Brenda Cano: diseño. Miguel Alvarado: texto.
Toluca, México; 11 de enero de 2023
Al rancho Calpa se llega solamente con indicaciones de quien sabe dónde está. Hay que avanzar hacia Luvianos, a la cabecera de ese municipio que se encuentra en medio de la Tierra Caliente mexiquense. Después, debe tomarse la carretera que va al pueblo de Aguacatitlán, que adentra todavía más al sur, ya en el municipio de Amatepec, para encontrar una desviación de terracería cuya única referencia es la cercanía de un racho llamado Los Pistachos. Entonces, se debe abandonar esa carretera principal, que es apenas una vía con dos carriles y circular por una vereda a la izquierda que se notará porque en ese punto hay una casa y afuera algunos se sientan a ver a los que pasan, sin hacer nada más que eso.
Para circular por aquí hay que saberle, porque el camino se bifurca. Uno de los tantos cruces en esa brecha conduce directamente al rancho Calpa, una casa incrustada en un paraíso de animales y plantas rodeada de un lago en forma de herradura, y a la que circundan también canchas deportivas, prados, caminos y establos.
Para ir por esas veredas hay que saberle porque el propietario del rancho Calpa es Jhonny Hurtado Olascoaga, el jefe máximo de la Familia Michoacana en el Estado de México, Guerrero, Michoacán y parte de Morelos. Legalmente, empero, ese lugar se encuentra a nombre de Obed «N», a quien se identifica como un político muy discreto de la región que alguna vez quiso ser alcalde de Amatepec por el PRI, y a quien las autoridades identifican como un enlace entre Hurtado y funcionarios públicos mexiquenses, empresarios y otros que de alguna manera forman parte del círculo del capo, a quien le dicen el Fish, el Mojarro o el Señor Pez.
Algo pasa con el Fish y con su hermano, Alfredo Hurtado, a quien le apodan el Fresa, porque el ejército, la Guardia Nacional y la Fiscalía mexiquense los tienen ubicado desde hace años, les siguen los pasos tan de cerca que han obtenido incluso las facturas o los tickets de las compras que hacen, así como sus traslados por Guerrero. Por eso, saben que en Calpa han pasado sus familiares alguna temporada vacacional.
El Fish y su hermano han escapado fácilmente al asedio de la Fiscalía, del ejército, de la Marina y de la Guardia Nacional, y allá en la Tierra Caliente se les conoce como “el verdadero gobierno”. Han convertido al sur mexiquense en imperio impenetrable que gobiernan desde el miedo, los levantones y el asesinato de quienes les estorban. Son incontables las ejecuciones allá, una zona a la que también le dicen el Triángulo de la Muerte. En esa región deambula el sicariato de la Familia Michoacana cuidando las tierras, cobrando derechos de piso, vigilando a los habitantes, las rutas de trasiego e imponiendo su justicia amartillada. Esos cerros y parajes son un ámbito de minas operadas por empresas canadienses que también se han constituido como una autoridad sin rostro asomada entre el agua abundante y los recursos naturales de lo que parece ser un país interno que al mismo tiempo es pobre, miserable, ensangrentado.
El Fresa, por ejemplo, fue el autor intelectual y material de la masacre ocurrida en San Miguel Totolapan, una población guerrerense, el 5 de octubre de 2022. Ahí murieron acribilladas por lo menos 20 personas, entre ellas el alcalde del lugar, Conrado Mendoza. Por su lado, el Fish es recordado porque en 2014 infiltró al 52 Batallón de Infantería del ejército y consiguió información acerca de movimientos y operativos. Pobladores de San Pedro Limón lo ubican también en la masacre de Tlatlaya, ocurrida el 30 de junio de 2014, en donde una fuerza militar asesinó a 22 personas. Hace tres años, la Familia Michoacana declaró una “guerra” a la Fiscalía mexiquense que ha costado ya el asesinato de poco más de 30 agentes estatales que han caído en enfrentamientos contra sicarios. La entrada al sur mexiquense de una fuerza de avanzada del Cártel de Jalisco Nueva Generación incrementó los enfrentamientos, los muertos y las ejecuciones, incluidas la del tercero al mando de la propia Familia, a mediados de 2022. Medardo Hernández, a quien le decían El 100 o Lalo Mantecas, fue acribillado cuando viajaba a bordo de una de sus camionetas en una brecha de Ciudad de Hidalgo, en Michoacán. Las circunstancias de su muerte no se han aclarado e incluso hay versiones que apuntan que sus asesinos fueron los propios hermanos Hurtado.
Los reportes de la Sedena
El racho Calpa ha sido identificado por la Fiscalía estatal y los soldados hace tiempo. La propiedad fue cateada el 19 de marzo de 2020 por una fuerza combinada de la Fiscalía, la Coordinación General de Informática Administrativa que administra datos de bienes inmuebles; la Unidad de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad del Edoméx y la Unidad de Análisis Táctico Operativo que recaba información técnica especializada. El reporte en el que aparece esta información ha sido clasificado como Reservado y está identificado con el rótulo de MX/EDOMEX/FGJEM/CGIA-UAI/UATO 201810 hrs. “R”, de marzo de 2020”. Ahí se describe al rancho y se añaden imágenes de su interior.
Después, el 6 de julio del 2020 el rancho fue visitado de nuevo por las autoridades mencionadas, de acuerdo con un Resumen de Novedades del ejército, un reporte que también incluye casos sucedidos en todo el país entre el 5 y el 6 de julio de ese año. Los datos correspondientes a la Familia Michoacana refieren que ese día, a las cinco de la tarde, sobre la carretera federal Toluca-Ciudad Altamirano, muy cerca del pueblo de Tenería, un comando de sicarios atacaba a soldados que provenían de la base de operaciones de San Miguel Ixtapan, arraigada en Tejupilco, también en el Edoméx.
Los soldados eran parte del “90/ de o.B.I”, que no son otra cosa que Órganos de Búsqueda de Información (OBIS, agentes desplegados en primera línea o infiltrados en organizaciones delincuenciales, o que trabajan vestidos de civil en escenarios donde se cree hay información relevante). Ellos, junto con agentes de la Fiscalía mexiquense, habían estado en el rancho Calpa horas antes, como parte de una diligencia judicial. En el camino de regreso a Toluca los atacaron. A sus agresores no les importó que se enfrentaran a un pequeño ejército que poseía una fuerza de fuego mayor que ellos. Sin más, se les dejaron ir.
Y es que los perpetradores dispararon en contra de 25 elementos de la Guardia Nacional, de 56 soldados y de 100 agentes de la Fiscalía. Tampoco fue un ataque a fondo y por eso las fuerzas armadas no tuvieron ninguna baja. Incluso pudieron detener a dos atacantes, José Luis “M”, de 25 años y Miguel Ángel “G”, de 38, en posesión de armas largas. Que los hubieran atacado pese a la fuerza armada que eran, confirmó a los agentes que el rancho de Calpa no era cualquier cosa.
El ejército compartió ese Reporte con el Centro Regional de Fusión de Inteligencia constituido en la ciudad de Iguala, Guerrero, y que es parte de los organismos encargados de obtener y analizar información para combatir al crimen organizado.
Pero el ataque del 6 de julio de 2020 era ya el cuarto orquestado por la Familia Michoacana en menos de una semana, para intentar disuadir a las fuerzas ministeriales de internarse en sus territorios y requisar sus propiedades. Los otros enfrentamientos se habían suscitado en San Simón de Guerrero, Ixtapan de la Sal y Villa Victoria, y la prensa local los había relacionado con amenazas emitidas por el cártel un año antes. Del ataque del 6 de julio del 2020 no se supo que los agentes habían estado horas antes en el rancho del Fish.
La expedición al rancho Calpa no había sido obra de la casualidad. A pesar de que la opinión pública señala que la Fiscalía y el gobierno del Estado de México han fracasado en el combate al crimen organizado, los reportes del ejército y de la propia instancia mexiquense advierten un trabajo profundo de seguimiento y análisis en lo que respecta al narco y a sus integrantes, así como a las regiones que dominan. Donde ese trabajo parece torcerse es cuando se echa a andar la parte operativa en la que se tratad de detener a los criminales. Ahí es que todo falla, como falló en mayo de 2020, cuando un seguimiento de inteligencia pretendía capturar al Fish en un jaripero que se realizaría en el pueblo de Santa María Joquicingo.
El cateo del 19 de marzo de 2020
Ese día, la Fiscalía y unidades especializadas entraron a la propiedad, que identificaron como “rancho de Jhonny Hurtado Olascoaga” o “Rancho Calpa SA de CV”. Previamente, una investigación había revelado la presencia de bases de halcones en un perímetro que trataba de mantener protegida la propiedad. En total, fueron desmanteladas cinco de esas bases, las cuales se habían instalado en casas de adobe o al aire libre, en cruceros de veredas y carreteras.
En una de las entradas del rancho habían colocado una manta en la que se describía al lugar como un “criadero de reproducción y conservación de la vida silvestre”. Hasta ponían dos teléfonos para contacto con clave lada del Edoméx y la denominación RCA190709128.
Aunque animales había. El reporte de la Fiscalía cuenta reses, caballos, venados, cebras y pavorreales. Pero el que más impresionó a los investigadores fue el enorme tigre disecado que alguien puso en una mesita de madera, en una de las salas de aquel rancho. De tamaño natural, echado sobre ese mueble, el tigre parecía vivo a la primera ojeada. Lo mismo pasó con un oso, también disecado, colocado sobre una roca y que se paraba en tres patas, enseñando garras y dientes, desafiante. El oso estaba en uno de los pasillos.
La descripción de la Fiscalía es escueta: la casa “contiene diversos animales disecados, así mismo se encuentra equipada con camas en todos los cuartos, una alberca al centro, cine, una terraza, cancha de futbol, vehículos tipo safari sin placas, diversidad de animales […]”, pero las fotos que tomaron los peritos dicen otra cosa.
La casa de descanso de la familia Hurtado está rodeada por un lago artificial, con la forma de una herradura. En medio de esa herradura se encuentra la edificación principal, de teja, tipo California, rodeada de césped. La casa tiene un patio interno en el cual hay una alberca entre jardines y altos árboles. Los peritos alcanzaron a fotografías tres camionetas nuevas, estacionadas ahí, así como comedores al aire libre, habitaciones con camas Kingsize, potreros y espacios para el ganado.
Además, una cancha de futbol rápido puede verse en las vistas aéreas y públicas de Google Maps. Más allá del lago, una serie de jardines circundan a la casa principal. Canales con agua cruzan los prados y el camino que conecta a la entrada del rancho con la casa está alumbrado con postes de luz. En las paredes cuelgan cabezas de venados disecados.
El documento de la Fiscalía, de 10 páginas, da cuenta además del cateo a otro rancho, la finca Los Tabachines, cuyo propietario es o era Medardo Hernández, El 100 o Lalo Mantecas. Un enorme portón verde sirve como entrada para esa propiedad, aunque además había “comida echada a perder, mesa con sillas, una mesa de juego, un pilar marcado con el número 100, dos cartuchos de arma de fuego, unas llaves, llantas para vehículo y ropa”.
La Fiscalía concluye lo que en el Estado de México se sabe: “se percibe que la organización criminal FAMILIA MICHOACANA, en la zona “Sur” de Tejupilco, Amatepec, San Pedro Limón, Tlatlaya, Palmar Chico, tiene una red estructurada de halconeo, que reportan el paso de las autoridades, presumiendo en tres modalidades de halconeo, fija, móvil y antenas, esta última encargada de recibir y/o transmitir la información”.
El 12 de julio de 2022, la Sedena dijo que había inspeccionado siete inmuebles en los municipios de Amatepec y Tlataya, con apoyo de la Fiscalía, la Coordinación Nacional Antisecuestro y el Centro Nacional de Inteligencia. Derivado de esos siete cateos, pudieron asegurarse cuatro propiedades: un inmueble en Rancho de Pollo, Amatepec, y la captura de tres hombres con mariguana. Otro en el paraje de El Conejo, en Palmar Chico, también en Amatepec; una casa en San Pedro Limón, en Tlatlaya y otro más en la salida rumbo a Arcelia, Guerrero.
En esos lugares hallaron autos, motos, camionetas, materiales de construcción, remolque para caballos, cuatro cabezas de venado empotradas a la pared, lo mismo que dos cabezas de búfalo y 148 aves disecadas, una cabeza de elefante, un puma y un lobo también disecados, menaje de casa, aparatos electrodomésticos, ganado, caballos, pavorreales y otros, así como un embarcadero con palapas y un comedor de madera para diez personas.
El cateo al rancho Calpa ha dejado además un rastro de nombres de políticos y ex políticos de la región a los que se les investiga si tienen algún nexo con la Familia Michoacana. El rancho, entonces, es el corazón de la red de complicidades del cártel dominante en el Estado de México.