Miguel Alvarado: texto. Ramsés Mercado: imagen e información. Karen Colín: diseño.
Atlacomulco, México; 22 de septiembre de 2022
Si alguien entregó su vida a los demás fue Ariel Pérez Baca, el fundador de la Cruz Roja en Atlacomulco. Ahora que ha fallecido, la comunidad y sus compañeros resienten ya la ausencia de quien puso por delante de su propio bienestar la salvaguarda de los demás.
Tanto era su compromiso que cuando el Servicio de Urgencias del Estado de México (SUEM) fue habilitado en aquel municipio, Pérez Baca ofreció su casa a los integrantes para que vivieran en tanto conseguían un lugar para ellos.
“Las comunidades de los alrededores de Atlacomulco le deben mucho. Ese trabajo que él hizo de picar piedra durante muchos años para ser socorrista y tener el aval, conseguir el terreno para levantar la Cruz Roja, llevó años e incluso representó separarse de su familia. Hoy en día, tres hijos suyos se dedican a lo mismo. La institución es él”, recuerda un paramédico durante el homenaje de cuerpo presente que los rescatistas le organizaron en la sede del SUEM, pues murió el día de ayer.
Y es que Pérez Baca dedicó 46 años de su vida a los demás. Nacido en 1938, hizo de su profesión una forma de vida y su hijo Emilio Pérez Jiménez lo recuerda: “en 1976 se va a vivir a Atlacomulco y se encuentra con accidentes de carretera que nadie atendía. Entonces se paraba a abanderar, a tratar de ayudar, aunque no sabía nada acerca del rescate de personas o de las técnicas que se usan en casos así”.
Entonces, para aprender, se metió a la Cruz Roja y se convirtió en socorrista. Los hijos más grandes, hasta por necesidad, comenzaron también a ayudar. Su fama fue creciendo y fue tal que era a él a quien llamaban cuando se reportaban accidentes. El hijo que estuviera con él acompañaba al intrépido socorrista. Así se dio cuenta de la necesidad que tenía Atlacomulco de contar con ambulancias.
“Así Atlacomulco llegó a tener 22 ambulancias, porque antes las más cercanas estaban en Toluca y de aquí a que llegara el apoyo… no eran ambulancias nuevas, eran unidades que se conseguían, que se arreglaban y modificaban. Él nos enseñó a conseguir hasta un tabique, a hacer hasta hoyos, y claro, a rescatar a la gente”, dice su hijo mientras observa el homenaje de la comunidad de rescatistas a su padre y atiende el pase de lista que le reclaman sus compañeros. “¡Presente!”, grita Emilio Pérez, como todos los demás cuando los nombran, como parte del reconocimiento a su padre.
El SUEM, en Atlacomulco, nació en 1976, aunque ese servicio tenía apoyo del gobierno. La Cruz Roja, en cambio, pudo sostenerse y crecer con apoyo de la comunidad. Estuvo presente en 1985, durante los trabajos de rescate en la Ciudad de México derivados del sismo que devastó el centro del país.
“Estoy cansado de oír sirenas”, decía Pérez Baca a sus hijos, que recuerdan esa anécdota precisamente hoy que un temblor de magnitud de 6.9 se dejó sentir por la madrugada.
“Pero no, nunca nos cansamos de oír sirenas”, refiere orgulloso Emilio, mirando a sus compañeros realizar una guardia de honor para su padre.
Fotografías: Ramsés Mercado.