Tes Nehuén/ Periódico de Poesía
Ciudad de México; 1 de octubre de 2022.
La poesía de Verónica Aranda (Madrid, España, 1982) se construye desde los sentidos para abordar desde ese lugar aspectos críticos de la realidad y de la identidad. A través de una observación delicada y minuciosa del mundo, consigue indagar en el lenguaje, su herencia y sus límites. Los límites del lenguaje son también, de acuerdo con Heidegger, los límites del mundo. Las palabras, aprendemos con Aranda, sirven para entender hasta dónde somos capaces de soportar y qué es lo que resulta imposible para nuestro cuerpo. Humo de té, su libro más reciente, nos permite ahondar un poco más en esa búsqueda estética. Una lectura que nadie debería dejar pasar.
“Cada día que pasa/ recuerdo seis palabras”. Las palabras que nos explican también son las palabras que nos desnudan, que nos dejan vencidas frente a la intemperie. Contar esa intemperie, ese vacío, es parte del trabajo que encontramos en la poesía más reciente de Aranda. Al leerla redescubrimos las voces de artistas olvidadas por el canon, viajamos a islas imaginarias que hacen pie en su propia fascinación por las islas griegas y, en este caso en particular, descubrimos lo que se esconde detrás de las ceremonias íntimas, el encuentro que permite el té, la tradición en un gesto. Dice “Al nombrar trascendemos las ciudades”. Leerla es también viajar, más allá de las ciudades que se aparecen en su obra. Nuestras ciudades. Es atravesar el caparazón que rodea el mundo y alcanzar una comprensión sensorial, honda, que nos permite discernir la verdad detrás de toda palabra bien escrita.
A través de una poesía que hace pie en un lenguaje sencillo y cotidiano, alcanzamos el Nirvana en esta fascinante experiencia que es la relación con el cuerpo y el lenguaje; las palabras son nuestras fieles aliadas para aprehender nuestros sentidos y deseos más profundos. “La palabra precisa/ Cuando rodea el tronco/ Y se hace savia”. La posibilidad de que vida y lenguaje se rocen y nutran mutuamente parece el gran desafío de una obra que ha ido creciendo y germinando en feliz armonía con la tradición, pero con la mirada siempre pegada a un más allá, que atraviesa el lenguaje y busca un sentido posterior. Podríamos decir que la suya es una indagación que entronca con la herencia. La herencia lectora e intelectual de Aranda, que es mucha y desborda sobre su poesía, y la herencia familiar. “Hay sombras de otro siglo”, leemos.
Humo de té es un libro de fotografías que exploran desde el abismo exterior el propio universo íntimo, siempre en vínculo con la naturaleza que fluye. “El mañana conjuga/ Pequeñas variaciones/ Indago en el poema/ Traspasado de sol,/ Forzosamente clandestino”. La voz poética se asoma a las cosas desde una línea difusa, para insinuar que todo lo que está iluminado puede también de pronto despertar en penumbras y que nuestras certezas pueden romperse fácilmente. Ante ese desconcierto, las rutinas, las ceremonias, pueden ser perfectas aliadas, para sostener nuestro cuerpo en pie en medio del desierto.
Llegados a este punto podríamos concluir diciendo que se trata de un poemario a través del cual Aranda se propone contar y dar forma a su propia relación con la escritura. La palabra como puente entre pasado y presente, entre geografías distintas, entre lenguajes que no se parecen. La escritura que necesita de la distancia para construirse y de los viajes para integrarse y convertirse en un lenguaje en movimiento. “La distancia también es reescritura”.
Leer a Verónica Aranda es asomarse a una poesía distinta, renovada de tiempo y siempre despierta, inquietante e indagadora. Una ceremonia fascinante de lenguaje.
Tes Nehuén / Argentina, 1983. Poeta y periodista. Creadora del blog literario Bestia Lectora, donde realiza reseñas de libros y entrevistas a escritoras y escritores. También colabora con Cuento Volador, Galerna Estudio y Poemas del Alma.
Verónica Aranda, Humo de té. Diputación de Soria, 2021, 112 p.