Stella Cuéllar: texto. Karen Colín: diseño.
Toluca, México; 9 de octubre de 2022
“Persian Lessons” o “El profesor de persa” es una película alemana del director Vadim Perelman, que se estrenó el 24 de septiembre de 2020. Como buena película sobre la Segunda Guerra Mundial, ésta es conmovedora y triste, y lo es más porque se inspira en hechos reales.
En Francia, en 1942, soldados de la SS arrestaron a Gilles, junto con otros judíos. Todos fueron enviados a un campo de concentración en Alemania, pero en el camino un judío le ofrece a Gilles un libro persa a cambio de un pan que Gilles llevaba. Hacen el trato, y apenas logra aprender tres palabras en persa cuando de pronto los alemanes bajan a los prisioneros de los camiones y comienzan a acribillarlos. Gilles finge caer muerto, pero lo descubren. Entonces asegura ser persa, y como prueba muestra el libro. Entonces es llevado a un campo de concentración, donde un jefe alemán busca un persa que le enseñe el idioma.
¿Cómo enseñar un idioma que desconoce? ¿Cómo lograr esa hazaña? Gilles lo consigue inventando un lenguaje que alimentará con los nombres de los presos. Entre él y él alemán poco a poco se forja un vínculo amistoso, si es que eso es posible.
El alemán, que es cocinero, anhela que termine la guerra para irse a Teherán a reunirse con su hermano y montar un restaurante. Por eso necesita aprender el idioma.
Al paso de los meses Gilles y el jefe alemán logran incluso conversar en ese idioma tan bello como poético. En más de una ocasión el jefe nazi salvará de la muerte a su profesor. Al final, cuando los aliados están por entrar al campo y los alemanes deciden liquidar a todos los presos, el nazi sacará a su profesor del campo para después separarse y cada uno tomar su camino, con la esperanza de salvarse.
Gilles recitará más de 2 mil nombres de los judíos asesinados en ese campo de concentración a los aliados, mientras que al soldado, cuando llega al aeropuerto de Teherán, nadie que no sea Gilles podrá entenderlo.
Inevitablemente, el idioma que Gilles enseña al alemán me hizo recordar el idioma que mi madre hablaba cuando se hizo compañera y amiga de otro alemán… el Alzheimer.
Hablaba por horas, discutía, se reía. A veces se quejaba y lloraba, quizá, como Gilles, lamentaba tener que tachar cada día a los que poco a poco fue olvidando hasta el día de su final.