Miguel Alvarado: texto. Brenda Cano: ilustración. Ramsés Mercado: imagen.
Toluca, México; 8 de septiembre de 2022
“La comunidad es una sola familia y nos enseñó a trabajar mano con mano. Así nos enseñó él. Siempre vio por los enfermos, ahora que pasaba lo de la pandemia vio cómo recolectar alimentos y llevar alimento. Ese es Tomás Martínez”, dicen quienes denunciaron hoy que este hombre ha sido acusado de un asesinato que no cometió.
Noemí Jiménez lo explica mejor, mientras acompaña a una multitud que se ha parada afuera de la Fiscalía para exigir la libertad de Tomás Martínez Mandujano, a quien lo apresaron el 4 de junio de 2022.
-De homicidio, lo acusan de homicidio. Él fue aprehendido en la comunidad de Llano Grande, en Azcapotzaltongo, en el municipio de Nicolás Romero, en el Edoméx. Lo balearon lo golpearon, hicieron de él lo que quisieron- dice Jiménez, quien afirma que él es uno de los grandes benefactores de aquel lugar, al que dotó de servicios públicos.
Es precisamente esa comunidad la que reclama, pero es también la que padece el silencio de las autoridades, que no les han resuelto nada. Hoy esperaban una rueda de diálogo para abordar su caso. La comunidad de Tomás Martínez se ha volcado en su defensa, lo cual no es usual aunque se trate de un líder.
Pero, ¿qué fue lo que pasó?
Pocos días antes de la aprehensión de Martínez, agentes de investigación de la Fiscalía mexiquense llegaron a Llano Grande. Eran tres y buscaban precisamente a Martínez. A él no lo localizaron pero sí la casa donde vivía. Entonces, sin órdenes de cateo, se introdujeron en aquel domicilio tratando de hallarlo. Pero al no encontrar a su objetivo, decidieron que lo más simple era amenazar a quienes sí estaban ahí. Así que tomaron como rehén a un niño, a quien le pusieron una pistola en la cabeza, como medida de coerción para que los habitantes de esa casa entregaran o dijeran en dónde se hallaba Martínez Mandujano.
Los policías, al verse rodeados, soltaron al niño e intentaron escapar. Para abrirse paso, dispararon contra la gente, que tuvo que abrirse ante el fuego de los agentes. Pero uno de ellos se había quedado atrás y los disparos de sus compañeros, los gendarmes Jesús Mirón Galicia y Andrés Granados Limón le dieron de lleno. Ese tercer agente fue herido por los disparos de sus propios compañeros.
Se dispararon entre ellos, pues.
Los agentes sobrevivientes acusaron luego a Tomás Martínez Mandujano de asesinar al oficial caído, pero el inculpado ni siquiera estaba en la población el día de los hechos. Poco después, Martínez fue detenido, acusado de homicidio, extorsión y de formar parte de la delincuencia organizada.
Por eso, la comunidad de Llano Grande exige que se investigue a los policías Mirón Galicia y Granados Limón, para que expliquen los sucesos que originaron la muerte de su compañero.