Miguel Alvarado
Toluca, México; 20 de octubre de 2022
No sé si las calles sean las grandes escuelas para los periodistas, pero siempre es mejor tener muchos kilómetros, los más que se puedan, en las suelas de los tenis y los zapatos. En el caso de los fotoperiodistas, salir es indispensable. Las calles no siempre son los destinos elegidos porque el campo, las zonas desérticas, las nevadas, las normales rurales, los bosques profundos o de ramas secas compite por igual. Para el fotoperiodista, el lugar cuenta mucho, pero no tanto como su punto de vista. Su palabra, que escribe con luz, nos va guiando entre las decenas de posibilidades que podemos encontrar en una situación determinada.
Porque pocas cosas son tan abstractas como la calle. Ahí está todo, pero al mismo tiempo es un punto invisible que está en todas partes, incluso en las zonas rurales y que no necesariamente revela lo que uno busca. Eso, aunque por lógica uno aborda la calle transitando por ella.
El fotoperiodista Ramsés Mercado a mí siempre me ha causado asombro, curiosidad y envidia, esa de la mala que no puede evitarse porque a mí, en el oficio del periodismo, lo que más me gusta es tomar fotos. Así lo he hecho durante años y durante años las he guardado y a veces utilizado para ilustrar tal o cual cosa. Pero cada vez que las observo me parecen peores: mal tomadas, sin encuadre, sin la luz necesaria, sin fuerza, sin tanto que, yo sé, necesita una buena fotografía periodística.
Me sucede lo contrario con el trabajo de Ramsés. Una vez que se le ha entendido a su caótico orden, los archivos de este fotoperiodista, que apenas rebasa los 30 años, arrojan maravillas que uno no puede dejar de ver. No hay punto alguno de comparación con mis imágenes. Entonces me doy cuenta de que las fotos que yo quisiera haber tomado son las que Ramsés Mercado ya hizo y sigue haciendo
Por ejemplo, me acuerdo de esto: Ramsés toma su cámara y al mismo tiempo sujeta su teléfono celular. Se encuentra parado en medio de un camino de terracería y unos metros más adelante están los cuerpos de 13 policías que fueron emboscados por la Familia Michoacana en el paraje de Llano Grande, en Coatepec Harinas. El camino está rodeado por soldados, marinos y agentes de la Guardia Nacional, y también por enfurecidos policías que han visto acribillados a sus compañeros hasta la muerte. Todos están armados y tensos, porque a veces los atacantes están cerca y pueden regresar, porque no se sabe lo que pueda suceder en un escenario como éste.
Decíamos, toma su cámara y su celular, y desde allá nos anuncia que va a trasmitir. Antes de que avance, se le escucha solamente tomar aire, una bocanada profunda y que claramente le funcionará como el oxígeno que necesita para caminar los 50 metros llenos de cuerpos y hombre armados. Entonces da el primer paso y durante el siguiente minuto ni él ni nadie habla. Sostiene con firmeza el celular y pasa entre los pistoleros, que se no le rehúyen la mirada, que parece que saltarán contra la cámara y la harán trizas. Ni una palabra se escucha, apenas el viento que se cuela entre los cuerpos que ya alguien mueve. ¿Qué le pasa a Ramsés? ¿Quién le dijo que debía cruzar entre las filas de los soldados y filmarlos, capturar sus rostros contrahechos? ¿Quién le dijo que fotografiara esta escena de muerte múltiple, que refleja la cotidiana realidad del Estado de México? ¿Y cómo es que puede desarrollar una estética desde la tragedia?
Al otro día, tomó la foto de un niño jugando en alguna calle de Toluca.
Ahora, quien ha cruzado ese camino erizado de armas presenta su primera exposición individual, a la que ha titulado “La luz y sus demonios”, que bien puede justificarse por el relato anterior. Esa muestra recoge los dos últimos años de imaginerías y visitas a fronteras letales como las de Llano Grande, y se inaugurará el 21 de octubre a las 13:30 en la Galería Lumière, que se encuentra situada en el 1030 de la avenida Hidalgo Poniente, en el barrio de San Bernardino, a la altura del estadio de la Bombonera. Estará montada ahí algunas semanas. La exposición de Ramsés es parte del Primer Festival Internacional de Fotografía Amalgama, organizado por la Escuela Lumière de Fotografía, y que inaugurará sus jornadas de exposición, talleres, conferencias y trabajos este 20 de octubre, a las 19:00, en la Cineteca Mexiquense de Toluca.
Aunque tiene mucho tiempo ya tomando fotos, hace cinco años apenas que ingresó al mundo cruel pero fantástico del fotoperiodismo. Pertenece a una generación de fotoperiodistas, editores, diseñadores y reporteros que ha ido cambiándole la cara al anquilosado periodismo de Toluca y del Estado de México. Junto con otros seis compañeros, fundó el medio electrónico Viceversa y se ha involucrado en organizaciones que ayudan a fotoperiodistas a superar las tragedias que dejó la pandemia del coronavirus.
Quién sabe si en la luz pervivan los demonios, si sea cierto que de tanto en tanto alcanzan a ponernos encima sus manos, si es que las tienen, y a sugerirnos casi en silencio que apaguemos todo. Yo creo que alguna vez y por distintos motivos hemos bajado el interruptor, soplado sobre la flama trémula de las velas.
Incluso a oscuras, las potentes imágenes de Ramsés nos ofrecen una guía, una brecha por la cual podemos avanzar, ya sea entre terremotos o inundaciones; entre manifestaciones y reclamos por Ayotzinapa o entre las risas de alguien que por suerte no ha olvidado cómo amar.
A veces los demonios también son luminosos y toman muy buenas fotografías.