Stella Cuéllar: texto. Karen Colín: diseño.
Toluca, México; 7 de noviembre de 2022
En 2012 años tuve un accidente en la ciudad de Puebla, dentro de mis horarios laborales y realizando una actividad relacionada con mi trabajo. Yo era subdirectora del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos. Al bajar de mi auto y cruzar la calle, un auto, pasándose el semáforo rojo, me arrolló. Más bien, me hizo volar 12 metros debido al fortísimo impacto. Ese golpe y la caída me provocaron 37 fracturas en las piernas, las manos y la cara. Estuve dos años hospitalizada, con pronóstico de muerte e invalidez. El responsable, que tripulaba un Honda, se dio a la fuga y las autoridades de Puebla o los responsables de las cámaras públicas de vigilancia borraron o hicieron perdedizo el momento del accidente, por lo cual no se pudo identificar al dueño del auto.
Ese accidente cambió por completo mi vida porque me costó mi trabajo y todo lo que se deriva de ello. Fui jubilada debido a que no podía trabajar. Me dieron una incapacidad totalidad y definitiva, pero el ISSSTE determinó que no había sido un accidente de trabajo, pese a que yo llevaba un Oficio de Comisión y mi propia jefa envió dos cartas en las que solicitaba la corrección de esa calificación en vista de que ella me había enviado. El ISSSTE hizo caso omiso.
Esa incapacidad significaba que quedaba pensionada por edad y tiempo de trabajo, y no por riesgo de trabajo. La pensión que se me determinó fue por 4 mil pesos mensuales, lo cual no correspondía a la situación de accidente de trabajo. Después, un Tribunal Colegiado sentenció que aquello estuvo mal determinado, que el accidente sí fue de trabajo y que debían pagarme el 98 por ciento de mis percepciones, pero esto lo hicieron hasta el 2016. Sin embargo, el ISSSTE no acató de inmediato la sentencia y no se pudo llegar a un acuerdo para establecer mi sueldo. Entonces se me asignó una pensión provisional de 8 mil pesos en lo que se definirá cuál monto de sueldo me aplicarán, ya que el ISSSTE quería aplicarme los tabuladores de su nueva ley y todo lo que implica, y no la Ley del Décimo Transitorio, que es la que me corresponde.
El pleito siguió por años y ahora un juzgado en Jalapa, Veracruz, me negó el amparo y dictó sentencia a favor de que el ISSSTE me aplique la nueva ley, que como se dijo, no es la que me corresponde. Por lo mismo, mi pensión se ha determinad sólo en el sueldo sin incluir los sobresueldos. Tampoco se me pagaron salarios suspendidos ni las reducciones ala salario que indebidamente me hicieron, así como las suspensiones de pagos que sufrí.
Después de casi 10 años de litigio, la compensación que me da el ISSSTE fue ridícula y me dejaron la pensión provisional como definitiva.
Pero no fue así. Como he dicho, Conciliación y Arbitraje aprobó que me aplicaran la nueva ley y que no se me pagaran las reducciones y suspensiones al salario que el ISSSTE me hizo indebidamente. Mis abogados brincaron y comenzaron los mil trámites para aclarar el asunto. Fueron años de pelear e intentar demostrar que no podía ajustarse mi pensión con base en una ley que no me correspondía. Pasaron años y finalmente mi solicitud de amparo fue enviada a Jalapa, por saturación de trabajo en Puebla, y allá me la negaron, sin más. Hicieron una “reinterpretación del asunto”, y juzgaron como buena la pensión provisional, calculada con base en una ley que no me corresponde.
Como ya es cosa juzgada, nada puedo hacer. Así de absurdo e injusto es todo.
Tuve que ir a recoger el cheque que el ISSSTE me expidió por las “diferencias” que me debía, después de 9 años de litigio, pero además 35 por ciento de esa cuenta va para mi abogado.
Me tuvieron más de 3 horas en la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, en Puebla. De la 1 a las 3:30. La abogada del ISSSTE, una tipa grosera, déspota, abusiva, me dijo: “Si no está conforme, me puedo ir, y si su abogado no llega yo me voy. Esto se arregla con su abogado, no con usted. Usted sólo viene a firmar”.
-¿Puedo leer los documentos?, le pregunté.
-No. Ése no es asunto suyo. Es de su abogado- me respondió.
¡Cómo es posible eso! Pero lo es. Mi abogado no llegó porque “se le complicó la mañana”. Mandó a una abogada de su despacho que ni idea tenía de mi asunto.
Fueron horas sacaron un montón de documentos que firmé. También puse mis huellas digitales en montones de documentos, como si me estuvieran deteniendo por tráfico de fentanilo.
A mí, este “dinerito” me cae como balde de agua.
– Pero algo ganó… la mayoría se va sin nada…
Me hervía la sangre de coraje. El cheque lo traía la abogada del ISSSTE y me lo pasaba frente a la cara, pero no me lo entregaba.
“Se lo tiene que dar la secretaria de Acuerdos…”. Más tiempo… faltaron firmas y huellas… otras acá… ah, también aquí. Redacté: “recibí cheque tal por tanto… y nombre y firma… también fecha”. Sí, son seis juegos… sí, todo en cada hoja. Sí, frente y vuelta… Faltó aquí una más. Ahora este otro juego de documentos, y la misma historia…
Al final me pasaron con la secretaria de Actas, una mujer sumida en un escritorio desordenado, sucio. Cientos de expedientes apilados en el piso, en los escritorios.
Tomé mi cheque. Volví a firmar; volví a poner huellas. Y estaba a punto de irme y la señora me dice:
– Se dan a las gracias, ¿no?
– ¿Gracias? -le respondí- Gracias cómo de qué… Gracias de nada, será. No tengo nada que agradecerle a usted ni a nada de lo que este lugar representa.
– Pues no vaya a manchar ni a doblar el cheque, porque si no, ni eso va a cobrar.
Me queda claro que los ciudadanos de a pie no somos nada ante instituciones corruptas y abusivas, y aunque le gané al monstruo, éste encontró la manera de burlarse de la justicia e imponer su maldad.