Miguel Alvarado: texto y foto. Brenda Cano: diseño
Toluca, México; 30 de abril de 2022.
Y dice: “Llegaron a la casa de noche, abrieron la reja y sus 74 pasos que los llevaron a la puerta sonaron pesados, como si en cada uno se detuvieran a pisar la tierra en las losetas para molerla. Estaba lloviendo, eso es lo que recuerdo mejor de esa noche, que era martes y nosotros muy niños, muy desidiosos para todo pero no para escuchar detrás de las puertas. Así que tocaron y uno de los niños abrió. Todavía me acuerdo la cara de la tía, perlada, como se dice, por las gotas de la lluvia, agachándose para que pudiéramos alcanzarla, darle un beso de bienvenida. Pero no era la lluvia la que había enrojecido sus ojos, sino algo que de pronto saltó como un sapo, una bola de fango atorada que llevaba en la garganta. ‘¡Se nos perdió la niña!’, dijo mientras la lluvia se detenía o eso creímos, en sus propios intervalos, a lo largo de cada una de las partículas del agua. Entonces nos mandaron a uno de los cuartos, donde escuchamos la historia apretujados contra la puerta. A lo mejor era 1978 o 1979 y la desaparición de una joven de 16 años era impensable para nuestro mundo de niños, que sabíamos de todo porque Toluca no era chica, era enana y se podía recorrer caminando si uno quería. Me quedé pensando en el vacío, no en la joven sino en el vacío que se había formado en la cara de la tía, que había tocado la puerta aguantándose en la boca todas las piedras del mundo. La niña nunca apareció y todos se aprovecharon de la familia: detectives y policías que cobraban por buscar datos y pistas solamente ponían de manifiesto la ausencia de instancias y protocolos, de fiscales especiales, de técnica, de método, de empatía, y también se destapaba la impunidad, la corrupción, el lado maldito de la policía y de quienes decían buscar. Mejor se fueron muriendo todos y los que éramos niños crecimos con el recuerdo borroso de la niña desaparecida. Nos moriremos y ni así sabremos dónde está, qué le pasó hace 40 años”.
Ahora mismo, enfrente de la casa, a unos 400 metros, las familias de los nuevos desaparecidos protestan poco antes de la caseta de El Dorado, sobre la carretera Toluca-Atlacomulco. “Ahístán todos”, dice el fotoperiodista Ramsés Mercado, que conoce a varias de las familias porque todos los días publica por lo menos la historia de alguien. Pero aunque parezca, ahí no están todos porque las desapariciones, de chicos o grandes tampoco se denuncian y apenas representan el 6, el 8 por ciento de los casos todos. El gobierno ni la Fiscalía del Estado de México son capaces de resolver las desapariciones y cuando alguien se manifiesta, se concentra en decir que “fueron afectados 5 kilómetros de la autopista”.
Hoy es 30 de abril y por años se ha celebrado a la infancia, se les compran regalos, se sale a pasear, se come pastel y se ignoran o se olvidan que hay chicos ausentes. Y en eso la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) es muy puntual. Un estudio presentado por ellos y que contiene datos oficiales ubica al Estado de México en el primer lugar de infantes y adolescentes desaparecidos, con 3 mil 740 casos, muy por encima de entidades como Tamaulipas, con mil 404 casos y Jalisco, con mil 231.
Un análisis de REDIM, del 18 de abril de 2022, indica que en México 74.6 por ciento de las personas desaparecidas de 0 y 17 años en el país eran adolescentes entre 12 y 17 años. “Esto es, 12 mil 213 de las 16 mil 378 niñas, niños y adolescentes desaparecidos. De estas personas de 12 a 17 años desaparecidas, 7 mil 27 eran mujeres (57.5 por ciento) al corte del 11 de abril de 2022. […] Desde que se tiene registro (a partir de 1964), 82 mil 328 niñas, niños y adolescentes han sido registrados como desaparecidos en México, hasta el 25 de octubre de 2021. De este total, 19.9 por ciento (16 mil 378) continúan desaparecidas a la fecha, siendo 8 mil 518 de ellas mujeres y 6 mil 952 hombres. Las mujeres representan 55.2 por ciento de estos casos. Las restantes 65 mil 950 personas de 0 a 17 años fueron localizadas, aunque 1 por ciento de estas desapariciones (710 casos) fueron halladas sin vida.
Otro estudio denominado “Desaparición de Mujeres adolescentes, niñas y niños en el Estado de México y su vínculo con la explotación sexual o la trata de personas con ese u otros fines”, elaborado por la REDIM, la Secretaría de Gobernación y la Comisión Nacional de Búsqueda, con financiamiento de la Unión Europea, recuerda que en territorio mexiquense, gobernado por Alfredo del Mazo, primo-hermano del ex presidente Enrique Peña, existen dos alertas de género. La primera fue emitida en 2015 e involucra a 11 municipios, y la segunda fue realizada el 2 de octubre de 2019, por la desaparición de adolescentes y niños mexiquenses en siete municipios.
Pero, ¿por qué desaparecen? De acuerdo al estudio, realizado en 2021, se trata de un fenómeno provocado por la trata, por los crecientes feminicidios y los secuestros, aunque cada delito debe ser abordado de distinta manera. “De las 36 mil 135 personas desaparecidas y localizadas en el Estado de México entre enero de 2015 y septiembre de 2021, 19 mil 964 (55.2 por ciento) fueron mujeres. Dentro del grupo de mujeres desaparecidas, según datos oficiales en el periodo referido, 12 mil 632 son niñas y adolescentes. A pesar de los esfuerzos institucionales en la región, aún existen 7 mil 961 personas que continúan desaparecidas, de las cuales, 3 mil 641 (45.7 por ciento) son mujeres.
Otros datos que muestran la letalidad del Estado de México para este grupo dicen los siguiente: es cuarto lugar nacional en el registro de víctimas; es tercero en número de averiguaciones previas; es segundo en casusas penales ingresadas; es segundo en personas procesadas y cuarto en número de sentenciados. Se ubica, además, a municipios como la capital del Edoméx, Toluca, como la sede de asentamientos de entre cinco y siete grupos delictivos. Esta ciudad es una de las más peligrosas del estado, junto con otras del valle de México, como Naucalpan, Ecatepec, Neza, Chalco, Atizapán y Tlalnepantla, que se suman a zonas en el sur controladas por el narco. Los grupos que se han identificado con presencia en el Edoméx son 13, Guerreros Unidos, la Familia Michoacana, la organización de los Beltrán Leyva, los Rojos, Unión Tepito, Nueva Empresa; Nuevo Imperio, Los Sapos y El Monterrey; el Cártel de Tláhuac, Los Mozos, Cártel del Sur y los Caballeros Templarios, además del Cártel de Jalisco Nueva Generación, del que ayer las fuerzas armadas estacionadas en la entidad anunciaban su ingreso “masivo”, sobre todo hacia el sur mexiquense. Otros conteos ubican a 26 grupos delictivos con operaciones comprobables.
Un caso de desaparición investigado por el estudio relata que una niña de 12 años fue raptada en Ocoyoacac por un hombre que la había contactado por la aplicación de TikTok. Él logró que la niña “se enamorara de él” y en el transcurso fue obteniendo información de la familia, así como la dirección del domicilio de la niña. Entonces, el hombre llegó hasta su casa y la sustrajo amenazándola con matar a sus padres si ella no accedía a abrir la puerta y salir a la calle. Afuera, fue muy fácil para él llevársela y en transporte público la condujo hasta Tecámac, donde por ocho meses la convirtió en su esclava sexual.
“Me preguntó primero si quería tener relaciones sexuales con él y le dije que no porque aún estaba reglando, pero él no entendió razones y me dijo que si no tenía relaciones sexuales con él iba a matar a mis papás, por lo que tuve que acceder a que me hiciera lo que quisiera, él me quitó el pantalón, luego él se quitó su pantalón, metió su pene en mi vagina, no usó condón, no sé cuánto duró, sí sé que fue sólo vía vaginal, al terminar él se quedó dormido y yo al paso de las horas también me quedé dormida. A la siguiente noche, de nueva cuenta me obligó a tener relaciones sexuales y así los siguientes 5 días que estuve yo ahí. Siempre por las noches, antes de dormir y siempre bajo amenaza que mataría a mis padres […] él me volvía a obligar a tener relaciones sexuales con él, así durante mi estancia en ese lugar, J.M. me obligó varias veces a sostener relaciones sexuales con él, a veces diario […] Durante mi estancia en ese lugar no me obligaron a trabajar para obtener dinero, pero tenía mis obligaciones en el lugar, tales como hacer aseo, ayudar a hacer de comer […]”, dice el relato de la niña raptada, que vivía en la casa de su secuestrador y compartía espacio con la propia esposa y los hijos del plagiario.
El secuestro y el abuso no terminan ahí. La niña, condenada a la prostitución, también es obligada, en algunos casos, a comunicarse con su familia para decirle que no la busquen más y que retiren la demanda de búsqueda. Si el captor nota que las cosas se dificultan, entonces devuelve a la niña y en ese momento se cancela su búsqueda.
“La pronta denuncia de los padres, la circulación masiva de los boletines de búsqueda y las acciones de búsqueda pusieron sobre aviso al tratante, quien cambió el aspecto de la niña cortándole el cabello, la encerró en su casa por ocho meses y la obligó a llamar de vez en cuando a casa para “tranquilizar” a sus padres. Creó un perfil de Facebook falso con el que se comunicaba con familiares y hermanos para dar falsas alerta de bienestar. Esto permitió obtener sábanas de llamadas y geolocalizaciones de la niña para rescatarla con vida”, apunta la investigación.
Otra razón para desaparecer a un niño es que hay alguien que pagará por adoptarlo de manera ilegal. En este tipo de rapto, las víctimas deben ser muy pequeñas para que se adapten lo más rápido posible a su nueva familia. Se trata de casos aislados, pero que se presentan y hay que identificarlos.
“Esto ocurrió, por ejemplo, en el caso de desaparición de […] y de su hija -una bebé de apenas unos meses de edad-, ambas víctimas del monstruo de Ecatepec, luego de que la primera perdiera la vida, como resultado de su feminicidio, y de que la segunda fuera ofrecida por el victimario, para su adopción ilegal. La infante fue localizada y entregada a su abuela, justo en el momento que se estaba iniciando un proceso de adopción ilegal a través de la elaboración de un acta de nacimiento falsa:
”En el momento en el que se llevó a mi hija y que se la llevaron con engaños, que la subieron a un bicitaxi y que cuando mi hija llegó a su casa, cerraron las cortinas y la puerta. Me dijo que mi hija les pidió que abrieran la cortina porque tenía mucho calor y que empezaba a sentirse sofocada y que en el momento en el que yo le hablé a mi hija, ella estaba con ellos. Que si, en ese momento, mi hija me hubiera dicho que estaba con ellos no le hubiera pasado nada, porque lo que él no quería hacer era dejar evidencia. Pero se quedó callada. Me dijo que mi hija se empezó a sentir mal y que le dieron una pastilla para el dolor de su brazo, porque le había empezado a doler. Luego le quitaron a la niña.
”[…] Me dijo que se la llevó al baño y que ahí le quitó la vida, le cortó el cuello y dejó que se desangrara. Después la quemó en un tambo en la azotea. Me dijo que lo hizo por odio a las mujeres y porque mi hija había menospreciado a su mujer, quien trabajaba en un bar, que se sentía más que ella y por coraje. Que diera gracias a Dios que habían comprado […] porque también la iban a matar. […] Estas personas ya la habían registrado, habían ido con una partera para que les diera el papel de alumbramiento y no las castigaron; sí estuvieron detenidas, pero les dieron cinco años y alcanzaron fianza”, dice el testimonio que ejemplifica a este tipo de desaparición.
Otra de las razones para desaparecer a un infante es para ponerlo a trabajar al servicio del crimen organizado o para delinquir en células. Este tipo de sustracción es también una especie de seducción, porque a los jóvenes se les muestra una vida de “lujos” como paseos en autos último modelo, celulares y ropa caros. Luego, los “invitan” a pertenecer a alguna banda y les dan responsabilidades talcos como vigilar, vender droga o armas y cobrar a quienes deben. Eso va escalando y terminan como sicarios, a veces como jefes de una plaza o zona y repiten el mismo esquema.
La trata tiene cuatro tipos de desaparición: la primera es por explotación sexual a las que son sometidas niñas de menos de 14 años; la segunda, es el escenario de un “enamoramiento”, en la que el captor intenta convencer a la familia de que la niña está con él por amor y se encuentra bien. La tercera la ejecutan narcos para reclutar y entrenar en actos delictivos. También conlleva explotación sexual. La última es el enganchamiento a grupos que controlan a sexoservidoras que ofrecen fiestas a grupos criminales. Ellas viven en la casa de sus familiares y se van del hogar para “trabajar”. Si no vuelven, entonces esa desaparición se vincula a feminicidios con la participación del crimen organizado.
Los feminicidios se consideran como el principal problema de violencia y desaparición en el Estado de México. Existe la violencia intrafamiliar y los asesinatos seriales, de acuerdo al estudio, que inciden en los casos de desaparecidas, un fenómeno atravesado por una problemática compleja de pobreza, abuso e impunidad. Una cosa es cierta: la mayoría de los casos pueden resolverse, pero las autoridades encargadas de investigar son corruptas y además están rebasadas en su propia capacidad humana.
Sí, hoy es Día de la Niña y del Niño.