Miguel Alvarado/ Marco A. Rodríguez
Toluca, México; 1 de septiembre de 2019. La manta detrás de Andrés Manuel López Obrador dice: “Tercer Informe de Gobierno al Pueblo de México”, pero en realidad es el primero. Este país sigue siendo el México mágico, pero también absurdo, que trata de fijar mensajes sin contenido o símbolos que no lo son. Es lo de siempre. En el Estado de México, por ejemplo, que aparezcan en un informe de gobierno Arturo Montiel, Enrique Peña, Eruviel Ávila y Emilio Chuayffet, sentados en primera fila o en una especie de coro en el Teatro Morelos que renovó Armando Hinojosa, dueño de Grupo Higa, significa algo, y ese símbolo burdo y vulgar envía un mensaje que siempre se queda en la interpretación primaria: que están unidos, que nadie está enojado o que si lo está, se somete. Sí, se trata de la pobrísima pero relampagueante imagen dialéctica de la abyecta clase política, que hoy sigue siendo miserable porque sigue siendo la política de siempre.
Todas las realidades del mismo México están a la vista de nosotros. Hay algunas que sobresalen más que otras debido a la crueldad de sus características o al entorno violento en las que se desarrollan. Esto es hoy, pero también ayer, pues todo lo que ha sucedido en el país, para bien o para mal, nos identifica y determina. Ahí están el pueblo fantasma de San Fernando en Tamaulipas, con su masacre de migrantes nunca resuelta y la invasión de compañías de gas en la Cuenca de Burgos; la tierra yerta alrededor de Ayotzinapa, apropiada por supermineras canadienses, que guardan celosas el secreto de los 43 estudiantes desaparecidos; el miedo convertido en conflicto por el uranio en la región de Nochixtlán, Oaxaca; el silencio radiactivo de Tlatlaya, en el Estado de México; la cruenta frontera norte que permite el paso de hidrocarburos, drogas y armas en un comercio que mata a miles cada año y solamente empobrece a los mexicanos. Los límites invisibles de la trata de blancas, cuya capital es Tlaxcala pero que forman parte de la ruta de trasiego del narco hacia Estados Unidos; la tierra feminicida, desde Tijuana hasta la garita de Ciudad Hidalgo, Chiapas, en el salvaje sur, y en donde también se ha cambiado la vida de los migrantes por los impuestos arancelarios. La desaparición de niños y adolescentes que se registra sin piedad, como si se tratara de perros de la calle; la irrupción del narco, el enquistamiento del crimen organizado o la Maña, como sea que se llame, en la vida política y prácticamente todas las instancias públicas. Eso, la pobreza miserable de la mitad de la población, la corrupción, heredada o constituida ya en este sexenio; la persecución, aún inútil, de funcionarios corrompidos en la época de Enrique Peña y la sospecha de que existe un pacto para no tocarlo, ni a él ni sus más cercanos, distinguidos miembros del Grupo Atlacomulco; la desinformación como un síntoma de ignorancia perpetua; el nulo espacio para la crítica a la figura presidencial de Andrés Manuel López Obrador y la idea, cada vez más confirmada, de que el nuevo sexenio es en realidad otro sexenio más, pero todavía más envilecido.
Este es el Primer Informe de un gobierno federal que, pareciera, lleva años en el poder porque AMLO se ha levantado de madrugada, todos los días de todos los meses, a rendir cuentas o por lo menos a intentarlo, pero que lo único que ha conseguido es formar una agenda de noticias con cualquiera de sus frases, algunas muy desafortunadas. Sobre los hechos o logros, él mismo se encargó de ennumerarlos:
Se redujo 94 por ciento el huachicol, con lo que se ahorrarían 50 mil millones de pesos este año; no obstante Pemex no reporta incremento en ventas y ese ahorro tampoco se ha visto reflejado en el gasto social. La realidad de la frontera norte y el trasiego de huachicol rebasa el poder del Estado mexicano porque quienes compran crudo robado son las grandes compañías transnacionales como la alemana BASF o la Texaco, por cierto intocables a la fecha. Ese intercambio ilegal y el paso del hidrocarburo hacia Estados Unidos no ha cesado, así como tampoco la extracción de combustible en la telaraña que Pemex tiene regada por todo el país. A nivel local, quienes controlan ese negocio son las policías municipales, como sucede en Toluca, la capital del Estado de México y sus 12 kilómetros de ductos que malamente cuidan.
AMLO también ponderó que se han eliminado lujos y prebendas y se cancelaron las pensiones millonarias a expresidentes. Añadió que se ahorraron 6 mil millones de pesos al año en atención médica privada a funcionarios públicos, pero del desabasto de medicinas y de lo cara que resulta la atención para quien carece de seguridad social no se habló mayor cosa. Decir que por caridad los médicos y la sociedad debe comprar las medicinas que necesitan los enfermos en los hospitales es no saber lo que se dice, y transferir una responsabilidad del Estado que entonces se declara inútil, descobijado. Pero esa es una anécdota menor y se parece más a la incontinencia verbal que padece el presidente que a un verdadero ánimo por llevarla a cabo.
El presidente afirmó además que se redujo al 50 por ciento el gasto en publicidad del gobierno federal y que en su gestión se han priorizado cuatro principales ejes: fortalecimiento de la economía popular, esto es, mejorar las condiciones del campo con apoyos a 1.5 millones de productores; impulso de proyectos para el desarrollo regional; fomento de la iniciativa privada y la promoción del comercio exterior y captación de la inversión extranjera. Por no dejar, mencionó que se han liquidado ya los adeudo con la obra de Texcoco y dijo que 10 millones 90 mil estudiantes han sido becados con los distintos programas sociales. Eso, desde sus datos, implicó una inversión de 90 mil millones al año y añadió que habrá 40 mil millones de pesos más al sector salud para la adquisición de medicinas.
Pero en el día a día eso no se nota nada.
Para AMLO este Tercer Informe – porque considera como Primero el pronunciado a 100 días del mandato de AMLO y como Segundo al realizado el pasado primero de julio en conmemoración de la fecha en que triunfó como presidente electo- está plagado de éxitos pero también de ominosas omisiones.
Entre los mensajes no dichos por el presidente destaca, por ejemplo, una mención fervorosa al empresario Carlos Slim, con inversiones en prácticamente todo lo que nos rodea. De paso, AMLO dice que se debe dejar de tomar a la economía como un parámetro de crecimiento. Sí, quizá deban comenzar a usarse los parámetros del hambre, de la angustia por las enfermedades incosteables o las del salario promedio, la pérdida real de los empleos.
El problema es que nadie vive mejor, o quizá muy pocos han encontrado bonanza, como sucede siempre. Para llegar a esa conclusión ni siquiera es necesario asomarse a la calle. Basta con ver la familia de cada uno: cuentas pendientes acumuladas, pagos que no llegan, precios que escalan el absurdo, trabajos perdidos, negocios que todavía no pueden crecer porque no hay circulante; políticas de austeridad que terminaron por perjudicar a quienes ni la debían ni la temían y miedo, un miedo cerval porque la inseguridad se ha aposentado incluso dentro de los hogares. No, esta administración todavía no funciona como debiera.
AMLO pudo ser presidente porque lo permitió el sistema político, económico y social por el cual transita México. Y ese mismo sistema que lo encumbró también le ha impuesto sus límites. Nunca ganará quien esté fuera de ese sistema de leyes y reglamentos, algunos absurdos e injustos porque nadie podría ir en contra por las buenas. Es algo parecido a lo que Ernesto Zedillo adelantaba sobre la guerrilla buena, que en 1994 era el EZLN, y la guerrilla mala, que era el ERPI-EPR. Con la primera se podía negociar e incluso incorporarla al mencionado sistema. Con la otra, había que intercambiar balas y muertos hasta llegar a un acuerdo. Ese acuerdo fue el exterminio. Los que están fuera del sistema no pueden acceder al poder si no es por mediación de las armas y si lo hacen, su arribo modificará las estructuras.
Hace algunos años, integrantes del equipo de AMLO, quien todavía era militante del PRD, acompañaron al político a una gira por el sur del Estado de México. Visitó Luvianos, pueblos de Tlatlaya y de Tejupilco. En San Pedro Limón, el 20 de junio de 2013, dio una plática a campesinos acerca de lo que se venía. Y lo que se venía era la conformación de Morena, un plan que ya tenía madurado pero que apenas comenzaba a revelar. Empezó en el Triángulo de la Brecha y ahí, mientras él hablaba, uno de sus acompañantes preguntó por los narcos:
– Están ahí atrás, hasta el fondo del manteado.
En esas giras el gobierno estatal le negó protección, la cual tuvo que dársela el ejército en un discreto operativo que lo encapsuló entre dos pequeños pelotones, que nunca aparecieron a la vista, pero que abrían y cerraban la marcha. En esa gira, como en muchas otras, Obrador se mantuvo a pie de tierra y a pie de tierra convivió con todos los que fueron a verlo. Ahí, aunque sólo pasó por las calles principales de pueblos como Cuentla, en el pobrísimo San Simón de Guerrero, se dio cuenta de la miseria permanente.
– Podemos ganar la presidencia de la república -decía Félix Santana, actual secretario técnico de la Comisión Presidencial de Ayotzinapa y director general de la Dirección General de Estrategias para la Atención a los Derechos Humanos en las que vienen. Se trata de la refundación del país.
– Eso es muy complejo, porque no se puede partir de cero- se platicaba con él en aquel entonces.
– Si no hay refundación, no hay nada -aseguró, mientras manejaba por las veredas de la Tierra Caliente.
A seis años de esa plática, y aunque prevalecen las buenas intenciones en algunos de los fundadores de ese partido, lo cierto es que será mejor ir pensando primero en la refundación de Morena, un partido al que le quitaron su estructura fundamental en el 2017 para conseguir los triunfos que logró. Porque la refundación es una entelequia que aún nos queda demasiado lejos.