Ramsés Mercado: fotografías e información. Miguel Alvarado: texto.
Toluca, México, 15 de diciembre de 2022
Sabina Enrique y Julio Mejía se dedican hace 18 años a hacer piñatas y recuerdan que al principio las vendían a la orilla de los caminos, en Temoaya, un municipio otomí con tradición artesanal. Después les llegaron los pedidos y ahora trabajan en un taller que abrieron en su casa.
En septiembre su esposo vende banderas y aprovechan esa temporada para llevar sustento a su familia, pero ahora son las siempre presentes piñatas. Empezaron en febrero, cuando consiguieron los periódicos para su elaboración y en el transcurso del año van trabajando. Su esposo se levanta a las cinco de la mañana a preparar los engrudos, a poner los conos. El periódico, por ejemplo, lo compran en los depósitos de chatarra y los papeles en la Ciudad de México, donde los materiales son más baratos para ellos.
Su esposo dice que todo el año están trabajando esta artesanía y que hacen las de cinco y ocho picos, así como las de tamaño más grande. Pero para otros modelos no les da tiempo. Además, en la elaboración de las piñatas participa toda la familia, y a todos les gustó ese trabajo.
-Mi hijo, mi nuera, otros hijos también. Con esto me sostengo yo. Primero hacemos los cascarones. Después les vamos poniendo los conos y así las vamos construyendo, aunque ahora lo que utilizamos se elevó mucho de precio, como el papel de China o los periódicos. Ahora las piñatas cuestan 480 pesos, 550 pesos- dice Julio Mejía.
Unos 40 pesos han subido las piñatas, que además ya no son de barro, o muy pocas, debido al alza de los precios. Antes de dedicarse a las piñatas, el artesano era comerciante y salía al interior del país a vender todo tipo de cosas, pero su sector también fue afectado. Así, que decidieran hacer piñatas les ahorró mucho y trasladó el trabajo a su casa.
-Ahorita viene los tiempos buenos, pero hay mucha competencia. Aquí estamos en el barrio de Dolores de Temoaya y aquí podemos vender las piñatas- dicen los artesanos, que tratan de sobrevivir cuando los procesos económicos en México, como el aumento al salario mínimo, parecen beneficiar a una gran mayoría, pero a ellos definitivamente no.