Ramsés Mercado: imagen e información. Miguel Alvarado: texto.
Toluca, México; 30 de diciembre de 2022
Uno se pierde en el laberinto de amuletos y veladoras en los estantes. Pero esto no es un laberinto sino un camino por el que hay que saber andar y aquéllas son las herramientas que se necesitan para estar mejor, para alejar lo malo o lo que no le conviene a cada uno, aunque esos deseos a veces se contrapongan y la energía que se despliegue estalle antes de hacer efecto. Éste no es el mundo de la magia sino el de la fe, y la delgada, casi inexistente frontera que los separa es lo más democrático que puede ser una actividad humana, porque aquí valen lo mismo los dotados budas de abundancia, calvos, panzones y bañados en oro, que ríen con una sonrisa que parece tragarse a todos mientras se cubren apenas con un taparrabos adornado con vivísimos azules y rojos. Los brazos del Buda, en una versión muy mexicana o por lo menos en español, se levantan al cielo y sostienen una corona de rey medieval para lo mismo agradecer que mostrarse agradecido. Junto a él, un conejo blanco que replica el estereotipo de Tambor, el personaje de Walt Disney, reposa con cara expectante, que quiere decir que abre lo ojos y frunce la trompa en tanto sus orejas parecen captar todos los ruidos alrededor.
Este es el local 520 de Antonia Terrón Araujo, a quien todos conocen como Toñita, ubicado en el mercado 16 de Septiembre, y ahí, en la revoltura que debe ser esa suerte esquiva para la mayoría de nosotros, pueden verse cuentas de vidrio, pulseras, pequeños gallos de plástico, inciensos y líquidos, que reposan en un campo multicolor, cargado de aromas que parecen venir, algunos de ellos, de las más remotas infancias, pero también de los sucesos más tristes porque la función de todos estos artilugios es, en primera instancia, proteger.
-Tengo más de 50 años trabajando en esto, por herencia de mis padres. Amo mi trabajo y año con año trato de darles lo mejor de la sabiduría que Dios me pone en la mente. Yo fui la primera que comenzó con los amuletos y fui yo quien dio las ideas del uso de las semillas, de las manzanas y de otros artículos a quienes se dedican a esto- dice Antonia, mientras sus manos recorren las figuras que pueden verse en su local.
Éste, dice, es el año chino del Tigre, pero el que viene será el del Conejo y por eso esta figura campea entre los cuernos de abundancia, los burritos y otras cosas. Una coneja, dice Antonia corrigiendo, quien apunta que se trata de la representación de una mujer guerrera, que tiene varios hijos y que a todos saca adelante. Eso significa, que hay prosperidad, que hay éxito, hay amor y salud. Lo importante de un conejo de este tipo es que se ponga en la casa. Y tener fe, mucha fe. “Si no la tienes, entonces no gastes ni un peso”, dice ella.
Antonia cambia el modelo del Buda cada año para que a sus clientes les vaya bien en sus negocios. Lo mismo pasa con la diosa Kali, que en México es conocida porque era la protectora y patrona de Kalimán, aquel superhéroe mexicano de ojos azules e inconmensurable fortuna que lo mismo combatía sectas de vampiros que a audaces traficantes de oro. Ahí está Kali, con sus múltiples brazos abrazados a ella misma, resplandeciente de oro o lo que sea eso que hace brillar su cuerpo. Junto a ella Antonia ha dispuesto una familia de conejos y cuernos de la abundancia. Sus manos, hábiles para favorecer a sus clientes, los buscan y los muestran, pero se le atraviesan unas carteras.
Entonces muestra una fruta que reposa en un pequeño recipiente de cristal. Le ha colocado ramitas verdes y una pequeña cruz de madera. Es roja, y Antonia explica que se trata de la Manzana del Amor. En ella, en donde sale su rabo, ha clavado un pequeño conejo, un gordo borreguito y un dólar de juguete, porque el amor también debe ayudarse de lo económico. La demostración de lo que hay en el puesto de Antonia es alucinante y no tiene fin. Uno tras otro, los adminículos de la fortuna van apareciendo. La prosperidad, la suerte y la abundancia son en este reino lugares comunes a los que todos pueden entrar, aunque con distintos resultados. Ella es una artesana de la suerte y eso abstracto que a veces resulta este concepto ha sido transformado por ella en algo que puede tocarse. Las envidias y los daños no tienen cabida aquí cuando las veladoras son encendidas. Eso sí, se requiere de una devoción a prueba de todo. Hay unas veladoras enormes, tan grandes y pesadas que obligan a Antonia a manipularlas con precaución. Otra vez sus manos se cierran en aquella cera verde, adornada con un moño amarillo. Esas se usan como centro de mesa y debe estar encendida para que todo el año vaya muy bien.
¿Cómo explicar que estos amuletos o figuras atraigan la suerte? Se trata de pequeños ritos cuya finalidad es reforzar la fe y la devoción. Ineludiblemente, las semillas y los espray de la suerte se encuentran ligados a las creencias religiosas, a las figuras poderosas de Dios, de Buda, de Kali. Pero juntos, todo esto aquí reunido adquiere una nueva forma que ni siquiera es sincrética, porque no discrimina, pero sí consigue abrir un camino a quien quiere creer o depositar devoción.
Se trata de símbolos que nos recuerdan algo. La manzana amarilla del dinero, las semillas de la abundancia, la manzana verde del trabajo, los inciensos de la prosperidad, las velas de las uvas y de los borregos para el dinero. Toñita sostiene que hay que trabajar menos, pero trabajar mejor para que uno pueda disfrutar de la vida.
-Y esto no es un mito, es una realidad, por eso año con año la gente compra porque ve resultados. Hay incienso turco para la entrada de la casa, tenemos la cruz de ocote, el incienso original de 7 Machos, cruces de canela que llevan su dólar, porque la canela se usa para la buena vibra- dice Antonia, que ha mezclado estos artículos en paquetitos multifuncionales cuyo influjo es más poderoso.
Les va muy bien, bendito sea Dios, dice Antonia arrojando semillas en su propio local, quien tiene sus propias observaciones acerca de la actual situación de la sociedad.
-A la gente le preocupa la economía. Según la gente floja, no hay trabajo, pero por ejemplo aquí en el mercado todo mundo ocupa personal. Yo sé que a lo mejor muchos son licenciados, pero yo empiezo de cero. A lo mejor yo voy a una empresa chica y me contrato como ayudante, y ya después voy subiendo. Hay que tener nomás inteligencia y ganas de salir adelante. Trabajo hay, y así sea insignificante, uno puede salir adelante.