Miguel Alvarado
Toluca, México; 11 de abril de 2019.Alumnos de la normal rural de Tenería causaron, la mañana del 11 de abril, destrozos en las instalaciones de los Servicios Educativos Integrados al Estado de México, en la ciudad de Toluca, donde rompieron mobiliario, dañaron autos y robaron objetos. La jornada terminó con los alumnos sentados en una reunión privada con la Secretaría de Educación Pública, y en la que nadie sabe lo que se trató.
Tenería tiene fama de violenta, pero en el circuito de las normales rurales está catalogada como aliada del gobierno del Estado de México. O por lo menos así la veían hasta 2014, antes de los sucesos de Iguala, el 26 y 27 de septiembre de ese año. Tenería fue descartada por la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México como sede para el resto de las normales que participarían en la marcha del 2 de octubre de ese año, justamente por su perfil progubernamental. También se descartó a la michoacana Tiripetío, y por eso sólo quedó Ayotzinapa.
Pero Tenería no era lo que es y sufrió actos de represión que la obligaron a ir por otros caminos. Y es que la escuela normal rural de Tenería en Tenancingo, Estado de México, enfrentó a espías en una batalla de proporciones descomunales que dejó heridos de gravedad el 24 de octubre de 1981. Los alumnos los descubrieron y los expulsaron a golpes de la institución cuando, al mismo tiempo, la escuela estaba rodeada por policías y soldados. Venidos desde la normal Plutarco Elías Calles, conocida como El Quinto en Sonora, los reventadores se integraron a Tenería sin dificultades. Más altos, pronto se ganaron naturalmente el sobrenombre de Los quintos. Sin embargo, fue por otra cosa que se hicieron famosos y es que, recuerdan profesores egresados, se dedicaron a boicotear acuerdos, retrasar actividades y poner a los alumnos contra el Comité y la Base estudiantil.
Los sonorenses fueron enviados para detener o por lo menos desvirtuar la influencia en esa normal en las comunidades rurales locales, del Partido Comunista Mexicano y del Partido Socialista Unificado de México, que por entonces echaban raíces en aquellos lugares. Decidido a lastimar el corazón de Tenería, el gobierno mexiquense contrarrestó a los simpatizantes del comunismo reprimiéndolos desde la dirección de la escuela, a cargo del profesor José de Jesús El Chino Morales.
Los quintos jamás imaginaron que cuatro años después, en 1985, a su propia escuela en Sonora le pasaría lo mismo. Los soldados llegaron a esa normal, en el municipio de Etchojoa, después de que los estudiantes se movilizaran activamente apoyando una resistencia social condenada a perder en la población de Cajeme, cuando algunos colonos invadieron tierras privadas y enfrentaron los posteriores desalojos. Los invasores pidieron ayuda y los alumnos se la brindaron. En respuesta, los militares tomaron la escuela una noche en que no había nadie y la cerraron por cuatro meses, pero las negociaciones que encabezaron padres de los estudiantes con las autoridades costaron a la normal la separación definitiva de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, que se estableció como una de las condiciones para no desaparecer El Quinto definitivamente, junto con el total aislamiento político e ideológico del resto de las normales.
Ese acuerdo pesó mucho tiempo sobre la escuela como una capadura, condenada al silencio desde la amenaza de su cierre nada más se detectara una huelga o protesta. A los quinteños ni siquiera les dejaron las paredes para expresarse y apenas les quedó el azul de sus cielos y las camisas del mismo color que visten en las galas y días importantes. Porque esa castración apenas les alcanzó para pintar a una mujer que representa a la Patria, perfilada entre los tabiques de un mural que no concuerda con los que se dibujan en el resto de las normales rurales.
La segregación académica y el aislamiento político a la que fue sometida El Quinto estuvieron a punto de instalarse en Tenería, en el Estado de México. En realidad a esa normal le pasó algo peor. El 24 de octubre de 1981 fue para la escuela de Tenancingo una fecha de represión y violencia, y aunque cada año algunos alumnos recuerdan a la comunidad que siempre será tiempo de recomponer el rumbo, esa reflexión se siembra en suelo infértil. Tenería no sería la misma desde la administración del director Morales, quien comenzó expulsando a algunos estudiantes del Comité para establecer directrices que permitirían la “privatización” de algunos servicios. Las imposiciones y los abusos contra los jóvenes derivaron en protestas públicas, marchas y manifestaciones para denunciar al director de la mano de hierro y negocios encubiertos. Fueron 21 días los que Tenería se lanzó a las calles buscando forzar una solución, pero las autoridades respondieron con la movilización de la policía estatal, que rodeó la escuela el 23 de octubre de ese año, después de una orden del gobernador priista Alfredo del Mazo González, padre del actual gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza. Ese día, entre las dos y la cuatro de la tarde y auxiliados por militares, los policías concluyeron el cerco y terminaron por tomar las instalaciones. Los jóvenes resistieron y pelearon por defender su escuela. Con todo, se dieron tiempo para echar al grupo de infiltrados llegado de Sonora. Ellos, Los quintos, fueron golpeados por los alumnos locales para desalojarlos después de que comprobaron su doble juego. Uno de ellos salvó apenas la vida cuando alguien, después de tundirlo, le metió una pistola en la boca y le disparó a bocajarro, sin mediar palabra. El tiro le perforó la mejilla izquierda y aquel joven salvó la vida pero eso y otras peleas a puño limpio le confirmaron a Tenería que gran parte del asedio se debía a la acción de los reventadores del norte.
La policía tomó la escuela apoyada en la ventaja de las armas e hizo prisioneros a algunos alumnos, que fueron enviados sin dilación al penal estatal de Santiaguito. El resto de los estudiantes escapó para refugiarse en poblados cercanos o en los montes. Que la normal estuviera tomada no impidió que el Comité Estudiantil pudiera reunirse y convocar para el día siguiente a una marcha en el centro de Tenancingo. Las comunidades rurales respondieron al llamado y acompañaron a los jóvenes, pero cuando llegaron a la cita ya los estaba esperando el Batallón de Radiopatrullas del Estado de México (Barapem), que dispersó a los manifestantes y sembró el terror en aquella ciudad porque se buscaba que la lección fuera asimilada por todos. Pasarían días para que Tenería pudiera reorganizarse y harían falta meses para que la escuela fuera recuperada y sus puertas abiertas nuevamente.
Aunque Tenería no desapareció ni fue separada de la FECSM, las circunstancias la ablandaron y poco a poco el gobierno estatal consiguió de la escuela una participación social cada vez menos significativa políticamente y acercamientos menos ríspidos con el poder en turno, que terminó por incidir en el carácter de las siguientes generaciones, acostumbradas a obedecer cualquier disposición del gobierno, por absurda que fuera.
En mayo del 2008 la pinza que la represión de 1981 había colocado sobre Tenería terminó de cerrarse y, lenta pero efectivamente, las autoridades pusieron a la escuela justo donde querían que estuviera: en un puño, el de ellos. Poco antes de mayo, el gobierno mexiquense de Enrique Peña Nieto había firmado acuerdos que garantizaban a egresados de Tenería plazas laborales automáticas a través de la estructura de los Servicios Educativos Integrados al Estado de México (SEIEM). Esos tratos, gestionados entre otros por Luis Miranda Nava, el operador más implacable de Peña, serían anulados casi de inmediato y como consecuencia Tenería se declaraba en huelga. El cese de directivos y el acoso policiaco fue lo que siguió para los normalistas. El gobierno preparó su fuerza hostil y quiso provocar enfrentamientos enviando hasta un helicóptero que sobrevoló las instalaciones tres veces para tomar fotos y videograbar a los estudiantes y su organización. Detrás de la aeronave y entre árboles y hondonadas se parapetaron 400 granaderos que lograron llegar a cien metros de la escuela, pero los habitantes de las inmediaciones se solidarizaron con los chicos y cerraron los accesos deteniendo a la fuerza policiaca. Otro intento de desarticulación, esa misma jornada, provino de las 14 averiguaciones previas que empresas transportistas levantaron contra los estudiantes por secuestrar tráileres y camiones. Todo eso terminó por sentar al Comité Estudiantil en una mesa de negociaciones, la madrugada del primero de octubre del 2008, para recomponer los pedazos del pacto mañosamente roto por el gobierno.
“El debate se alarga (…). Los estudiantes no dan marcha atrás en sus demandas. Consiguen que el gobierno ratifique los acuerdos que de por sí se tenían y, además, se comprometa a no ejercer acción penal en contra de ningún alumno.
”Entre lo ratificado, destaca: respeto a la organización estudiantil, a la institución, al internado, a la matrícula y a la entrega de plazas automáticas en varios paquetes para los egresados y las generaciones venideras; reconocimiento a la representación de la sociedad de alumnos Aquiles Serdán y a la capacidad de gestión de los organismos nacionales de la FECSM; respeto a la integridad de la Normal Rural evitando el hostigamiento por parte de cualquier autoridad del gobierno del Estado de México y a las formas de manifestación que los estudiantes elijan”, relataba la reportera Nancy Flores para la revista Contralínea.
Lo que parecía una derrota para el gobierno representó en realidad otra cosa. Para la normal rural la trampa estaba cerrada y si alguien se dio cuenta, no dijo nada. El pacto de Tenería con el gobierno de Peña solucionó los problemas inmediatos pero terminó por enfrentarla con el resto de las escuelas y la propia FECSM, que desde entonces la miraron con desconfianza absoluta, sobre todo la normal de Ayotzinapa, principal crítica y antagonista de la rural del Estado de México. Un simulacro de orden se impuso y Tenería nunca volvió a ser la misma porque ahora cuidaría, al costo que fuera, que los acuerdos conseguidos no se perdieran ni se dañaran. Esa fue la escuela que encontró Julio César Mondragón Fontes cuando iniciaba su camino en el duro normalismo rural, y de la que fue expulsado cuando denunció frontalmente el saqueo de dinero realizado por algunos alumnos del propio Comité.