Miguel Alvarado: texto. Diseño: Brenda Cano. Imagen: Ramsés Mercado.
Toluca, México; 21 de julio de 2022.
Tiene en su mirada los ojos del día que perdió a su amo. Lleva en sus ojos el lado ciego que es la ausencia. Su historia es como la de otros cientos de miles cuyos dueños murieron atropellados. O desaparecieron. O los abandonaron. En un país de 100 mil desaparecidos, de 250 mil asesinados, de 70 mil atropellados, la ola de desolación que dejan ahoga también a quienes se quedan preguntando por los idos.
La cabeza pinta del Payaso, un perro criollo que sólo sabe extrañar, husmea la cruz que los vecinos y amigos colocaron en el lugar en el que José Alfredo Martínez Tenorio murió, el 27 de agosto de 2021, cuando fue atropellado por un autobús, en Zopilocalco, un barrio de Toluca que ha crecido en las laderas de los cerros de la ciudad.
Todos los días el Payaso va y huele la cruz negra de metal donde alguien puso el nombre de su dueño. El “Sibi”, le decían a José y el Payaso lo busca con su único ojo bueno, porque el otro lo tiene reventado. Desde hace un año los días del perro son una sucesión de lo mismo: oler la cruz, otear allá, aquí, echarse a esperar a José.
Ha sido tanta su insistencia, su terquedad por esperar, que los vecinos y locatarios mejor lo adoptaron y entre todos le dan de comer, lo guarecen en las casas. Y Payaso acepta con la mansedumbre de quien se sabe necesitado porque su duelo no tiene explicación.
En realidad, José tenía dos perros, pero después del accidente el otro desapareció. Payaso aprendió a vivir en la calle y a recorrer la colonia, y poco a poco se hizo de protectores. Diego el veterinario, por ejemplo, o uno de los vecinos que le da de comer y que tiene una taquería.
-Aquí venía a comer. Era cliente y luego supimos que lo mató uno de los camiones de los que les dicen los Almoloyas- dice el comerciante, quien recuerda por eso a José y a sus perros.
El ojo izquierdo de Payaso se fue cubriendo poco a poco por paño o una nube que ha lo emblanquecido por completo. Su edad ya no lo ayuda y los vecinos le calculan unos 20 años. Es un Payaso viejo y triste pero leal, de memoria y corazón inquebrantable.
Hoy, en el Día Mundial del Perro, Payaso está de nuevo en el sitio donde murió José. Se echará un rato, husmeará un poco y su lenta cabeza pinta volteará a ver si el dueño viene por él. Luego, alguien le dará de comer y volverá a recorrer la colonia, como lo ha hecho el último año.