Redacción VcV
Tenancingo, México; 20 de septiembre de 2022
A Marcelino Tapia Torres le sobran ganas pero le faltan clientes. Tiene poco más de 80 años y trata de vender comida para mantenerse. No tiene entradas fijas y es un hombre que ha vivido solo durante mucho tiempo. Ha abierto en Tenancingo, en la esquina de Fernando Montes de Oca y la avenida Madero, un negocio de burritos.
Ahí, en la puerta del local, se para a esperar a que la gente lo vea y se anime a entrar. Algunos lo hacen cuando se percatan que detrás de esa puerta apenas iluminada hay una mesa, un refri y un comal, que ahí está todo dispuesto para una cena.
Entonces, Marcelino Tapia franquea el paso y prepara los burritos que le van pidiendo. Se pone un mandil blanco y a veces platica con los clientes. Por eso, se sabe que su esposa murió hace poco y que él es originario de Chalco, en el valle de México. También narra que fueron sus propios hijos quienes llegaron a invadir su casa y que esa fue parte de la decisión de irse de ahí.
Al mismo tiempo, ha tenido que buscarse un trabajo, pero se ha encontrado conque nadie o casi nadie contrata a personas de su edad. Por eso decidió abrir el negocio de los burritos. Ha tratado de hacerse publicidad, de ponerle luces al negocio, de arreglarlo, de hacerlo visible pero no le alcanza todavía para eso.
Sin embargo, no para de trabajar. Siempre trata de abrir a las 11 de la mañana y cerrar cuando intuye que no habrá más clientes, todos los días, pues sabe también que del resultado de su trabajo depende que pueda pagar renta y seguir manteniéndose. Marcelino es uno más de los millones de mexicanos de todas las edades que viven al día y que están al margen de los beneficios sociales como las pensiones para adultos mayores que ha implementado el gobierno federal para personas como él.
Su local es una cochera y al fondo se ven algunas viviendas. Marcelino apenas ha podido amoblar el lugar, pero tiene lo necesario para que quienes lo visiten coman tranquilamente. Sus mesas, cubiertas con manteles de plástico azules y amarillos, contrastan con las paredes ásperas y él mismo, perfectamente vestido y aseado, es la imagen de la constancia.
Además, es generoso en sus porciones. En sus platos alargados apenas caben los enormes burritos que elabora diestramente.