste en las narco-fuerzas de la región, que favorecían a Hurtado Olascoaga.



Las guerras secretas

Habitantes de la Tierra Caliente saben que las batallas de los narcos muchas veces no las pelean los sicarios, sino que participan soldados, marinos y policías, que se tirotean entre ellos porque cada corporación está al servicio de alguna facción del narco.

La presencia del narco en la Tierra Caliente puede ser ubicada en 2005, cuando cárteles organizados llegaron a la región para tomar las riendas de un negocio que ya lo era, pero que se encontraba fragmentado. El periodista Francisco Cruz señala que a partir de ese año “la presencia de los cárteles se volvió más concreta y tangible. Ya no usaron al territorio de la entidad sólo como un cruce obligado. Trasladaron ahí sus operaciones, crearon nuevas células y se quedaron. Metieron al estado —cuyo gobierno al finalizar el sexenio de Peña habrá ejercido un presupuesto cercano al billón de pesos— en la llamada narcoglobalización. Eso sorprende a muy pocos en el Estado de México. Se conoce la influencia del Cártel del Golfo y de Los Zetas en el área metropolitana del valle de México. Con la presencia que ya tenían en municipios de Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero, se les hizo natural posicionarse en algunos del sur mexiquense. […] Su presencia en municipios guerrerenses de Tierra Caliente y conocimiento previo de la zona le abrieron a El Chapo las puertas de Luvianos, Tejupilco, Tlatlaya y Amatepec, donde se enfrascó en una sangrienta pugna con Los Zetas y La Familia Michoacana. Aunque esta última llegó más tarde, fue normal su interés expansionista hacia tales municipios. Y esas dos organizaciones pelean Valle de Bravo e Ixtapan de la Sal. Enclavados en el llamado Triángulo de la Brecha de Tierra Caliente (zona productora de marihuana y amapola), los municipios pobres del sur son muy codiciados porque, cruzando hacia Michoacán y Guerrero, se encuentran los mayores laboratorios de drogas y hay caminos poco vigilados (brecha y terracería) para acceder como ruta alterna, si bien larga, al puerto de Lázaro Cárdenas, por donde entran precursores para procesar drogas sintéticas, así como cocaína y cocaína cristalizada”.

Pero controlar la zona no ha sido fácil para ningún cártel, que ha librado guerras sanguinarias contra sus enemigos y las batallas han dejado cientos de muertos, como las registradas en Caja de Agua, apenas un paraje, unas cuantas casas que ni siquiera alcanzan a formar una ranchería. Los vecinos que allí viven, a pocos kilómetros de Luvianos, la cabecera municipal, saben que tarde o temprano sus llanos serán usados como arena de combate entre los grupos narcotraficantes, entre los que se incluyen fuerzas de seguridad públicas y militares.


Los enfrentamientos han sido varios pero al menos dos de ellos han sobrepasado los cincuenta muertos cada uno. Las cifras, calculadas por los habitantes desde el terror, no cuadran con las oficiales, cuando las hay. En algunas de esas batallas los participantes son policías que toman partido por alguno de los bandos.

El primero de julio del 2009, Pelones y Familia chocaban en aquella comunidad, paso obligado de la droga hacia Guerrero y Michoacán. Siete sicarios detenidos, camionetas de lujo, motos y hasta 25 armas largas decomisó la antigua policía mexiquense, ASE, que intervino en plena balacera. Una versión señala 12 narcos muertos y dos policías heridos en una reyerta que busca ejecutar al líder criminal Osiel Jaramillo.

Catorce días después, otra vez en Caja de Agua, una emboscada arrojaba dos personas ejecutadas y la movilización de 80 policías de la ASE. Era un nuevo enfrentamiento entre quienes peleaban la región pero tampoco en esa ocasión se confirmó la muerte de Jaramillo. Sin embargo, el ataque involucraba granadas de fragmentación. Era cuestión de tiempo para que Osiel cayera abatido y el 23 de octubre de ese mismo año pero en el centro de Luvianos, aparecía muerto junto con otra persona, con 49 impactos de bala en su cuerpo. El crimen era emblemático pero ejemplar, porque los cuerpos fueron colocados con premeditación frente a una tienda de materiales de construcción, propiedad de la familia González Peña, que un año antes había visto cómo Ranferi González Peña era asesinado en su propia casa y un hijo de éste secuestrado para no volver a saberse de él. La Familia Michoacana limpiaba el territorio pero también vengaba a sus caídos y si algunos líderes habían muerto, pronto se apoderarían de toda la región. Buscaban al verdadero jefe, Albert González, conocido como El Tigre, comandante en jefe de los Zetas en Luvianos. Ranferi, Jaramillo y El Tigre tenían un historial delictivo que los ligaba con actividades ilegales que el gobierno mexiquense conocía. El escritor Francisco Cruz, coautor del libro Negocios de Familia para editorial Planeta, ubica a estos González en su investigación: “…La imagen de Esquivel se fue difuminando hasta desaparecer, y el asesinato terminó por perderse en una maraña burocrática judicial a partir del lunes 20 de mayo de 2008, cuando un comando de encapuchados irrumpió en un domicilio sobre la avenida 16 de Septiembre en Luvianos —un pequeño municipio al sur del estado, sumido en la pobreza y controlado por el imperio de El Chapo Guzmán— y ejecutó al maestro Ranferi González Peña, un supervisor escolar de zona de cuarenta y cinco años de edad, considerado hasta ese momento cabecilla de los asesinos a sueldo de La Familia, una de las dos organizaciones que controlan el crimen organizado en el Estado de México. El homicidio fue perpetrado con al menos una decena de descargas de armas de fuego de alto poder, los asesinos encapuchados —quienes vestían uniformes negros con las siglas de las Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y de la de Seguridad Estatal (ASE)— abordaron dos camionetas que los esperaban y huyeron. Y cuando la familia de la víctima aún no salía del estupor, regresaron, levantaron el cadáver y lo metieron en uno de los vehículos. Luego enfilaron por una de las calles en dirección a una casa de materiales, donde secuestraron al arquitecto Ranferi González Rodríguez, hijo de González Peña.

Aunque sólo se habló de dos camionetas, vecinos de la familia Ranferi recuerdan que, a las ocho y diez de la mañana, por la 16 de septiembre apareció un convoy, instaló un retén en dos esquinas sobre la cabecera municipal y, en un par de minutos, unos cinco sicarios descendieron de dos camionetas con vidrios polarizados, irrumpieron en el domicilio de los Ranferi y asesinaron al maestro, frente a su madre y dos de sus hermanas, de nueve y diez años de edad. En las calles de Luvianos nadie habla. Se respira el miedo, pero todavía se recuerda que, en los días previos a la ejecución y al secuestro, allegados al maestro Ranferi —hermano de Alberto González Peña, El Coronel, presunto lugarteniente de una célula de Los Zetas en la zona— abrieron la boca y alardearon sobre algunas propiedades “liberadas” luego de una incursión al puerto de Veracruz para silenciar a un grupo de agentes del Estado de México”.

Tigre o Coronel también cayó, aunque en manos de la policía federal y dos años después, el 25 de junio del 2011. Su nombre completo era Albert González Peña o Franco Bueno Peña y para ese año se encargaba de la plaza de Veracruz para los Zetas. Pocos se dieron cuenta de que era el mismo que había operado en tierras mexiquenses. Pero ya no importaba. Poco a poco la historia y su entramado dejaron paso a otras, más sangrientas y no menos importantes.



La vieja actualidad

La complejidad de la Tierra Caliente ha involucrado un elemento que hasta hace poco se mantenía oculto y ese es el de la minería, pues estudios de la Secretaría de Economía han ubicado oro, plata, barita, mercurio y otros minerales en municipios como Tlatlaya, Sultepec, Amatepec y Arcelia en Guerrero, yacimientos que marcan el inicio del Cinturón de Oro, que en el Estado de México alcanza a municipios como Valle de Bravo y Santo Tomás de los Plátanos. Mineras como la canadiense Black Fire Exploration no tienen prisa y mientras se dirime si pagarán los impuestos que deben a la Federación, que ascienden a unos 52 mil millones de dólares o demandan a México ante tribunales internacionales, como ya lo hacen otras mineras en otros lados del país, por impedirles llevar a cabo sus proyectos, los cuales están protegidos por tratados internacionales como el T-MEC.

El Fish y su hermano Arturo, alias el Fresas, han peleado palmo a palmo y desde hace años en control de la Tierra Caliente mexiquense, y forman parte de una lista de tres narcos en libertad que son buscados por la Fiscalía mexiquense. El otro es Medardo Hernández Vera, alias Lalo Mantecas, o el 100, otro jefe de la Familia Michoacana, quien opera entre Tuzantla y Tiquicheo en Michoacán, y Luvianos, Zacazonapan y Temascaltepec en el Estado de México, y quien se considera el tercero al mando de la Familia Michoacana, sólo por debajo de los hermanos Johnny Hurtado Olascoaga, alias “El Pez”, “El Fish” o “Don Gabino” y José Alfredo Hurtado Olascoaga, alias “La Fresa”, “La Secretaria” o “El Feyo”, todos ellos con la protección de alcaldes y autoridades locales y estatales corruptas”, dice un reporte de Medium.com.


Medardo Hernández, junto con los Hurtado, son buscado por lo menos desde 2004 y aunque por los tres se ofrece en conjunto un millón y medio de pesos, nadie ha sido capaz de seguirles el rastro.

La Familia ha protagonizado diversos enfrentamientos en el sur mexiquense, como el del 19 de febrero de 2018, cuando policías y sicarios vestidos con uniformes de la Marina se balearon en el centro de Zacazonapan, donde comían los agentes cuando los falsos marinos los acribillaron. Esa ocasión murieron los sicarios Víctor Guillermo Vázquez Martínez, alias Guerrero, y el Hércules, al servicio de Medardo Hernández, quien intenta recuperar para la Familia parte del Cinturón de oro en Teloloapan, Guerrero, en manos de los Guerreros Unidos. En Teloloapan el operador de El 100 es Pedro Segura Valladares, quien buscó una diputación local por aquel estado, desde el partido Movimiento Ciudadano, a quien además se relaciona con el gobernador de aquella entidad, Héctor Astudillo Flores.

Los sicarios de El 100, el Fish y el Fresas ejecutaron recientemente a su jefe de plaza en Tejupilco, Rubén López Alcalá, alias El Dinas o El 16, a quien torturaron antes de matarlo. Estuvo en prisión hace dos años debido a que sus propios jefes lo entregaron, como la han hecho con otros capos, y según informantes “el sacrificio de «El Dinas» o «El 16» por parte de los hermanos Hurtado Olascoaga tuvo el propósito frenar la presión de las autoridades por la ejecución del séptimo regidor de Amatepec en Tejupilco y la desaparición de dos trabajadores del SAT en Tlatlaya a manos de La Familia Michoacana”.

La Familia trabaja junto con el empresario argentino, Carlos Ahumada, la extracción de minerales como uranio en la región de Tlatlaya y Arcelia, según una declaración del capo Sidronio Casarrubias, de los Guerreros Unidos, a la extinta PGR, que lo capturó cuando investigaba la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Casarrubias aseguró que esta sociedad funcionaba sin que nadie fuera molestado. Otros ataques de la Familia Michoacana confirmaban el interés de éstos por la actividad minera. Primero, los intentos de extorsión a los mineros en huelga de Taxco, Guerrero, para que se afiliaran a sindicatos que la Familia controla, en 2016, y después un enfrentamiento el 19 de febrero de 2019 en el centro de Zacazonapan, Estado de México, entre un comando de 30 personas vestidos de marinos y a bordo de camionetas rotuladas de la Armada, atacaron a policías que se encontraban comiendo en la cabecera de ese municipio. Los policías se defendieron hasta que llegaron agentes estatales y el Ejército. De cualquier forma, la refriega resultó mortal porque un oficial fue ultimado y cuatro personas más resultaron heridas. Víctor Guillermo Vázquez Martínez o Víctor Guillermo Velázquez Martínez, a quien le decían «Guerrero», quedó tendido en la calle, atravesado por las balas de la policía. Él trabajaba para los grupos de El 100.

Por antes, el 16 de marzo de 2018 la Familia había incursionado en Teloloapan, Guerrero, y sus sicarios, vestidos de militares pero calzando huaraches, para acribillar un camión de pasajeros en la zona de San Martín Pachivia, ubicado en la carretera Iguala-Teloloapan, que era vigilado por el ejército. Que la Familia haya podido hacerlo -se interpreta- significa que hubo nuevos arreglos para participar con las mineras en ese Cinturón del Oro. Actualmente, el brazo paramilitar de mineras como la canadiense Media Luna está constituido por las autodefensas de Onésimo Marquina, a quien llaman El Señor del Mal, que realizan los desplazamientos forzados de pueblos en la región de Chichihualco.

Según versiones de habitantes, los hermanos Hurtado habrían pactado con los hermanos Pedro y Pablo Segura Valladares, operadores políticos del gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, y que pertenecían al partido Movimiento Ciudadano.


La avanzada del CJNG

Todavía no puede decirse que el Cártel de Jalisco domine alguna parte del sur mexiquense, pero sí que la presencia de sus comandos ha desestabilizado la paz impuesta por Johnny Hurtado y sus aliados. El CJNG tiene presencia en la entidad desde 2015, y desde entonces ha acrecentado el dominio de municipios, sobre todo del Valle de México. Entre 2017 y 2019, reportes del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) confirman el avance del cártel hacia Guerrero, en donde el obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, alertaba el 3 de febrero de este año a las autoridades de la llegada de una nueva organización criminal, al mismo que sostenía, en una entrevista para medios de aquella entidad, que la mayoría de las autodefensas trabajan para el narcotráfico.

El Estado de México está en esa ruta de asalto. El 5 de febrero de 2019 una narcomanta firmada por La Familia Michoacana apareció en un puente de Tejupilco con el siguiente mensaje: “Atención pueblo de Tejupilco, se les hace saber lo siguiente: derivado de la llegada del fiscal Adolfo Eloy Peralta Mora a los municipios del sur del Estado de México, en compañía de su coordinador Francisco Carreón García, coordinador de la Ministerial y todos su personal que se hacen pasar por agentes adscritos a la Procuraduría del Estado de México, de los cuales la mayoría que opera como tales no están adscritos a tal institución, siendo la mayoría secuestradores, extorsionadores, manipuladores de la ley, y debido a que diario roban al pueblo teniéndolos “ATERRORIZADOS”. Por lo que se le hace saber al pueblo que por la cantidad de quejas y atracos a diario contra la población local y la que va en tránsito a otros municipios, llevándose estos atracos a diario en los retenes que instalan sobre las carreteras federales, como también a elementos de la policía estatal, ya que estos también participan en sus atracos. Por tal motivo la Familia Michoacana ha decidido tomar acciones al respecto en contra de estos agentes ministeriales que traen aterrorizados a toda la región. Asimismo La Familia Michoacana le hace saber al pueblo su gran respeto al Ejército y a la Armada de México. Tejupilco, Estado de México. Atte: La Familia Michoacana”.

Días antes de la aparición de la narcomanta, un enfrentamiento a tiros entre grupos criminales fue reportado por medios regionales, que registraron el asesinato de dos personas, en el pueblo de La Fraguita, en un tramo de la carretera Tejupilco.-Luvianos. “En el lugar quedaron dos camionetas, una color blanco, marca Toyota y una de color gris de lujo, marca Chevrolet, totalmente dañada por las ráfagas de bala.

Dentro de esta camioneta quedaron los cuerpos sin vida, “rellenos” de balas de dos de sus ocupantes. Autoridades ministeriales en la zona del nutrido enfrentamiento a tiros, se encontraron, según 250 casquillos percutidos, correspondientes a armas de fuego de grueso calibre y de alto poder”, dice una nota del reportero Gabriel Rodríguez.



Ejecuciones en tiempos de covid-19

“Discúlpame Chito Cano. Se me olvidó tu regalo de Día de las Madres pero hay te lo mando. Atte. La Familia Michoacana”, decía el mensaje que dejaron los sicarios de la Familia en una camioneta, en la carretera San Lucas-Huetamo, en Michoacán. La camioneta estaba repleta de cuerpos de pistoleros del Cártel de Jalisco, que por su lado han hecho lo mismo en el valle de Toluca, en los municipios colindantes con la capital del Estado de México.

Pero la camioneta Nissan NP300 roja que se encontraba estacionada a la vera del camino tenía 12 cuerpos, algunos de los cuales serían familiares de Chito Cano o el Señor del Valle, quien en realidad se llama Alejandro Carranza Ramírez, y cuyo nombre comenzó a sonar en el Estado de México a principios de este año, cuando apareció una narcomanta en Calimaya, anunciando que “Empezó la limpia, señores. Venimos a sacar del Estado de México a toda esa puta lacra de La Familia Michoacana”. Los parientes masacrados de Chito Cano habrían sido levantados en Guerrero, aunque otras versiones señalan que eran gatilleros del CJNG, derrotados en un enfrentamiento contra los michoacanos, liderados por Jhony Hurtado Olascoaga.

La matanza de Huetamo es la respuesta a la ejecución suscitada hace unos días, en contra del sobrino de Medardo Hernández Vera, “Lalo” Mantecas, uno de los jefes de la FM, a quien le cortaron la cabeza con un machete, después de interrogarlo, en alguna zona de la Tierra Caliente. El joven aparece sentado sobre una cubeta, sangrando de la nariz, y detrás de él un pistolero le apunta. Luego de interrogarlo, al joven lo desmiembran a machetazos, mientras aúlla de dolor. El muerto se llamaba Omar, y le decían El Vago.

La ejecución y tortura de El Vago fue la respuesta al homicidio de otro sicario, El Hormiga, encargado de la plaza de Toluca para el CJNG, quien fue ajusticiado junto con otro hombre el 18 de mayo de este año por la Familia Michoacana.

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