Miguel Alvarado
Toluca, México; 29 de mayo de 2018. Cómo es Autopan, que cubre al que va para allá de polvo, de bardas vandalizadas por el nombre de Fernando Zamora y sus 15 mil luminarias para electores jodidos, los mismos que de todas maneras en 2018 fueron acarreados tres veces, una por el PRI, otra por Morena y la tercera por el PAN. Cómo es Autopan, que entre tolvaneras y bardas con el nombre pintarrajeado de Juan Rodolfo Sánchez y su seguridad para todos o el de Gerardo Pliego y hasta Esmeralda de Luna, que promete que trabajando será ella más mujer.
-¿Ya te dije que trabajé en el mercado Juárez vendiendo cinturones? Ahí conocí a uno que le robaba a la gente, pistola en mano, y luego comenzó por quitarles sus puestos a los vendedores.
-¿No era el Gerardo Sotelo?
– No, tenía un nombre chingón y andaba con una güera que se lo traía banqueteando la saliva -dice Alberto Cruz, un hombre que lo ha ganado todo cuando todo lo perdió.
– El Alma Gran…
– ¡Ándale! El Alma Grande, que era bien ladrón. Siempre iba con algunos de sus hermanos y un día estaba asaltando a un puestero, uno de las verduras, pero ya lo estaban esperando y le abrieron la cara con una punta porque le llegaron por atrás. Ira, ya de entonces estaba como líder pero era asaltante. Nosotros tuvimos que irnos de ahí cuando le quitó el puesto a mi esposa y nos dedicamos mejor a otras cosas.
Rasca el espacio entre la pared y la mesa, como si algo hubiera que pudiera tocarse, como si esta necesidad por contarlo todo terminara en la orilla, a espaldas de este precipicio. En todo caso, las servilletas volando por el ventarrón, los platos salpicados del polvo, de las bardas olvidadas de Zamora, de Esmeralda, de los dueños de la pobreza.
-Ira- dice Alberto Cruz, cruzando los brazos, echándose hacia atrás, como lo haría alguien satisfecho que, sin embargo, se acuerda de algo.
– Ira -dice de nuevo, bebiéndose el refresco que le queda en su botella- acompáñame a pagarle a alguien y luego ya nos vamos. Es aquí, todo derecho, todo derecho, pasando el Cerro Pelón.
Y en ese paréntesis alguien canta, suena una canción.
-¿A qué te dedicas, Alberto?
– A nada, a lo que sale, a lo que me van llamando. Orita me llamaron para traer gasolina de unas garrafas en San Cayetano, y por eso vamos porque les urge que les entregue un dinero.
– ¿Y quiénes son los que vamos a ver?
-Ira, son los que te dije que le hacen a las tomas del combustible, aquí adelante, aquí nomás.
Aquí adelante es la avenida Aeropuerto, que conecta la autopista Toluca- Ixtlahuaca con el pueblo de Autopan. Se avanza sobre ella y se pasa la calle de Fuerza Aérea, después se cruzan las enormes fincas del ex alcalde Fernando Zamora y el ex secretario estatal de Gobierno, José Manzur. Se pasa por la parte posterior del mercado de Palmillas y se adelanta hacia el cerro. Al campo –porque hay que verlo a mitad del año, cubierto de flores amarillas y rojas- lo cruza una escara y esa herida es el ducto de Pemex, marcado por los tubos del peligro, del cuidado, del no construir, de la calavera con los huesos.
– ¿Y quiénes son los huachicoleros?
– Uta, son un friego, son hartos, pero son tres policías los que están bien coordinados con los revendedores y distribuidores.
La zona a la que se refiere uno de los cargadores de garrafas de combustible la componen los pueblos de Autopan, San Cayetano, San Cristóbal, San Diego Linares, Jicaltepec, San Diego de los Padres y San Andrés Cuexcontitlán.
-¿Quiénes son los policías que controlan el negocio?
– Se llaman Fermín “N”, responsable del cuadrante. Ese es uno, ira. El otro es Antonio “N”, jefe del Cuadrante del Primer Turno.
– ¿Cuál es el Cuadrante?
– Es el 43. Pero también está involucrado el jefe del segundo turno, Obed “N”. Pero el jefe de todos es otro.
– ¿Quién es el jefe de todos?
– Pus El Ronco, así le dicen al comandante Jorge “N”, que también anda a cargo del Sector 15 de Toluca. En lo del huachicol también están involucradas las regiones 19 y 20, y también otras más alejadas.
– ¿Y El Ronco qué onda?
– Nel, de ése no sé pero es el mero, mero, es el que controla los pagos. A cada policía los huachicoleros les pagan 30 mil pesos quincenales por cabeza. Has cuentas y a ver si no te conviene. El Fermín ése tiene 17 años en el sector y no lo cambian porque les controla todo. El Ronco vende además protección a negocios de la zona. Pone a patrullas a vigilar negocios y gasolineras. Pero pus tú lo tienes en el organigrama de los huachicoles, ya te la sabes.
– Sí, pero El Ronco…
– Bueno, ya. Le pagan los de la línea de camiones Atsuzi, ahí se plantan los guardias y las camionetas.
Entonces contamos: tan sólo en San Pablo Autopan hay 30 válvulas clandestinas desde las cuales se extraen combustible. Algunas están en Toluca y construyeron talleres mecánicos para cubrirlas. Además hay 3 laboratorios, en los cuales se procesa una parte de lo robado. Hay varias bodegas y un aproximado de 150 personas atienden locales y la reventa.
Los pagos que reciben los policías se realizan a tarjetas de débito no vinculadas al SAT o por lo menos eso les dicen. Todo esto a las 12:30, cuando el helicóptero de la Federal nos pasa por arriba, en la rutina diaria de vigilancia sobre San Pablito, la tierra de nuestros huachicoles.