Toluca, México
Carla Valdespino Vargas
Confieso que solo he votado dos veces en mi vida y que quizá el acto más subversivo que he cometido fue no renovar mi credencial de elector, acto que me trajo una serie de inconvenientes al momento de realizar ciertos trámites, así como una serie de críticas con respecto a mi postura política. Sí me han tachado, regularmente, de mala ciudadana o de haber traicionado a las mujeres que lucharon por el voto femenino.
Sí, pertenezco a ese cincuenta por ciento que no acudió a las urnas el pasado 4 de junio, sin mencionar al uno por ciento conformado por quienes dieron su voto a Paquita la del Barrio o que simplemente anularon su boleta. Sí, pertenezco a ese cincuenta por ciento que es calificado como irresponsable, indiferente, culpable de atentar contra la democracia; somos, aparentemente, el desbalance social, mas el abstencionismo es un fenómeno multifactorial que es indispensable y urgente analizar de manera objetiva y seria si en verdad nos interesa la democracia y nuestro sistema político; si en verdad creemos que no existe otra forma de organizarnos. Y, ¿en verdad, no hay otra manera?
El abstencionismo es considerado el principal enemigo de la democracia y para combatirlo se han diseñado una serie de estrategias. En 2006 surgió uno de los ejercicios más polémicos: “Tu rock es votar”, cuya frase central fue: “Si no votas: cállate”, slogan que fue considero agresivo y muchas bandas de rock se deslindaron de la campaña. Naturalmente, las instituciones han generado acciones para incentivar el voto, por desgracia, a veces son poco pensadas, como sucedió en las elecciones anteriores, pues se redujo el ejercicio electoral más significativo del Estado de México a una simple apuesta taquera/banquetera: “¿Y si no vas? (a votar) ¡Te tocan los tacos!”. A la par, la sociedad civil ha creado campañas que invitan a no votar: “Voto Nulo”, “No votes por esos monigotes” o “Voto Blanco”, esta última nació en Colombia, con un eco importante en América Latina. Es indispensable recordar al Candi-gato Morris, el gato que soñó con ser alcalde de Xalapa en 2013, cabe destacar que tuvo un impacto a nivel nacional y su fuerza política sigue vigente.
Quizá piensan que estas líneas se escriben a destiempo, pues la efervescencia de las elecciones se ha terminado, pero 2024 está a la vuelta de la esquina y por ello es el momento exacto de hablar sobre democracia, votaciones, elecciones y abstencionismo. Entonces, comencemos por el principio e intentemos comprender qué es la democracia.
(Bueno, hay inicios que se encuentran a la mitad del diálogo. Como sucede ahora. Ustedes disculparán).
Lo virtual, explica Zizek, siempre ha regido nuestra realidad, a través de la cual desciframos el mundo; construimos la verdad desde el espacio de la virtualidad. En otras palabras, construimos ideas como la autoridad, la política, la emancipación… la democracia. Aceptamos esas ideas para organizarnos como sociedad. Zizek lanza una pregunta enérgica pero necesaria: ¿alguien cree realmente en la democracia? Desde su perspectiva, nadie lo hace, aunque es suficiente el presupuesto de que alguien crea para que la democracia funcione. De entrada, podemos concluir que la democracia es solo una idea que alimentamos, que nos da sentido y orden como sociedad moderna, orden que es alterado por su antagonista: el abstencionismo. En pocas palabras, la democracia es virtual, lo mismo que su cruel enemigo.
Lo sé, hasta este punto no se ha aclarado, bien a bien, qué es la democracia y quizá no sea el espacio ni el lugar para ahondar sobre el tema, pero sí para coquetear con algunas de sus características.
Sin lugar a duda, la democracia es el sistema político que considera a todos los seres humanos en igualdad de derechos y libertad, su base es la existencia de ciudadanos autónomos, informados y con consciencia político-democrática. Es el medio más eficaz para garantizar el respeto por la dignidad humana, así como los derechos humanos. Es posible afirmar que la democracia se materializa a través del ejercicio del voto. La pregunta salta enseguida: ¿qué tan democrático es nuestro sistema?
De entrada, podemos afirmar que no lo es, ya que nuestro país está marcado por fuertes desigualdades. No todos los ciudadanos tienen acceso a la información; en muchas ocasiones, los representantes aprueban normas que atentan contra los derechos económicos, sociales, culturales, de género y/o étnicos de sus representados. Las promesas que se generan durante las campañas resultan incompatibles a las políticas neoliberales, inalcanzables y poco reales.
La población se ha acostumbrado a asistir a la política en una actitud de consumidores/clientes, pues los mecanismos electorales han colocado la idea de que los ciudadanos deben ser tutelados por los que “realmente saben”. Y son a ellos a quienes los mismos ciudadanos están “obligados” a financiar. En realidad, asistimos a un clientelismo democrático. Tan solo echemos un vistazo al Corcholatatour o al FAMtour.

Me gustaría hacer una pausa para centrarme en la idea sobre la información y para ello quisiera traer a la discusión las reflexiones de Byung-Chul Han, quien analiza el intenso bombardeo de información al que estamos sometidos en esta era digital y que nos ha llevado a vivir en un régimen de la información llamado infocracia, y una de sus características es la crisis de la democracia, pues las campañas electorales/políticas se convierten en una guerra de información a través de las fake-news. Por desgracia, las noticias falsas también son noticia y fluyen más rápido que la verdad, esto nos lleva a afirmar que sí existe una ciudadanía informada pero despolitizada. Y no podemos quitar el dedo del renglón: lo que fortalece a la democracia son ciudadanos informados, pero con la verdad, regulador social que genera el debate, la reflexión y la crítica. La infocracia, afirma Chul Han, prescinde de la verdad.
El problema sobre la democracia es más grave de lo que pesábamos.
Por otro lado, el investigador Héctor Gutiérrez explica que la democracia necesita una votación nutrida para legitimarse como sistema político, y al mismo tiempo legitimar a los gobernantes. Si echamos un ojo a los porcentajes de las últimas elecciones, tanto estatales como federales, nos percataremos de que esa legitimidad está en entredicho debido a los altos niveles de abstencionismo, que describe un sentimiento de desmovilización, inconformidad y desasosiego. En otras palabras, es parte de la crisis sistémica por la que atraviesa el Estado. El enemigo de la democracia, como podemos ver, no es ese cincuenta por ciento, es el propio sistema, sistema pensado para que las mayorías seleccionen entre las diferentes oligarquías.
El modelo actual no está a favor de las minorías políticas o del sector de la población con un poder adquisitivo menor. Los derechos y las libertades no llegan a todos. Para seguir con Zizek, las campañas políticas se alimentan de la virtualidad al generar promesas que nunca se cumplirán. Los ciudadanos se alimentan de ese mismo abrevadero virtual. La promesa de un cambio incentiva la creencia de una democracia.
La pregunta sigue sin respuesta: ¿En verdad vivimos en una democracia?
El abstencionismo es un síntoma, no el problema. El cincuenta por ciento percibe que votar es un acto inútil y sin esperanza. A este país le urge una ciudadanía informada fuera de infocracia; le urge una sociedad politizada, consciente, dispuesta al debate y a la crítica, pero ¿a las oligarquías mexicanas les conviene una sociedad con estas características? Y, ¿a los ciudadanos ¿nos conviene seguir manteniendo este sistema desigual?
Dejemos de pensar que la política se reduce a acudir a las urnas, dejemos de pensar que es el único camino que tenemos para organizarnos. Pugno porque ese cincuenta por ciento deje de ser condenado y veamos cuál es el verdadero problema: el sistema, y entonces, comencemos a modificarlo.
Y sí, por cuestiones laborales tuve que renovar mi credencial para votar, continúo analizando si regresaré a las urnas el próximo año o mejor me dedicaré a construir realmente fuera de este sistema, para así seguir siendo parte de ese cincuenta por ciento.
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Este es un espacio de reflexión sociocultural y literario sobre el devenir de la vida.
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