Emir Calderón: texto. Brenda Cano: diseño. RSS: imagen.
Ciudad de México; 7 de octubre de 2022
La cámara enfoca el cuerpo inerte en el piso: lleva huaraches, pantalón de mezclilla, cinturón café y playera azul. Un paño blanco le cubre el rostro. La sangre es notoria. Es el primero de los nueve acribillados que aparecen en el video que circula en redes sociales que documenta la cruda escena de la masacre ocurrida en la vivienda de Juan Mendoza Acosta, antiguo alcalde de San Miguel Totolapan del 2015 al 2018 y reelegido para el periodo de 2018 a 2021. El ex edil también ha sido asesinado.
Es la tarde del 5 de octubre de 2022 en San Miguel Totolapan, simplemente San Miguel o Sanmi como lo refieren los locales. Son unos minutos antes de las 2 de la tarde. Un convoy de sicarios se dirige hacia la cabecera municipal. A esta hora los estudiantes de la secundaria del municipio, ubicada las afueras del pueblo, están por salir de la escuela. Es una hora donde hay bastante movimiento de personas en las calles. Además, es una semana de celebración: en estos días se están llevando a cabo las fiestas patronales. Los totolapenses hablan de los bailes y los toros. En la secundaria, los jóvenes anhelan ir a la feria. Algunos que están jugando en el patio escuchan detonaciones y corren hacia las aulas. “Y pos q se agaro la balacera en la cancha de futbol de la técnica 38”, publican en redes.
El ruido de los autos comienza a invadir las calles de este municipio. En un ataque relámpago varios civiles armados, pero vestidos con indumentaria militar, llegan hasta el corazón de San Miguel y lanzan un ataque coordinado sobre tres puntos: la comisaría, el palacio municipal y la casa del ex alcalde Juan Mendoza. El horror se apodera de esta localidad de la Tierra Caliente guerrerense. La gente corre, busca refugio en sus casas, en donde sea. Durante minutos sólo se escuchan las ráfagas de las armas impactando sobre los edificios y sobre los cuerpos. Las personas se tiran al suelo, buscan refugio en donde sea. Cierran los ojos, se cubren los oídos.
Hasta la noche del 5 de octubre los reportes oficiales arrojaban la cifra de 18 muertos, incluido Conrado Mendoza, alcalde en funciones de San Miguel Totolapan e hijo de Juan Mendoza. Para el día siete, el gobierno de Guerrero aceptaba 20 muertos pero los pobladores 23. La policía ministerial y el ejército/Guardia Nacional tardan horas en llegar hasta el lugar de los hechos. Los perpetradores de la masacre han bloqueado el crucero de San José Poliutla con tráileres, camiones de transporte de materiales y autobuses de la empresa Estrella de Oro y Costa Line. Este crucero es prácticamente el único acceso carretero hacia San Miguel Totolapan. Trece kilómetros separan a Poliutla de San Miguel, los cuales pueden ser recorridos en unos 20 o 25 minutos debido a las malas condiciones del camino. Hace apenas dos días, el 3 de octubre, en esta misma carretera falleció Nazario Domínguez, titular de Desarrollo Rural de San Miguel Totolapan, en un accidente automovilístico. Esa brecha de 25 minutos es tiempo suficiente para que el crimen organizado pueda hacer cualquier cosa y luego desaparecer.
El sol no perdona a esta localidad de Tierra Caliente: para las tres de la tarde están a 30 grados. San Miguel está inmóvil. Se escucha el viento y el murmullo del río Balsas. Los negocios están cerrados. Las calles, vacías. Taxis y combis han dejado de dar servicio. Las familias se han atrincherado en sus casas. Nadie sale. Unos pocos se acercan al epicentro del terror: por decenas se cuentan los agujeros en el palacio municipal y la comisaría, inmuebles ubicados justo a un costado de la iglesia, que también ha sido alcanzada por las balas. Los disparos han sido miles, pero son mínimos en comparación con las lágrimas que han comenzado a derramarse y los gritos de desesperación de las personas que acaban de perder no sólo a su familia, sino su tranquilidad, su pueblo, su vida. ¿Cómo hemos llegado a esto?
Es uno de los más extensos en términos territoriales. Se localiza al noroeste del estado, limitando con los municipios de Arcelia, Ajuchitlán, Atoyac, Apaxtla y Heliodoro Castillo. La población total del municipio es cercana a los 30 mil habitantes, pero en la cabecera municipal –donde ocurrió el ataque- solo viven alrededor de 5 mil.
El estado de Guerrero ha sido uno de los principales escenarios de la producción y distribución de droga en nuestro país. En la Sierra Madre del Sur se encuentran extensos plantíos de amapola y marihuana. San Miguel Totolapan es uno de los principales accesos hacia la sierra, un territorio estratégico no sólo por las condiciones favorables del suelo para la producción del oro rojo sino por las conexiones y condiciones que ofrece para poder ejercer esta actividad económica ilícita. La sierra de Guerrero ofrece la garantía de que los plantíos no serán descubiertos por el ejército y cuenta con incontables rutas de escape que pueden llevar hacia los municipios de la Costa Grande, la Tierra Caliente o el centro y norte del estado. Además, en la sierra hay abundantes recursos naturales como maderas y también es sede de importantes zonas mineras.
Entender la masacre de San Miguel nos remonta a la amplia historia del tráfico de drogas en el estado, la cual puede rastrearse desde la década de 1950. Se dice que Pedro Avilés “El León de la Sierra”, narcotraficante sinaloense, estuvo en Guerrero desde aquella época y configuró las primeras redes del crimen organizado de carácter internacional en estos municipios, estableciendo así una especie de hegemonía de los grupos sinaloenses dedicados al contrabando de drogas en esta zona.
No obstante, la fecha relevante para entender la violencia contemporánea en San Miguel Totolapan debemos ubicarla en la ruptura que sufrió el Cártel de Sinaloa entre 2008 y 2009 que llevó a enfrentar esta organización liderada por Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” con sus antiguos aliados los Beltrán-Leyva. Esta alianza había dominado el estado de Guerrero en términos de la ejecución de diversas actividades del crimen organizado, pero su enfrentamiento directo terminó por desarticular este orden delictivo, reconfigurar los grupos de sicarios y generar nuevas bandas de delincuentes.
Fue a partir de 2009 que los índices de homicidios y crímenes comenzaron a subir en todo el estado. En la Tierra Caliente guerrerense el vacío dejado por los de Sinaloa y los Beltrán-Leyva fue ocupado por la Familia Michoacana, la cual no pudo extenderse por todo el estado debido al surgimiento de varios grupos que se hicieron con el control del región norte y centro: los Rojos y Guerreros Unidos. San Miguel Totolapan quedó así, desde esas fechas, bajo la influencia de la Familia Michoacana. Cuando en 2011 los michoacanos sufrieron la escisión que dio origen a los ‘Caballeros Templarios’ tuvieron que replegarse hacia Guerrero y defender esta posición mientras libraban una batalla a muerte con sus antiguos compañeros en la tierra que los vio surgir.
La demanda de heroína en Estados Unidos tuvo su clímax entre los años 2011 y 2017. En este tiempo es cuando la goma de opio también tuvo sus precios más elevados: hasta 20 mil pesos por un kilo. Los grupos del crimen organizado en Guerrero se disputaron las áreas productoras y las rutas de distribución sin importar las consecuencias. Justo en estos años fue cuando San Miguel Totolapan fue el escenario de enfrentamiento de las dos organizaciones que detonaron la violencia desmedida que cobró muchas vidas: la Familia Michoacana, liderada por Johnny Hurtado Olascoaga, alias “El Pez”, y los tequileros, representados por Reynel Jacobo de Almonte, alias “El Tequilero”.
Un año después, apareció “El Tequilero” realizando secuestros masivos, ejecuciones y extorsiones. Los Tequileros establecieron su base en el pueblo de La Gavia, a unos cuantos kilómetros de la cabecera municipal de San Miguel Totolapan. Por su parte “El Pez” se asentó en Arcelia, el municipio vecino. En medio de la lucha de estos dos personajes quedaron los habitantes de San Miguel Totolapan y de Arcelia, rehenes de la violencia y deseos de estos grupos, quienes son la autoridad real en estas localidades.
Hartos de la oleada de asesinatos y secuestros masivos en diciembre de 2016 la población de San Miguel Totolapan se levantó en armas para fundar el Movimiento Totolapense por la Paz, una cuadrilla de autodefensas y vigilantes armados. Lo que detonó la conformación del movimiento fue el secuestro de un ingeniero del pueblo por parte de los Tequileros. La esposa del secuestrado, junto con varios pobladores, respondió a esta acción tomando como rehén a la madre de Reynel Jacobo de Almonte. La condición del fin de esta acción era sencilla: liberarían a la madre del ‘Tequilero’ a cambio de que aquel grupo devolviera con vida al ingeniero en cuestión. El intercambio se realizó y las personas que se sabía habían colaborado con los Tequileros fueron detenidos y encarcelados por los propios habitantes de San Miguel.
A partir del surgimiento del Movimiento Totolapense por la Paz comenzó una avanzada contra los Tequileros que terminó por mermar su dominio en el municipio. No obstante, las autoridades de los distintos niveles de gobierno decidieron lanzar un operativo para tener ellos el control de la situación. Entre abril y mayo de 2017 se registraron diversos eventos violentos entre sicarios de la Familia Michoacana y los Tequileros, los cuales dejaron saldo de varios muertos. El 12 de mayo de 2017 se puso en marcha un operativo conformado por efectivos de la policía estatal, federal y el ejército para capturar a miembros de ambos grupos delictivos ubicados en San Miguel Totolapan. Sin embargo, los pobladores y las autodefensas del municipio se enfrentaron con la policía y el ejército para impedir aquella acción. Cerraron el acceso al pueblo y pusieron como condición que el operativo sólo se llevara a cabo en la comunidad de La Gavia, bastión del Tequilero. Las autoridades tuvieron que retirarse. A partir de este evento comenzaron a proliferar versiones de que las autodefensas totolapenses estaban respaldadas por miembros de la Familia Michoacana.
Para el año siguiente, en 2018, las autodefensas de varios municipios de la Tierra Caliente fueron cercando a los Tequileros. A inicios de ese año, en enero, autoridades federales capturaron a familiares de Reynel Jacobo de Almonte en San Luis Potosí. En abril de ese año el hermano del Tequilero” también fue capturado. Unos meses antes, en febrero, autodefensas del municipio de Tlacotepec se enfrentaron con miembros de los Tequileros, matando a cuatro de ellos. Hasta julio de 2018 se confirmaría por parte de las autoridades que uno de los ejecutados era, precisamente, Reynel Jacobo de Almonte, el jefe Tequilero.
Con la muerte del Tequilero la Familia Michoacana, con ‘el Pez’ a la cabeza, asumió la hegemonía delictiva en la Tierra Caliente guerrerense y, por lo tanto, en San Miguel Totolapan. Desde 2019, al no existir rivales criminales para la Familia, el clima de homicidios se redujo. Esto no significó la paz para la región pues toda la zona está a merced de los designios de la organización delictiva, y son las extorsiones la principal amenaza cotidiana para los pobladores, las cuales van desde cuotas en la compra de productos de la canasta básica, extorsiones a negocios y transportistas, hasta cobros por tener familiares en los Estados Unidos o intentar migrar al ‘otro lado’.
Un nuevo grupo de sicarios que se ubica como parte de los Tequileros se ha atribuido la autoría de la masacre de San Miguel. Esto significaría el regreso de esta organización en el municipio y la región. Hemos visto que no surgieron de la nada pues es posible que se hayan reorganizado en estos cuatro años de ausencia. Pero también representaría una nueva ola de terror y ejecuciones para una serie de pueblos que no conocen la paz y viven con la angustia y el miedo desde hace más de una década. No hay ayuda y no hay escapatoria para ellos. Están atrapados en sus localidades, en sus propias casas. Huir no es opción, pues también eso se cobra, ya sea con dinero o con la vida. ¿Qué le depara a Sanmi y a la Tierra Caliente guerrerense?
@emircalderon_