Miguel Alvarado: texto. Ramsés Mercado: imagen. Brenda Cano: diseño
Metepec, México; 19 de agosto de 2022.
El rescate de una niña de dos años en el pueblo de Totocuitlapilco de Metepec condujo a la detención de tres hermanos, que la ocultaban en una casa. Un dron ayudó a la policía a localizar el escondrijo y por eso se pudo ayudar a la menor. Pero estos tres no sólo eran secuestradores, sino también asesinos y están involucrados en la ejecución de una niña que había desaparecido en 2020 en San Pablo Autopan, al norte de Toluca.
El caso de la muerte de la niña Karla Maibe González Durán, de 12 años, tomó forma cuando un testigo protegido reveló, en marzo de 2022, dónde y cómo la habían matado. En torno a las búsquedas que se realizaron, una historia paralela que relacionaba prácticas rituales de extracción de sangre de cuerpos sin vida fue tomando forma, aunque este motivo no ha sido investigado por la policía.
El testigo protegido dio la ubicación de un predio y una construcción en la que se llevaban a cabo esas prácticas y también indicó ahí mismo, el sitio exacto en donde la niña Karla había sido asesinada y enterrada.
La Fiscalía, que conocía esa declaración, no había investigado el lugar y no lo hizo sino hasta que la presión de Leonor Durán Rosales, la madre de Karla y las colectivas que la acompañaban alcanzó a los medios de comunicación, que documentaron por horas las exigencias de la mujer para que acudieran al lugar que el testigo señalaba. Ella, junto con la colectiva Ehécatl se plantaron en el edificio de la Fiscalía y a la medianoche del 30 de marzo lograron que una patrulla y algunos policías fuera enviada a revisar ese lugar.
El testigo había insistido, sin equivocarse una vez, que la niña Karla había sido llevada a ese lugar y que una vez adentro había sido ultimada y enterrada. Pero la policía, esa medianoche, no quiso entrar. La Fiscalía, hasta esa noche, no había generado ni siquiera un boletín de búsqueda y habían respondido en reiteradas ocasiones que ya sabían que la niña estaba muerta aunque no tenían culpables ni una investigación sólida, por lo menos no la mostraban a la madre.
Esa noche, gracias a la insistencia de la madre, se había liberado una orden de cateo y mientras llegaba mostraba la foto de su hija, que guarda en su celular.
-Llevo más de un año buscando a mi hija. Ni siquiera tengo una copia de la carpeta de investigación porque no han hecho nada. Ahora me dicen que mi hija está sin vida, que mi hija no tiene vida. Que la enterraron en un terreno baldío en Autopan- dice ella apretando los ojos, los labios, los puños.
Al llegar, la policía rodeó tímidamente el lugar pero nadie entró porque concluyeron que se necesitaba maquinaria pesada para abrir un agujero en el sitio en el que el testigo había dicho que se hallaba el cuerpo. Las mujeres de la colectiva llevaban palas y estaban listas para ellas mismas hacerse cargo de los trabajos, pero debieron esperar a las actuaciones judiciales.
Al otro día, casi 12 horas después de que aquella orden de cateo fuera otorgada, un trascabo llegó al lugar y paleó en el lugar que tenían señalado, pero no encontró nada. No había cuerpo ni indicios de algún asesinato y las pesquisas en ese lugar se abandonaron.
Ahora, con la captura de los tres hermanos secuestradores, la indagatoria sobre Karla ha vuelto a activarse y aunque no hay todavía una declaración que conduzca al paradero del cuerpo, los presuntos asesinos están detenidos.