Simulacros y cumpleaños

Miguel Alvarado

Toluca, México; 19 de septiembre de 2019. Entonces tiembla. El suelo convulso del país y de sus habitantes se mueve. La necesidad de recordar las tragedias pero sin darle un propósito adecuado, hizo que esta mañana se practicara un simulacro en todo el país. Al momento de hacer esta columna, el reloj marcaba las 13:24. Hace dos años, a las 13:14, ocurría el terremoto más destructivo que haya sentido la capital de México, cuando por supuesto nadie se lo esperaba. Ese día, en algunos lugares se conmemoraba por la mañana el terremoto del 85 con otro simulacro. Todos, o mejor dicho todos los que estábamos en la ciudad de México salimos a los lugares despejados o a donde indicaba la instrucción cuando sonó la alarma. Lo hicimos casi todos, incluso los que nos encontrábamos en casa. Después, la mayoría se olvidó del asunto.

Pero ese día, un poco después, nadie o casi nadie pudo salir cuando la ciudad de México se resquebrajó. Es más, ni siquiera sonó la alarma y algunos nos dimos cuenta cuando ya era demasiado tarde.

Días antes, el 7 de septiembre por la noche, también había temblado. A pesar de haber oído la alarma, la mayoría no la identificó y tampoco salió hacia los puntos seguros. Cuando menos sentimos, esos 15 o 20 segundos de anticipación con los que la alarma suena se perdieron para siempre y entonces, cuando se quiso, no se pudo. Bajar tres pisos en ese tiempo no es imposible, pero una cantidad mayor ya es impensable. Las escaleras casi siempre se caen antes que cualquier otra estructura.

Ese primer sismo del 7 de septiembre asustó a todos y preparó la sicosis, ese miedo que uno debe controlar porque también es posible que no suceda nada. ¿Cómo saberlo? Se llama incertidumbre y se parece en todo al miedo permanente que sufren los epilépticos por el resto de su vida. Puede que se tiemble, quizá no. Y puede que sea ahora mismo.

Entonces, el 19 de septiembre de 2017 la ciudad de México y otras poblaciones se cimbraron pero nadie escuchó la alarma porque nunca sonó debido a que la onda sísmica no provenía de Guerrero, otra región azotada por sus propias convulsiones, sino del lado contrario. Algunos nos dimos cuenta cuando ya todo se estaba moviendo y ni siquiera se podía caminar, pero otros simplemente ni se enteraron porque murieron ahí mismo, donde estaba.

Los resultados, en los tres minutos que duró aquello, nunca se contabilizaron de manera adecuada porque la Federación ni el gobierno de la ciudad de México quisieron. La ayuda económica de otros países nunca fue usada para los damnificados y el padrón de casas dañadas dejó fuera, porque sí, a más de 10 mil viviendas, cuyos moradores no recibieron ninguna ayuda en los siguientes dos años, y apenas han podido ser censados. En el Estado de México los efectos todavía no pueden subsanarse. Ejemplos sobran, aunque se conocen poco: el edificio de Rectoría en Toluca de la UAEMéx está sostenido con pinzas y sus daños no solamente fueron visibles, sino estructurales. Una escuela en Otumba no ha sido reconstruida y los niños toman clases al aire libre o en dependencias del gobierno municipal inadecuadas para eso. Ocuilan y Joquicingo apenas pueden organizarse y reconstruir lo que se cayó.

El falso sismo tuvo también su propio estudio y fue ubicado por el Servicio Sismológico de la UNAM en Pinotepa Nacional, con una magnitud de 8.6 grados. Este sismo habría sido sentido en gran parte de la zona sur y centro, incluida la ciudad de México. Fuertemente sentido en los estados de Oaxaca y Guerrero, y zonas aledañas a estos estados.

Y con todo eso, la verdad es que no se puede restaurar lo perdido.

En realidad, el verdadero simulacro vino después, cuando todo era -y sigue siendo- una ruina-. Y, lo que son las cosas, el simulacro de hoy dejó sus propias víctimas: 26 lesionados y presos de crisis nerviosas, desmayos y hasta fracturas en la capital. En Toluca hasta la Guardia Nacional estuvo para apoyar en la simulación del desalojo de 46 edificios y 3 mil servidores públicos.

Otros se colgaron de la muerte, como suele pasar, como suele hacerse. “Hoy recordamos los lamentables sismos del 85 y del 2017 que derrumbaron miles de hogares, pero jamás la fuerza ni la solidaridad de los mexicanos. Aún queda mucho por construir”, dijo el nieto del ex gobernador del Edoméx, Carlos Hank, el joven Carlos Hank González, dueño de Banorte y heredero de un imperio económico construido desde la desgracia, el uso de la fuerza, el abuso, la nula solidaridad, en una palabra, el gangsterismo, que el video de 15 segundos en donde aparece el nieto, balbuceado como una tara, pudo resumir sin dificultades el horror de ese apellido. 

Hace un año, otro temblor por estas fechas se registró en Toluca, una ciudad que carece además de alarmas sísmicas. Pero las coincidencias que parecen sacadas de la ficción, movieron otra vez sus engranajes y en el momento de la evacuación, cuyo anuncio se hizo por los altavoces de las dependencias, comenzó a temblar. La gente, bajando ordenada por las escaleras en la Secretaría del Trabajo, ubicada en un edificio de por lo menos cuatro pisos, se dio cuenta de que estaba temblando de verdad y entonces ese ordenado desalojo simplemente se atascó. No hubo gritos ni empujones ni lesionados, pero quienes estaban en ese hueco se pararon y si hubiera sido más fuerte, otra sería la historia.

Este país sísmico se acostumbra a todo, menos a temblar.

*

Viceversa cumple hoy un año de existencia. Gracias al esfuerzo de un equipo y al aguante de los integrantes, que han trabajado en condiciones de adversidad duras y que a veces han desanimado, es que se ha podido sostener este esfuerzo cuya capacidad, habrá que reconocerlo, no llega ni a la décima parte de lo que puede aportar periodísticamente. Las condiciones para que esto suceda se siguen construyendo y no cabe duda de que se trata de un medio fuerte porque sus integrantes los son, así como expertos en cada una de las tareas que les toca hacer. Los terremotos desintegran y pulverizan. Viceversa ha tenido los suyos y, a diferencia de los de verdad, ha podido reconstruirse una y otra vez, incluso antes de que naciera. No habría nada más satisfactorio para quienes se opusieron a este proyecto que verlo en ruinas, pero eso no sucederá. Felicidades a Marco, Stella, Ramsés, José Enrique, Silvia, Karen, Elpidio, María José y Brenda. No dejen que un simulacro los espante.

Redacción VcV
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