Jaime Chávez Marcos/ Periódico de Poesía/ UNAM
Ciudad de México; 30 de julio de 2022
En nuestros días ya se puede hablar de una literatura otomí contemporánea, de escritores en diversos géneros entre los que llaman la atención los jóvenes emergentes, quienes han encontrado en las lenguas otomianas (hñähñu, ñätho, hñuhu, hñuhmu, hñähño y hñöhñö) la posibilidad de manifestarse estéticamente a través de la palabra oral y escrita. Es importante destacar que esta nueva generación de escritores otomíes, se aleja de aquella cuyo trabajo consistía, estrictamente, en la recopilación y el rescate de la tradición oral. Margarita León, originaria del Valle del Mezquital, Hidalgo, psicóloga de profesión, ha encontrado en la poesía una manera de complementar su realidad. Su libro Ya B’ospi (Cenizas), publicado por Proyecto Literal, ofrece una serie de poemas trabajados desde la visión propia de la lengua hñähñu.
La autodenominación hñähñu, acuñada por los propios hablantes del Mezquital, viene de ñä (hablar) y de la raíz hñu, de la que se desprenden tres acepciones. La primera se refiere al número tres, relacionado con la visión triádica del mundo otomí en cuanto a orden y equilibrio desde lo macro hasta lo micro —o sea, desde el mito del origen (primero surge el universo, luego la tierra y al final el hombre) hasta cualquier aspecto de la vida cotidiana (los utensilios y todo lo relacionado con la cocina tiene tres bases: fogón, metate, molcajete)—. Hñu es a la vez nariz, puesto que el otomí es una lengua nasal. Y, por último, hñu compone la raíz de ‘ñu (camino), pues se dice que los otomíes hablan la lengua del caminante. Margarita León, como caminante, construye a partir de las letras su propio camino, no sólo para transitar sino para trascender. Recordemos que el poeta Nezahualcóyotl, de filiación chichimeca-otomí por la vía paterna —y que, sin duda, era hablante del náhuatl y del otomí—, reflexionó a través de la poesía sobre el paso del hombre en la tierra; caminantes fugaces en este mundo diminuto, sólo nuestras obras y nuestro pensamiento pueden dejar huella en el universo.
La poeta introduce su libro con la siguiente reflexión:
Nuhe
nxina ndähi dega ‘bospi
tsäte dige’a ra ‘büi,
hönsë
n’a ra mäjuäni,
ra du.
[Somos
soplo de ceniza
quemante
de vida,
una certeza,
la muerte.]
Nadie, con los pies en la tierra, ha sido capaz de transgredir esta sentencia: sólo tenemos asegurada la muerte. En el intermedio, se continúa dicha reflexión:
Mä ximhai
thandihe mbo ha ra debi,
dige’ä n’a rä zu’ue xä m’edi
ri hyoni ra ‘ñu.
Zu’ue degä hai
ñuts’i ri ne
ne hingi hop’ä’i gi ñä.
[Mi mundo en el vientre
de un gusano perdido,
buscando el camino.
Gusano de tierra
que inunda tu boca
y no te deja hablar.]
La metáfora del gusano ata la divagación con la Madre Tierra. La poeta escribe con la humildad de quien sabe que a veces andamos perdidos. Al final, León escribe:
Di ne gä pöni ha nunä
fadi ge mä müi,
bü’ua ha ra ximhai,
xi bi r’akagi ndunthi ra du
pe bi pumfri dä xiki
te’be’ä ra ‘büi.
[Quiero salir de esta
cárcel que es mi cuerpo,
vive aquí en la tierra,
me dio mucha muerte
pero se le olvidó decirme
qué es la vida.]
Este poema final evidencia la lucha constante entre el cuerpo físico y el pensamiento racional; una lucha de la que el ser divino se ausenta en los momentos críticos. La poesía, como una expresión sensible, es un grito —como el trueno— surgido de lo más profundo del cuerpo y, paradójicamente, es también un canto del espíritu. No solamente es dolor lo que transmite la poesía de Margarita León; como la vida, ofrece matices y evita los extremos.
Como otomí-ñähñu que soy, me congratula leer poesía en mi propia lengua y reencontrarme con elementos culturales magníficamente reformulados en el lenguaje de mi paisana. Quienes no conocen la lengua otomí y todas sus variantes, no entenderán lo escrito más que en español; sin embargo, sería bueno acercarse a las lecturas en voz alta de Margarita León para deleitarse con sus sonidos ancestrales. El idioma otomí surge en el corazón del Valle de México; sus registros principales son la imitación del entorno natural, del viento, del canto de los pájaros, del murmullo de las lluvias, del trueno, y hasta del silencio. La poesía en esta lengua recoge imágenes venidas desde lo más remoto de nuestra historia y reconstruye una filosofía basada en el ciclo lunar. Margarita León es una poeta joven, mujer y ñähñu —una nueva y orgullosa triada.
*
Margarita León, Ya B’ospi (Cenizas), México, Proyecto Literal, 2019, 102 pp.
*
Jaime Chávez Marcos / Ixmiquilpan, Hidalgo, 1967. Es licenciado en Artes Visuales, narrador y poeta hñähñu. Fue becario del Fonca (2003-2004). Como poeta ha participado en recitales de México, Colombia, Nicaragua e Italia. Fue presidente de Escritores en Lenguas Indígenas, A. C. (ELIAC), y ahora lo es de Nación Otomí, A. C.