Ciudad de México; 21 de mayo de 2024
Miguel Alvarado: texto. Diseño de portada: Karen Colín.
Todo se analizará profunda y vanamente en los medios de comunicación, en las explosivas pero engañosas redes sociales y en las discusiones callejeras, a la hora del almuerzo. Así que un guiño, la cara de cera de cualquiera de ellos, los músculos tensos del cuello, el parado ante el atril, los tonos y matices elegidos para contestar, las sonrisas y los ojos entornados o muy abierto serán calibrados duramente porque se cree que alejarán o acercarán a algunos electores que todavía confían en esta democracia con olor a chabacano.
Claudia Sheinbaum llegó al tercer debate presidencial del brazo de su marido, Jesús María Tarriba Unger, que la ha acompañado en su campaña por todo el país. Cruzaron el pasillo que desemboca en la entrada del Foro del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco, en la Ciudad de México, y se para encontrarse con los suyos. A ella la esperaban ya algunas personalidades del Movimiento de Regeneración Nacional, reunidos en aquel caldo casi humeante que era toda la capital a esa hora. Brillantes y sudorosos, le abrieron sus brazos. Saludó de beso a Mario Delgado, presidente nacional de su partido y de mano y abrazo a decenas más. Luego, tensa pero sonriente, hizo caso a quien le dijo que subiera a un estrado, donde estaba Adán Augusto López Hernández, hace unos meses su odiado rival cuando ambos buscaban la candidatura morenista. Sheinbaum fue ovacionada y algo dijo a la concurrencia antes de meterse a la boca del lobo para enfrentar a sus dos rivales políticos, que harían lo mismo que ella. Una arenga, una serie de palmadas y besos, las arengas de triunfo, como si se tratara de un partido de futbol y los pulgares en alto. A esa hora, en el estadio Azul, el poderoso Monterrey, propiedad de Femsa y Coca-Cola, era eliminad por el Cruz Azul, que se colaba a la final del torneo mexicano. Ese coctel que revolvía en una sola jornada un partido de futbol, la marcha de más de 100 mil personas que organizó la Marea Rosa y ahora un debate presidencial estaba aderezado con el sudor de todos, las fobias, las débiles ideologías que atravesaban de cabo a cabo tres de las pasiones más acendradas de los mexicanos, y que comparten el objetivo único de ganar. Cruz Azul, aun perdiendo, jugará la final contra el América. Sheinbaum, aun ganando, se habrá sacado la rifa del tigre y deberá batallar contra un monstruoso país, atravesado por la inseguridad, la corrupción y el fenómeno del negacionismo. La Marea Rosa deberá reorganizarse, aunque perfila ya lo que será la oposición en el sexenio que sigue. Tampoco es que todo el país esté atento al triple espectáculo que ese domingo se ha ofrecido, como un presente casi sagrado, a la estulticia de una sociedad como la nuestra. Los goles del Monterrey no detendrán los 80 asesinatos que se acumularán este día. Las playeras rosas de los manifestantes no serán obstáculo para el narco y sus aliados, y las palabras de los tres candidatos no podrán contener la absurda idea de defender a un político que no busca el bien común sino la articulación del poder público en torno a un partido. El único resultado seguro será el triunfo de Claudia Sheinbaum porque los dueños de ese torneo -las empresas privadas y el capital político- ya decidieron el resultado. Eso, y que esta noche, a esta hora, azota a la ciudad un clima de 20 grados que asa, entorpece, pulveriza, descompone, disocia y desune.
II
Son dos horas las que tienen, un poco menos, y en ese espacio todo debe caber. En esos 120 minutos tendrán que apretujarse los planes de gobierno, las complejas políticas públicas, las estrategias pertinentes y hasta las acometidas contra los contrincantes que cada uno de los aspirantes a la presidencia de México hayan pensado. Esta última palabra, “pensar”, resulta demasiado ambiciosa si se usa para explicar que los equipos de los aspirantes se reunieron, como arquitectos de la palabra y la estructura, para solucionar las problemáticas del país. En el mejor de los casos, esos constructores de sociedades han tomado prestados -concedamos que hicieron una copia- casi todos los puntos importantes del actual Plan Nacional de Desarrollo. Luego, desmenuzaron el de Enrique Peña Nieto y se pasaron al de Felipe Calderón, no sin revisar también el que presentó Vicente Fox. Así pues, la exposición que hicieron los candidatos durante el tercer debate presidencial el 19 de mayo de 2024 fue realmente el ejercicio de una generalidad, apenas el cumplimiento de un compromiso, un amasijo de cosas con las que llenaron su tiempo y esa vitrina de exposición mediática que ha sido comprada por una parte de la ciudadanía como un oráculo, la medición definitiva de la victoria o lo contrario. Aquí, en el Foro de Tlatelolco todo cuenta: el vestido morado de la morenista Claudia Sheinbaum, que la hace ver más delgada de lo que es y que le construye la apariencia de una sombra envarada; la corbata naranja de Jorge Álvarez Máynez, todavía un novato en menesteres de este tipo, aunque a sus 38 años ya ha pasado por un Congreso y cuatro partidos políticos, incluidos el Revolucionario Institucional (PRI), y el de la Revolución Democrática (PRD). Ahora, con Movimiento Ciudadano (MC), se revelará como un heraldo negro que carga la importante misión de quitarle votos a la coalición del PAN-PRI y PRD, que encabeza Xóchitl Gálvez, para favorecer a Morena, en donde se negará siempre esa colusión. Por su lado, Gálvez se ha apoltronado en el centro geográfico de este debate aparentando calma, pero su pena y su disgusto no puede ocultarlos ni debajo del vestido azul que ha elegido y que le queda grande.
Todo se analizará profunda y vanamente en los medios de comunicación, en las explosivas pero engañosas redes sociales y en las discusiones callejeras, a la hora del almuerzo. Así que un guiño, la cara de cera de cualquiera de ellos, los músculos tensos del cuello, el parado ante el atril, los tonos y matices elegidos para contestar, las sonrisas y los ojos entornados o muy abierto serán calibrados duramente porque se cree que alejarán o acercarán a algunos electores que todavía confían en esta democracia con olor a chabacano.
El foro de los presidenciables representa un mentidero, una adecentada mojonera en la que todos habrán de insultarse con buenas maneras. Habrán de acusarse de delitos que ameritan comisiones especiales de investigación y varias cadenas perpetuas, pero nada de lo que ahí se diga tendrá repercusiones. Las promesas de campaña se realizan solamente para ganar el proceso electoral y por eso los señalamientos no pasarán de las pantallas de televisión o los celulares, aunque algunos digan que ya acudieron al ministerio público a levantar las denuncias respectivas.
Los tres aspirantes a la presidencia fueron elegidos mediante un sistema que hace innecesaria la intervención de los ciudadanos. Los debates y las campañas son un sainete, una comedia, una bufonada, una mojiganga, un enredo, una pantomima, una simulación, una patraña, un embuste, una mascarada. En todo caso, un simulacro. Nadie, por inocente que sea, puede creer que lo que pasa en un debate es real como lo son esos 80 muertos que a diario se le reportan a la Presidencia de México. Nuestra historia está repleta de casos como el de Luis Donaldo Colosio y el de los casi 30 candidatos asesinados en el proceso del 2024. Minutos antes de que el encuentro iniciara, en el Estado de México reportaban un atentado a balazos en contra de la candidata de Morena a la alcaldía de Ocoyoacac, Nancy Valdés, cuando se dirigía por la tarde a su propio debate, en Toluca. A ella y a su equipo ya los habían amenazado y poco después dos pistoleros le metieron cinco disparos al auto en el que iban, cuando pararon en un entronque de la autopista México-Toluca. Valdés tuvo suerte o quizá el ataque no era para matarla sino para dejarle metida un espectro para siempre. Como ella, en el limbo del miedo se encuentran 469 candidatos en todo el país, que han solicitado protección y están en espera de recibirla.
III
Cada sexenio debe cumplirse con la agenda de intereses que marca el Tratado de Libre Comercio (T-Mec), y que posibilita desde lo legal que el extractivismo estadounidense y de Canadá siga trabajando en la saqueada tierra mexicana. Se llevan minerales preciosos, oro, gas, petróleo, maderas finas y agua. Y también se lleva la vida de cientos. Si el gobierno mexicano cumple con eso, así como las políticas migrantes dictadas por Washington y otras capitales del mundo globalizado, todo estará en orden y el resto de los pendientes será lo de menos. Por ejemplo, por prioritaria que parezca, la contención del narco es un objetivo de segundo orden, lo mismo que los programas sociales. Los gobiernos mexicanos, como el actual, trabajan para imponer grandes obras como aeropuertos, la construcción de trenes que atraviesan selvas, los tajos interoceánicos y el establecimiento en sus orillas de parques industriales. Para que eso no ocasione una revuelta se necesita militarizar el país y ordenar que las fuerzas armadas cuiden esos intereses, establecer castigos ejemplares como los que pueden derivarse de la prisión preventiva oficiosa contra los pobres. La militarización elimina la lucha social y la resistencia desde la criminalización de movimientos como el de Ayotzinapa que debería representar la consigna que dice que el pobre es primero.
Pero eso no va a discutirse en un debate presidencial, como tampoco las débiles posturas del gobierno mexicano frente a las masacres en México y al genocidio que perpetra Israel en contra de Palestina. ¿Por qué no se les pidió una opinión al respecto a los aspirantes? Porque, por decreto, las masacres en México ya no existen y porque Israel es uno de los principales socios comerciales de este país. El ente sionista ha transversalizado a los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, y encima Sheinbaum es judía. Una parte de la sociedad judía en Israel está en contra de los ataques armados a la población indefensa palestina, que para esta fecha ha asesinado a unos 44 mil civiles.
“Cínico”, dice Stella cuando Jorge Álvarez Máynez toma la palabra por primera vez y expresa algo acerca de la política social que intentará en el poder.
Movimiento Ciudadano, su partido, ha podido centrar increíblemente su trabajo político solamente en el color naranja. Y ese artilugio le ha salido bien, como una confirmación de lo que son las campañas. Claro, tiene propuestas, aunque una buena parte de los electores no las conoce. En cambio, uno recuerda el reparto de chetos que realizó la estrafalaria Sandra Cuevas. Además, jóvenes de entre 20 y 30 años se han aprendido las canciones de propaganda porque, contra todo razonamiento, se tocan, se bailan y se balbucean en discotecas y antros. Los jóvenes ya saben quién es Álvarez Máynez, por lo menos cómo luce. Lo ubican en el panel de los debates no porque sea el único hombre sino por el color de su corbata y ahora se identifican con él.
En la vía de los hechos, Máynez se nota más tranquilo en ese tercer encuentro y ahora interpreta una versión mucho más natural que aquellas dos primeras en las que, obsesivamente, no dejaba de sonreír y de mostrar sus enormes dientes. A lo largo del debate se irá serenando todavía más y terminará por ofrecer una cátedra de temas judiciales tan buena y tan de izquierdas que opacará cualquier argumento que Sheinbaum exprese respecto a cualquier cosa.
La de Sheinbaum no es la imagen de una candidata confiada. Su tensión es notoria pues hace un esfuerzo por contenerse y hacer la menor cantidad de gestos. Obsesivamente, mirará de frente a la cámara pero también levantará compulsivamente su mano derecha las dos horas siguientes, para afirmar como un juez lo que va diciendo. “Todas las unidades habitacionales fueron reconstruidas”, suelta entonces, refiriéndose a los efectos que dejó el terremoto del 2017 en la Ciudad de México, cuando ella era la gobernadora.
“¡No es cierto!”, dicen los hermanos Stella y Miguel, reunidos en el departamento de ella por otras circunstancias, pero interesados en lo que dirán los presidenciables. Hace tiempo que la corrupción política se encargó de quitarles la esperanza en un político. Así que ahora, entre divertidos y enojados, acarician a Volo, el pequeño perro anaranjado que se ha tirado con ellos en la cama de una habitación que ha ido calentándose como un horno, en otro día en el que la lluvia fue un amago de relámpagos y nubes que no duró ni cinco minutos.
Ellos no lo saben, o sí, pero se les ha olvidado que en ese momento terminaba la semifinal del futbol mexicano. Cruz Azul y Monterrey habían salido a morirse, “a dar el todo por el todo” en la cancha, como dicen los futbolistas, con tal de obtener una victoria. Al final ni hubo muertos y el Monterrey, que ganó por dos goles a uno, terminó eliminado por una razón de reglamento. Fue un juego cuya transmisión estaba programada para durar dos horas, a manera de no empalmar con el foro político. El cálculo apenas había funcionado. De acuerdo con IBOPE, agencia que mide el rating de programas de televisión, casi 40 millones de personas vieron los cuatro partidos de las semifinales del futbol mexicano, en las últimas semanas. Acerca de cuántos vieron el tercer debate, la empresa HR dice que fue observado por 13.9 millones de personas, de las cuales 11.6 eran mayores de edad. Dice además que el 55 por ciento de ellas fueron mujeres y que el segmento en el que se opinó de migración y política exterior fue el más visto, con 12.1 puntos de rating. “El segmento democracia, pluralismo y división de poderes fue el segundo con 12.0 puntos de rating, seguido por el de inseguridad y crimen organizado con 11.6 puntos y finalmente el de política social con 9.7. Respecto a […] los televidentes, se da a conocer que el 43 por ciento fueron amas de casa. En cuanto al rango de edad, el 41 por ciento tienen de 30 a 54 años. Igualmente, el 43 por ciento de la audiencia tiene un nivel socioeconómico ABC+C; el 49 por ciento, educación media o superior; el 61 por ciento tiene empleo; el 82 cuenta con servicio de internet, y el 43 pertenece a un hogar de cuatro a cinco habitantes”, señalaba el propio Instituto Nacional Electoral.
El primer debate fue visto por 11.8 millones, de acuerdo con el INE y el segundo convocó a 16 millones. Aunque las cifras corresponden solamente a canales de televisión, puede apreciarse que fueron más quienes observaron, al menos un momento, los golpes políticos que los que miraron las patadas, los codazos y los jalones de pelo de los futbolistas.
Ahora Xóchitl Gálvez aborda el tema de la salud en México, que tiene en la lona al sistema público a pesar de la promesa de algún día seremos como Dinamarca. La prianista promete, que “nosotros nos empeñamos en recuperar las instituciones de salud, vamos a reconstruir farmacias. Vamos a tener 20 mil médicos especialistas”. La respuesta de Sheinbaum tratará de detener la andanada que se le vendrá encima los minutos siguientes. Sabe que habrá que practicar boxeo y deberá defenderse. De cualquier manera, con el tono de voz de un perdonavidas, suelta entonces que “no nos merecemos un debate presidencial lleno de calumnias”, pues ya Gálvez le ha reclamado por la propiedad de una casa, además de recordarle que un estudio acerca de los años de la pandemia por coronavirus afirma que pudo evitarse la muerte de 300 mil personas. “La ciudad que peor manejó la pandemia fue la CDMX, reconócelo. En lugar de pedir el voto deberías pedir perdón”, le dice Gálvez con saña. Ella sabe que Sheinbaum estila no contestar preguntas que le incomodan y así saldar esas estocadas. Y así es como pasa. La morenista replica diciendo que “el salario mínimo está al doble y vamos a seguir aumentando el salario mínimo. Vamos a llevar a la Constitución que el salario nunca caiga más”.
Ahora es el tiempo de las sonrisas de Máynez y en su rostro afloran los dientes más populares de las últimas semanas, que se congelan por unos segundos en la pantalla.
Miguel, el hermano de Stella, dice entonces que lo mejor del debate hasta ahora es la participación de la periodista Luisa Cantú Ríos, que junto a otros dos, Carmen Elena Arcila Solís y Javier Solórzano, se dedican, entre otras cosas, a pasar la voz a uno y otro, formularán preguntas y articularán la despedida, la cual tardará en llegar. Todavía falta que Gálvez le diga a Sheinbaum que “la seguridad es un fracaso, hay 186 mil asesinados, 50 mil desaparecidos. […] La estrategia ha sido entregarle el país al crimen organizado”.
Máynez dice que nunca más habrá una mujer [inocente] en la cárcel y nunca más alguien en la cárcel por fumar mariguana. Luego, Sheinbaum muestra una foto de Xóchitl pasando enfrente de un pelotón de policías mientras les rocía algo desde un dispositivo. La morenista dice que “aquí está la única aspirante que ha gaseado a la policía en CDMX”, y la respuesta que se lleva es un cartel en el que han dibujado su silueta y una enorme nariz de Pinocho. Luego vendrán más gazapos y hasta un libro de Anabel Hernández saldrá en la pantalla. Se trata de La historia secreta, que narra la supuesta relación del presidente Andrés Manuel López Obrador con el narco, un trabajo que ha sido criticado porque “le falta rigor”. Y Sheinbaum, revirando de nuevo, le dice a Gálvez que Ray Bradbury, un autor de ciencia ficción de hace sesenta años, tiene mejores fuentes que el libro de la periodista.
La lista de reclamos que duran 30 segundos se extenderá todo el debate. Por ahí desfilarán la Guardia Nacional, Omar García Harfush, la militarización, los derechos laborales, el narco de nuevo, el gabinete de seguridad, fosas clandestinas, la frontera sur, los migrantes, el propio Mario Delgado y una presunta investigación que hace sobre él la DEA, las madres buscadoras de cuerpos, los feminicidios, las estaciones migratorias, el Plan Mérida, el Entendimiento Bicentenario, el maquiavélico Trump y hasta el poeta Mario Benedetti.
“Hasta el Maynez se ve mejor que las dos”, dice Stella.
“Es que no tiene nada que perder”, le responde su hermano, mientras el candidato del movimiento fosfo reclama un encuentro con el presidente Lula da Silva, de Brasil, lo cual es aprovechado por la representante prianista para mencionar que ella y Sheinbaum tuvieron reuniones con el Papa. “No tienes derecho a usar la fe de los mexicanos, eso es una hipocresía, porque usaste a la virgen en una falda”.
Para esta hora, los números de la marcha de la Marea Rosa estaban ya fríos, pero no las discusiones acerca de cuántas personas asistieron. El gobernador de la ciudad, Martí Batres, ha colocado el número de 95 mil pero los que tiene otros datos han calculado que podrían ser hasta 200 mil porque las calles aledañas estaban repletas y también porque sí.
“¿Vamos a las quecas?”, propone Miguel a su hermana.
“Nomás que termine esto”, le dice ella. “No se vayan a ir. ¿Hasta qué hora están?
“Se van ya tarde”, le dice él.
No esperaron mucho. El debate terminó y los participantes ya se habían declarado ganadores en sus respectivas redes sociales, ya estaban en movimiento los distintos equipos y personalidades de las plataformas, a los que les dicen “chayoteros”, y ahora se venía el momento de la guerra entre ellos y los usuarios, que con mucha risa se dedican a insultarlos.
Eran las diez con cuarenta y pilotaban su nave.
Las quecas ya estaban cerradas.