Miguel Alvarado: texto. Karen Colín: diseño.
Toluca, México; 7 de octubre de 2022
“Buenas tardes, amigos, ya saben que yo no soy de hacer video, nunca en mi vida he hecho un video pero hoy estoy en la necesidad de hacer uno”, comienza diciendo Alfredo Hurtado Olascoaga, el líder de la Familia Michoacana en el Estado de México, Guerrero y Morelos, intocable hasta para el gobierno federal, en un video en el que explica que el ataque contra el pueblo de San Miguel Teloloapan estaba dirigido contra él. Él junto con Jhonny Hurtado, su hermano, han liderado a la Familia Michoacana por más de una década y han burlado una y otra vez a la Fiscalía del Estado de México, a la cual en los últimos dos años, le han asesinado a más de 30 agentes en municipios de la Tierra Caliente.
Arrellanado en un sillón, detrás de él han colocado dos gigantescas piezas de ajedrez: un peón y una reina, la reina negra, adornan la estancia, una sala de la casa de alguien en la que Alfredo Hurtado, a quien se le conoce como El Fresas, habla para un auditorio que ya lo ha escuchado atentamente, incluidos el gobierno de Guerrero, la Fiscalía del Estado de México, las fuerzas armadas, la Guardia Nacional y hasta el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
El Fresas viste una playera con la leyenda de Gucci en el pecho. Es parte de su atuendo para la cama, de su piyama. Trae pantuflas y un pantalón holgado. Está despeinado pero también demudado. Y por lo menos al principio dice la verdad: nunca ha salido en un video y estas imágenes son algunas de las pocas que se le conocen de él, aparte de las fotos que tiene la Fiscalía mexiquense que usa para anunciar una recompensa por él, que asciende a 3 millones de pesos.
El 5 de octubre un grupo de hasta 300 hombres armados llegó al pueblo de Teloloapan o Sanmi, como también se le conoce, para matar a 23 personas, entre ellos el alcalde Conrado Mendoza y su padre, el ex edil Juan Mendoza. Había funcionarios municipales y hasta un niño de 14 años fue ejecutado en uno de los tres puntos que este comando atacó. Después, escapó por uno de los cuatro caminos que conducen a ninguna parte. Nadie puede decir con certeza quiénes son ni a donde se fueron. Tampoco se puede decir con precesión por qué decidieron realizar una masacre de semejantes dimensiones.
Entonces, “buenas tardes, amigos”, dice el Fresas.
Y comienza dar una explicación que nadie le pidió.
-Primero que nada, el atentado era en contra de mi persona y por supuesto contra Conrado (el alcalde) y contra su papá. Alguien de ahí del pueblo, no sabemos quién, fue el que traicionó. Tenía la gente adentro. Yo vivo en San Miguel, tenía mi casa a una cuadra de la presidencia. Yo creo que todo mundo la conoce y todo mundo sabe dónde vivo- dice el líder de la Familia Michoacana, que debe pelear en distintos frentes. Tampoco es que vayan ganando. La presencia del Cártel de Jalisco Nueva Generación en la Tierra Caliente les ha complicado todo a los michoacanos, quienes controlan todo: el comercio, las rutas de transporte, los insumos, la construcción, las alcaldías, los funcionarios, los pocos medios de comunicación que perviven y trabajan para las mineras enclavadas ahí, que por ahora extraen oro y plata, sobre todo.
Después, el 22 de julio, la Federación organizaba una expedición de 700 agentes que saldrían desde la Ciudad de México para cazar a los hermanos. Decir que saldrían resulta lo más cercano a lo que paso, porque esa fuerza descomunal no se acercó nada a la región en la que habían sido avistados. De acuerdo con el gobierno federal y con diarios como La Jornada, llegaron a Arcelia, un municipio impenetrable del norte de Guerrero, y ahí hicieron algún tipo de operativos. Pero los pobladores dicen otra cosa. Refieren, primero que los principales accesos fueron bloqueados por taxistas y camioneros, y después que ningún soldado se acercó. Un llamado de los líderes de la Familia Michoacana por redes sociales y grupos de whatsapp instruía a la población para que mantuviera los bloqueos. Y así se hizo. El objetivo era proteger el pueblo de Tlalchapa, muy cerca de Ciudad Altamirano, también en Guerrero, pues ahí es donde se había ubicado una de las residencias de los hermanos Hurtado. Todo el día los taxistas bloquearon. Todo el día nadie pasó. Todo el día esperaron a los soldados, que no llegaron. Por la noche, se retiraron los vehículos y el asunto se dio por concluido aunque en los medios de la Ciudad de México se daba por hecho que los líderes de la Familia habían caído.
-No sé si vieron un video, un día antes- sigue relatando el Fresas- nosotros creímos que era falso, que la gente no estaba ahí. No fue otra cosa, fue confianza, pero igual tomaron ellos la decisión de hacer una reunión para extremar precauciones para lo que sea. Nos tenían la trampa bien hecha, llego a la reunión. Gracias a Dios siempre ando en blindada. Nunca ando con gente en ese pueblo porque lo consideraba, igual que Arcelia, igual que a los demás pueblos, muy tranquilo.
El video al que se refiere el Fresas circuló en internet un día antes, efectivamente. Y en él un grupo de hombres armados anuncia que han regresado al pueblo y que tomarán el control de la región. Lo que el Fresas no dice es que ese mismo grupo, del que dice que “era falso” entró efectivamente al pueblo, un día antes de la masacre. Convocó a una reunión a la cual asistió la mayoría de los pobladores. Ahí, el comando armado les advirtió desde el principio que ahora San Miguel tenía nuevo dueño y les dijo que ellos se harían cargo del control del comercio, del transporte, de la venta de insumos e incluso de dar permisos, a cambio de 12 mil dólares, a quienes quisieran ir a trabajar a Estados Unidos. “Porque ahora somos la ley aquí”. De eso, por ejemplo, el Fresas no dice estar enterado. Datos de inteligencia de la Fiscalía del Edoméx ubican al Fresas en Tlalchapa, y no refieren ninguna casa a la que él llegara en San Miguel.
-Qué pasa. Llego y comieron ansias estos cabrones. No me dejaron bajar. Si me hubieran dejado bajar, ahí estuviera yo también- añade el Fresas, refiriéndose al reguero de cuerpos que quedó después de los ataques- Alcancé a salir, dejaron la camioneta desbaratada, ya no vi qué más paso. Salgo rumbo a… cómo se llama… San Francisco, rumbo a Valleluz, yo tenía mucha gente en los cerros, en todas las brecas por lo que se hablaba, no creímos, no creíamos la verdad que alguien se atreviera a hacer eso. Voy rumbo a San Francisco, nos siguen, me siguen más bien, porque nomás iba yo y el comandante Colima… me siguen… estaban los muchachos de nosotros ahí… llego con ellos, llegan ellos, los… este… dicen ser Tequileros, no sé qué grupos sean. Con los únicos que teníamos problemas era con los Tequileros, más el presidente… bueno… también era pleito de nosotros porque iniciamos la lucha juntos, el presidente y nosotros- refiere el Fresas.
El “comandante Colima” y la alianza con el presidente municipal asesinado, su lucha brazo a brazo contra los enemigos, deja ver y confirma el Estado fallido que es México.
Esta mañana, el presidente López Obrador dijo por enésima vez que la violencia en México se había terminado y que la masacre de San Miguel era resultado de todo lo heredado por anteriores administraciones. Éste es un discurso recurrente del presidente, que se ha visto rebasado muy pronto por la violencia sistémica de México. Su respuesta ha sido culpar a otros, pero en lo administrativo promover la militarización de un país que no necesita al ejército en las calles sino una estrategia de seguridad pública efectiva, el desmantelamiento de las organizaciones criminales y el combate a una corrupción que ha afectado incluso a investigaciones emblemáticas como la de Ayotzinapa. Que López Obrador dijera que “los criminales ya no mandan, como sucedía en el pasado”, fue tomado en la Tierra Caliente de Guerrero como una burla.
-La venganza no es buena, yo sé que no es buena, pero… cómo se llama… las cosas se salieron de control, nos llegaron donde estábamos… ahí traigo unos videos, orita que… voy a enseñarle- dice el Fresas, que se ha distraído un momento con su celular, buscando algo- iban siguiéndome a mí pensando que iba ya de huida sin gente y nos llegan a allá donde estábamos.
Entonces muestra su celular, en el que se ve un video que ha captado un convoy de camionetas incendiadas. Quien realiza esas tomas muestra también el interior de los vehículos, lleno de sangre y de agujeros de balas. Asientos acribillados, lagos hemáticos, armas y de fondo el fuego. La huella de una mano empapada en sangre ha quedado impresa en un costado de esa camioneta que filman.
-Y bueno, ahí- dice el Fresas, retomando su relato, acomodándose de nuevo en el sillón- andaba muy molesto, muy molesto por lo que pasó y la verdad no dejamos ni un cabrón ahí. Decidí que no merecían ni enterrarse. ¿Por qué? Porque se volaron la barda ahora sí, al meterse a ese pueblo, un pueblo tranquilo- dice, y lo que dice lo hace parecer alguien justo, alguien que está preocupado por la seguridad de esos pueblos y que ahora que ha pasado lo que ha pasado, reflexiona.
Después acepta que la responsabilidad, a lo mejor, es de él y de sus compañeros, porque se confiaron y eso ocasionó que incluso murieran familiares suyos. En ese momento, mientras dice eso, alguien a quien la filmación no capta comienza a silbar, como si se tratara de una mañana soleada, como si se tratara de otro 3 de octubre.
-Pero ni modo- dice el Fresas- así son las guerras, así son los pleitos. Se va gente inocente. Se andaban aventando el tiro bueno conmigo pero les falló. Yo creo que los que los mandaron orita están festejando. A ellos les vale verga que murieron todos esos muchachos, ellos son locos y les vale bien verga. Están festejando que se murió el presidente, que se murió su hijo, que se murió la gente. Estoy seguro que Saúl, la Mula… ¿quién más?… el Vago… deben estar muy contentos festejando orita- dice.
Entonces revela quién es Saúl. Se trata Saúl Beltrán Orozco, de un ex alcalde de San Miguel, que también fue diputado por el PRI en Guerrero, y al que siempre se le ha relacionado con los Tequileros. Estaba acusado de homicidio en 2017, en contra de un trabajador de su ayuntamiento, y ese partido había iniciado un proceso de expulsión desde entonces.
-¡Está bien! ¡Deben estar felices, se vale festejar! A mí se me muere un muchacho y lo siento como si fuera un hijo. A ellos no les duele, nomás los traen de juguetes, los mandan a que los maten- dice el Fresas
Después envía un mensaje a la gente de San Miguel. Les dice que estén tranquilos, que no bajen la guardia, porque eso les pasó por confiarse todos.
-Los que entraron están muertos, se fueron dos, tres, pero van heridos, los únicos que se nos pudieron escapar bajaron de una combi, pero van heridos […] muchas pérdidas, muchos muertitos, yo no he querido ni ver ni saber, la verdad, pero este video lo hago con esa intención […] confíen en nosotros […] Mi hermano me dio la regañada de mi vida por andar confiando, por andar sin gente- dice, refiriéndose al Pez, a Jhonny Hurtado, a quien se le considera el jefe principal del cártel michoacano.
El Fresas dice que él estaba muy tranquilo en esa región, que podía ir a los jaripeos y que nunca iba armado, pero ayer las tuvo que usar porque no había de otra.
-[…] Y hoy se acabó la lucha de ellos- dice el Fresas, refiriéndose a sus aliados asesinados- pero va a empezar la lucha mí para matar a ese hijo de su pinche madre del Vago, de Saúl y del otro, de la Mula. Y lo que me gaste lo voy a hacer para que ya no dé lata. Y ojalá vinieran ellos, para darnos una putiza con ellos, pero no tienen valor de venir […] todos somos cabrones aquí, todos, todos, todos, pero yo creo que si el objetivo era yo o era Conrado y era el papá, pues nomás a nosotros nos hubieran dado. Se escucha mal, porque somos seres humanos, yo si me hubiera tocado ni había pedo, la lucha del presidente fue por quitarse de ese yugo que tenían con los Tequileros- dice Alfredo Hurtado Olascoaga, quien remata su entrevista diciendo que “esos no son códigos de guerra”, refiriéndose al Triángulo de la Muerte que forman los estados de Guerrero, Michoacán y México.
Entonces, ¿qué pasó en Teloloapan, realmente?