Miguel Alvarado: texto. Ramsés Mercado: información y fotografías.
Almoloya de Juárez, México; 15 de julio de 2022.
Sus familiares esperan desde temprano afuera del penal estatal de Santiaguito, en Almoloya de Juárez. Están también algunos funcionarios de la Comisión de Derechos Humanos del Edoméx, porque ellos apoyaron el caso. Y mientras esperan, Armado Escamilla se anima a contar por qué están ahí. Este será el último día que vengan a la cárcel y padezcan la corrupción que impera en las prisiones del Estado de México. Será el último día que vean a su hija tras las rejas, porque más al rato Alejandra Arriaga Romero saldrá cuando la pesada puerta de acero pintada de verde se abra. Nadie sabe, nadie está seguro de lo que realmente siente ahora, aunque todos tienen pintados en sus rostros una sonrisa.
Alejandra se ha enterado apenas hoy, en al transcurso del día, que saldría libre.
La acusaron de matar a su esposo, un militar, y fue sentenciada a 43 años y 9 meses de prisión. Después se comprobó que no había sido culpable, pero desde 2015 estaba presa en el penal de Santiaguito. Tuvieron que pasar siete años para que Alejandra Arriaga Romero fuera liberada. Su familia se encargó de la defensa de la mujer desde junio de 2015, pero de acuerdo con Armando Arriaga, su padre, no habían podido comprobar su inocencia hasta que tuvieron la ayuda de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Originaria de Toluca, Alejandra Arriaga ha obtenido su liberación gracias a la Ley de Amnistía. La familia forma parte de una organización llamada Presunción de inocencia y derechos humanos, dirigida por el activista Humbertus Pérez Espinoza, quien llevó el caso a Derechos Humanos, donde fue revisado y hallaron irregularidades.
La familia refiere que las instancias de gobierno no creyeron en la inocencia de Alejandra y los abogados que contrataron los estafaron siempre. Uno de ellos, incluso, les recomendó que abandonaran el caso porque no había manera de comprobar su inocencia. Un recurso que Alejandra presentó en algún momento bajó la sentencia a 40 años.
Ella, que hoy ha obtenido su libertad, tiene actualmente 44 años de edad y se había ido a vivir con un hombre de su edad, pero al poco tiempo comenzó a sufrir de maltrato, lo cual se extendió por 14 años.
-Él fue soldado, pero fue dado de baja por un altercado con sus superiores. Pero el día que pasaron los hechos, ella era golpeada por él. En el transcurso, él había sacado una pistola que se supone que no servía y se la aventó a mi hija. Ella no sabe de armas, pero la tomó a su vez y se la aventó a su pareja. Esta pistola le pegó en el pecho al soldado y es en ese momento que se activa y le pega un tiro- refiere el padre, quien recibió una llamada de auxilio de la mujer.
Al llegar, el padre se encontró con el hombre tirado en el suelo.
Alejandra Arriaga fue entonces a la ex Procuraduría para dar su testimonio. El hombre se encontraba vivo y hasta que por fin le hicieron caso y fueron a ver, el soldado ya había fallecido. A pesar de que se comprobó que se había llamado pidiendo ayuda, esa prueba no se aceptó. Además, se pudo probar, mediante participación de peritos, que ella no había disparado el arma. También comprobó que vivía en un ámbito de violencia familiar.
-Le hicieron la prueba de rodizonato para comprobar eso en la Fiscalía. Ellos mismos dijeron que no tenía pólvora ni en el brazo ni en la ropa, pero de todas maneras la declararon culpable. Le decisión del juez fue decir que ella tenía la culpa desde el momento en que se aguantó 14 años y que tenía la culpa porque no se separó de él. A este hecho lo calificó como una venganza y es por eso que le dan la sentencia-refiere el padre.
Alejandra y uno de sus hijos eran asiduos visitantes a los ministerios públicos por las golpizas que la mujer recibía. Tenía desviado el tabique nasal, marcado uno de los brazos, dientes desprendidos a golpes y otras marcas en el cuerpo.
– Ahora no sé qué decir del gusto que tengo de que en cualquier momento sale mi hija- dice Armando, con la voz entrecortada.
La salida de la cárcel
Vestida con una playera roja y pantalón blanco. Se acercó a la última puerta y los barrotes enormes se abrieron. Los primeros en abrazarla fueron sus dos hijos, ya adolescentes, que se le echaron encima mientras Alejandra Arriaga rompía en llanto. Nadie sabe, sino ella y los que han salido en condiciones similares, lo que quiere decir la libertad y lo que significa también que en la vida de uno se encuentre escrita la historia de una injusticia que le arrebató siete años de su vida, y que bien pudo suceder que se pudriera en vida.
Luego, sus padres se encargaron de sostenerla. Al mismo tiempo, las puertas de la cárcel se iban cerrando hasta que el chasquido de los candados se escuchó fuertemente, ese trueno metálico que marca la diferencia entre estar allá o acá. Estar afuera no será tan difícil para ella porque aquí no está sola, como lo estuvo adentro. Ahora la puerta cerrada a sus espaldas no se abrirá más para Alejandra, que no se da cuenta de nada excepto de los últimos rayos del sol que le dan en el rostro, del aire que pasa sin los muros de por medio.
-¡Ya se terminó, ya se terminó!- le dice su madre cuando la abraza y sus caras se juntan en un abrazo que incluye a toda su familia.
Después Alejandra habló. Reconoció el trabajo de sus padres y la intervención de los funcionarios de Derechos Humanos, así como del activista Pérez, quienes se encargaron de revisar cada una de las fojas que componían el proceso. “Gracias, gracias, gracias, gracias”, dijo ella, quien se daba perfectamente cuenta de que estaba libre y de que podía comenzar de nuevo.
-Viene una nueva vida. Yo que el tiempo que pasó no lo voy a recuperar nunca, dejé muy chiquitos a mis hijos pero sé que no es tarde, puedo volver empezar de ceros. Desde junio, que los de Derechos Humanos vinieron a entrevistarme, algo me dijo que yo iba a salir y agradezco a Myrna Araceli García Morón, la presidenta de la Comisión, por haber sido parte fundamental de mi liberación. Ella fue la única que me dio esperanza, la verdad.
Envió un menaje a sus ex compañeras de prisión. Que tengan fe, que tengan esperanza, que ellas mismas investiguen acerca de sus casos, sobre la perspectiva de género.
-¿Tienes planes?
-¡Sí! ¡Muchos, muchos!
– ¿Qué vas a hacer hoy?
De acuerdo con Myrna García, este caso es el cuarto que se decreta por Amnistía, y dijo que por fin se cuenta con una metodología para determinar en cuáles casos puede ser procedente.
-Hay varias solicitudes pero no todas cumplen con los requisitos que la ley nos impone. Tenemos solicitadas a Derechos Humanos 2 mil 137 desde enero de 2021, cuando entró en vigor la ley. Ya hay algunas que se han notificado como procedentes y en los asuntos que se puedan investigar y hacer un tratamiento, también los estamos llevando a cabo- dijo.
Después subió a una camioneta blanca que la esperaba, a ella y a su familia. Su pelo largo y negro, que había acomodado con sus propias gafas, le cubrían los hombros y el rostro de sus hijos, que no la soltaron ni una vez desde que dejó atrás la última puerta de la cárcel.
Ella, que hoy se levantó sin saber nada, dormirá por fin con su familia. La condena de 40 años se desvanecerá como un fantasma, como el monstruo que es la justicia mexiquense, y a la cual hay que combatir su corrupción, a los jueces que piensan y justifican que el inocente es culpable y así lo castigan.
Por su lado, el Poder Judicial del Estado de México ha señalado que Alejandra es “una mujer en situación de vulnerabilidad y discriminación por tratarse de una persona violentada en diversos derechos fundamentales, es decir, se trata de una mujer que sufrió maltratos, vejaciones, humillaciones y menosprecio, no sólo en razón de su sexo, sino por la condición de ser mujer, la cual constituye una categoría sospechosa en virtud de que históricamente ellas han sido sometidas a patrones de valoración social y cultural que tiende a menospreciarlas e imponerles cargas, y que en el caso a estudio, la violencia ejercida por su pareja sentimental menoscabó su dignidad humana y daño de su integridad física y emocional, así como su dignidad y calidad femenina derivado de actividades denigrantes efectuadas de su propia pareja sentimental, que menoscabaron su persona y dignidad humana. Por eso se le aplica la Ley de Amnistía. De ser inocente, ella tendría que probarlo en proceso, lo cual no sucedió. Este caso es uno de los tan demandados por los colectivos, de que se aplique Ley de Amnistía en delitos de alto impacto”.