Rafael Paz/ UNAM Cultura
Ciudad de México; 16 de julio de 2022.
Lejos de casa, dirigido por Carlos Hernández Vázquez, se enfoca en retratar los efectos de la migración en los adolescentes que llegan a la frontera con Estados Unidos buscando asilo.
La cámara de Lejos de casa nos invita a visitar algunos de los muchos albergues para migrantes que operan en la frontera norte del país –en este caso, específicamente en Tijuana–, donde cientos de niños y adolescentes esperan una respuesta que les permita cruzar a los Estados Unidos.
El documental de Carlos Hernández Vázquez debutó en la programación del 37 Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), donde busca obtener el Premio Mezcal. Los testimonios recopilados en sus imágenes, como explica su comunicado de prensa, son “de jóvenes que debido a la violencia que permanentemente existe en sus lugares de origen, se ven obligados a salir de su país en busca de seguridad y paz; sin embargo, este sueño se ve interrumpido al llegar a la frontera en donde un gran muro de intolerancia los espera”.
Conversamos con Hernández sobre su experiencia en la filmación y el empuje que significó tener el respaldo de TV UNAM durante la filmación.
– Ganaste un apoyo de TV UNAM, ¿cómo ayudó a la película? ¿Cuál fue tu experiencia en el Taller Carlos Velo?
– Carlos Hernández Vázquez (CHV): El apoyo de TV UNAM fue sustancial para acabar la película, la verdad es lo que nos ayudó a poder concluir la postproducción del documental. Fue de mucha ayuda la asesoría que recibimos durante nuestra estadía en el Taller, fue sumamente nutritiva porque nos ayudó a replantear algunos momentos de la edición y ayudó a reafirmar otros. Una muy buena experiencia todo el taller, tanto como trascendental el premio.
– ¿Cómo inició el proyecto de Lejos de casa?
– CHV: La verdad fue algo tangencial. Tanto el fotógrafo, Luis Montalvo, como yo hemos estado viajando regularmente a la frontera y en uno de estos viajes fuimos conociendo los albergues, en otro conectado con más gente esos albergues. Llegó un momento en que la situación que percibimos en los últimos viajes cambió dramáticamente, derivado de las primeras caravanas centroamericanas y ahí captamos que el principal grupo de migrantes ya no estaba compuesto por adultos varones, sino que eran esencialmente de niños o menores de edad que estaban viajando solos o con sus madres. Ese cambio de paradigma fue esencial para entender que había que voltear la cámara en ese momento.
– ¿Cómo fue el trabajo con ellos? ¿Cómo los elegiste?
– CHV: Filmamos con ellos un mes y medio, sabíamos que teníamos un tiempo muy restringido, porque los chicos están alrededor de tres o cuatro meses en la frontera, esperando alguna respuesta sobre su solicitud de asilo. Queríamos tener ese periodo de espera de los chicos y, sobre todo, algunas despedidas. Para poder ingresar a su mundo era importante involucrarnos de manera completa en él y para eso nos tomamos dos semanas previas al inicio del rodaje, para poder conversar con ellos sin cámara, trabajar con ellos, jugando, asistiendo a sus clases y eso fue lo que nos ayudó a transitar.
– Los albergues se convierten en espacios de “normalidad”, la migración interrumpe sus procesos de crecimiento…
– Ellos mismos han instaurado dinámicas para poder apoyar a los niños, como las clases o a través de ayuda psicológica y asistencia legal. Muchas veces ves al principio reticencia de los chicos con estas actividades, pero poco a poco ellos van entendiendo que es sustancial para su desarrollo y también que es sustancial para la cordura el tener esta rutina de saber de que a las 4 de la tarde tienes tu clase de inglés, quizá no te encante, pero ahí la tienes. Eso ayuda a hacer el paso del tiempo un poco más llevadero.
– Migrar significa cortar de tajo con todas las cosas…
– CHV: Híjole, para ellos migrar involucra abandonarlo todo, saber que no van a regresar a su tierra de origen, porque simplemente no es una opción, sus espacios están totalmente cooptados por la violencia, ya sea violencia política, de las pandillas centroamericanas o el crimen organizado que invade el país. La verdad es que migrar para ellos involucra no volver a su casa, quizá nunca, ese desprendimiento se ve reforzado cuando ellos saben de que la espera a un destino de la frontera norte o dentro del territorio mexicano es incierto. No saben si van a poder entrar y si entran dónde van a terminar. Digamos que la casa, tanto la anterior como la futura, está muy lejana y en ese sentido, esa espera llega a ser un poco difícil, porque la incertidumbre es lo único que se puede palpar.
– En los últimos años hemos visto muchos documentales sobre el tema de la migración, ¿era algo que tenías en mente? ¿Cómo hacer novedoso el proyecto?
– CHV: Podríamos decir que es de manera inconsciente, porque, evidentemente, en el momento en que uno pone la cámara en los niños esto se vuelve, voy a utilizar esa palabra, novedoso. Generalmente no nos detenemos a escucharlos y es sumamente importante entender que muchas veces los menospreciamos.
– Ellos tienen toda la capacidad de entender el entorno, de hecho, tienen una gran sensibilidad para hacerlo y además una fuerza muy interesante para convertir esas experiencias fuertes en temas lúdicos, como puede ser el juego. Así lo describe la primera secuencia del documental: los niños están jugando carritos y, de repente, empiezan a jugar que un carrito no puede pasar porque no tienen los papeles para ingresar al país. Eso es fuertísimo, te enseña la gran capacidad que tienen de procesar las cosas, pero también de convertirlas en algo mucho más lúdico. Eso es lo que lo vuelve sumamente poderoso, independientemente, creo que lo novedoso lo otorga la realidad misma, que el paradigma ha cambiado y es importante mostrarlo.