Toluca, México; 19 de mayo de 2024
Ramsés Mercado: imágenes. Miguel Alvarado: texto
Se da por descontado que Morena conservará el poder presidencial y que, en cambio, pierda la CDMX e incluso la muy conservadora Toluca, en el Estado de México. Aquí, unas mil personas cumplieron tranquilamente con el rol esperado. Caminaron desde la fuente de El Águila hacia el centro en tanto gritaban consignas en contra de AMLO, a quien consideran un “dictador” que ha enterrado la democracia.
La Marea Rosa comenzó dos años después de que el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, llegara al poder y su partido político, Morena, se estableciera como el ente todopoderoso que sustituiría al PRI y al PAN. Asumido como de izquierda, comenzó reafirmando el poder de los militares y las fuerzas castrenses como los encargados de la seguridad pública, y destacó a las tropas a las zonas en donde se realizaron los megaproyectos del sexenio. Fueron los solados quienes se encargaron de construir tramos enteros del Tren Maya y del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
Pero esa primera orden de militarizar todavía más al país fue entendida como una señal que indicaba que el de AMLO sería un gobierno neoliberal y así fue. No canceló las actividades letales del extractivismo pero sí puso a los soldados a cuidar gaseras y mineras, y ratificó el Tratado de Libre Comercio (T-MEC) que obliga a nuestro país a abrir las puertas de los recursos naturales a las empresas de Estados Unidos y Canadá.
La Marea Rosa, el brazo civil de los partidos políticos como el PRI, PAN y el PRD representa lo mismo que las políticas extractivistas y capitalistas del gobierno de AMLO, que ha disfrazado de programas sociales, progreso y abundancia. No es así.
La Marea Rosa y los movimientos políticos -que no sociales- del prianismo fueron dando cohesión y forma a las expresiones de inconformidad de una parte de la sociedad, que califica aún a AMLO de extremista, comunista o socialista, sin darse cuenta que en realidad representa los intereses del gran capital del neoliberalismo y la necropolítica. Primero, hace tres años, no más de 20 personas se reunían en algún lugar público de Toluca mostrando pancartas de repudio. Luego, llegaron con sus autos y organizaron caravanas que recorrían algunas calles de Toluca, en tanto se iban uniendo organizaciones de la derecha como Provida que aprovecharon las coyunturas de movilización que encontraban. Fue hasta hace poco que comenzaron a llamarse Marea Rosa y ya abiertamente se apoyó a la candidata de esa derecha, que no ha encontrado voceros inteligentes para comunicar sus posiciones y las razones para apoyar a alguien como Xóchitl Gálvez, tan cuestionable como la morenista Claudia Sheinbaum, que hoy por la noche “chocarán” en el tercer y último debate presidencial, a menos de dos semanas del decisivo día de las elecciones.
Hoy, 19 de mayo de 2024, en la época más calurosa del año y de mayor encono político también, la Marea Rosa realizó la que quizá sea su última marcha como la cosa que es en distintas ciudades del país. En la capital de México la Marea llenó el Zócalo y rebasó sus límites. La policía de la CDMX calcula unas 95 mil personas ahí, casi las mismas que el otro ente, el obradorista, convoca a sus propias concentraciones. Hoy, la Marea escuchó -o simuló hacerlo- el mensaje de Gálvez que anticipa un cierre parejo, aunque tenga en contra los números de una decena de encuestas.
Se da por descontado que Morena conservará el poder presidencial y que, en cambio, pierda la CDMX e incluso la muy conservadora Toluca, en el Estado de México. Aquí, unas mil personas cumplieron tranquilamente con el rol esperado. Caminaron desde la fuente de El Águila hacia el centro en tanto gritaban consignas en contra de AMLO, a quien consideran un “dictador” que ha enterrado la democracia. En realidad, fue el presidente de México quien se robó la mañana en esa marcha en la que mayormente había adultos de mediana edad y muy pocos jóvenes. Las ideas son simples, llanas, directas: salvar la democracia, detener a la Cuarta Transformación y recuperar el país, como si cualquier ciudadano de a pie pudiera por lo menos opinar acerca de los temas relevantes que por otro lado rebasan a casi todos.